lunes, 28 de noviembre de 2011

Gray Matter

Desde que estaba en el Colegio prometí no volver a hacer teatro, ni volver a jugar fútbol ni muchas otras cosas. La costumbre es hacer promesas al aire y contradecirse con los años: juré sobre mi tumba que antes de alisarme los crespos me los cortaría y eliminaría, pero fallé. Esta semana que pasó le eché tierra a esta impúber promesa, como si jamás en la vida lo hubiera dicho o siquiera pensado.

Me doy cuenta que todos nuestros dramas parten de la cabeza, y esta vez es literal: los pensamientos, las intenciones y hasta el pelo interactúan en sincronía, haciéndonos pensar diferente y vivir diferente. Tal vez es por eso que ver la vida distinto ha hecho que tenga muchas historias que contar, pues no es que haya vivido mucho, más bien es que sé narrar lo poco que me pasa. Vengo de una semana de trabajo mental, de conexiones sinápticas y alucinógenas que han arrojado mucho –o muy poco- material cabañero, que por supuesto traigo en primicia.

Antes de pensar en un cerebro ajeno y su funcionamiento, decidí reflexionar en el mío: una cuna de ideas formadas por sustancia blanca y materia gris. No es misterio para muchos que le he dado una importancia casi “descerebrada” al cerebro y a las neuronas que lo componen, pero esto no hubiera llegado de no ser por la observación, la experiencia de vida y el toque celestial.

En el año 2007 surgió una idea que para muchos fue revolucionaria. Nos pidieron hacer una obra de teatro con contenido cristiano y para público juvenil. Lo más revolucionario fue que los que lideraban la actividad se acercaran a mí y me preguntaran: ¿Qué se te ocurre? ¿Cómo lo harías realidad? La vida real son esos momentos en los que se define lo ínfimo, lo mínimo y lo que para muchos es trivial, pero para otros es un cambio de vida. En el momento en que se cocinó esa pequeña idea, donde se evidenciaría el cerebro de un joven universitario pero encarnado por las neuronas que ejecutarían sus pensamientos, algo en mi interior se prendió para hacerme ver que estaba disfrutando eso de escribir personajes, eso de hacer reír y eso de poner a la gente cabezona –con la salvedad del término- con ciertos dilemas morales, espirituales y creativos.

Ese fue el origen de Materia Gris: muchas cabezas aportando, tres cabezas concretando y mil cabezas reflexionando. Todo para dejar claro que la primera cabeza por revisarse fue la mía, una cabeza crespa que tras casi un lustro puede ver y ejecutar lo que el pensamiento colectivo necesita. Mi cabeza ahora está purgada de intencionalidades faranduleras, de necesidades verduleras y sobre todo de motivaciones desconectadas del verdadero plan: que muchos vean su cabeza y sientan que han sido hechos únicos, con las exclusividades propias del Creador en sí mismos.

Han pasado los años y mi cabeza ahora esconde los crespos. Me aliso el pelo para encarnar un personaje tan parecido a mi anterior yo que asusta. Me veo distinto, me siento distinto y eso me permite distanciarme de estar exhibiendo gran parte de mi vida en una historia casi biográfica, que para muchos ha sido tan solo una comedia con puntas dramáticas.

Ahora entiendo por qué esos días de funciones ha habido atracos, problemas laborales, opresión faraónica, sobredosis babilónicas y enfrentamientos al estilo Mundo Aventura: porque seguramente hemos sido muchos los que nos hemos visto reflejados y reflexionados desde la puesta en escena. Lo importante es ver que lo que uno escribe y crea le sigue hablando a uno mismo, pues finalmente la escritura exterioriza y pule el don que ya ha venido de arriba.

Para terminar, quiero generar un exquisito comparativo y en primicia mostrar cómo entre más las cosas evolucionan y más se añejan las ideas, el resultado puede llegar a ser más poderoso. He aquí el ayer y el hoy de un mismo pensamiento:

El ayer:
https://www.facebook.com/photo.php?v=6997656106&set=t.577241674&type=2&theater

El hoy:
http://vimeo.com/29327537


@benditoavila

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