viernes, 29 de noviembre de 2013

¿Qué pasaría si el cerdo diabólico hubiera hablado?

Seguramente se hubiera incriminado, porque un cerdo parlante en esta tierra tropical nunca será bien visto. Nunca sabremos si ‘Pacho’, el protagonista de aquella nota de noticias y terror de las fincas en Córdoba, tenga alguna especie de sociedad maligna, un pacto con Belcebú, todo por culpa de aquel periodista.

Sí, porque si el tipo tuviese su sentido arácnido afilado, nunca le hubiera arrimado el micrófono. Le pediría al camarógrafo que lo grabara un buen rato, a ver si en algún momento brotaba de su hocico algún gesto parecido a los de Luz Buenona y Salomé, las diablas de Tentaciones.

O seguramente no hubiera entrevistado al cerdo, sino a las vacas sobrevivientes. Ellas son la primera fuente, las que seguramente vieron cuando el cerdo se saltaba la cerca o se teletransportaba, nunca lo sabremos. Esas reses con marcas moradas en sus patas son las que reconocen detrás de qué animal Satanás se esconde, como por ejemplo un chacal periodístico, que ávido de notas curiosas, supo hundirse en la porqueriza de la opinión pública, muy distinta a la que Pacho frecuenta.

Si hubiera hablado, ¿cuáles serían sus primeras palabras? ¿Arrepiéntanse pecadores? ¿Yo reinaré? ¿Les traigo paz? Si no estamos listos para oír verdades ambientales, y no nos gusta que nos la monten por no cuidar el planeta, mucho menos nos vamos a aguantar a un vocero del Patas que nos dé lora. Ya somos lo suficientemente lobos de mar en hacernos los de las gafas como para que un cerdo se las venga a dar de sapo.

El cerdo diabólico tal vez tendría el secreto de la felicidad, pero tristemente el periodista empezaría a pedalear, pidiendo un cambio para transmitir en directo y tocaría llamar a un traductor porcino. Por-si-no le entendemos, como seguramente sería. El cerdo se pondría sobre sus dos patas y abofetearía al periodista, no tanto por llevar ese mensaje del mal al país, sino porque el vecino y la vecina llevan peleándose las tierras hace años, y han usado a toda la finca como caballos de batalla. Le diría que por ahí debió empezar.

Luego gruñiría enfadado que no conoce a Mister Satán, que solo lo ha visto en televisión fungiendo de alto dirigente, pero que si le preguntan prefiere no opinar de la realidad del país. Seguramente inculparía de todos los males al bebé poseído de Lorica, el mismo que aparecía riéndose en casas que terminaban incendiadas.

Ese sería el origen de la rebelión en la finca, nuestra versión colombiana de un clásico animal.

Publicado en la Revista Mallpocket 

martes, 26 de noviembre de 2013

La suegra

Un amigo sufre cada vez que su novia le dice que tienen que salir a comer con sus papás. El tipo hace de tripas corazón y se esfuerza tanto por agradar, que termina haciendo ridiculeces, de esas que quedan para el anecdotario y entrarán en el álbum de recuerdos, el mismo que comparte estante con el de fotos del matrimonio. Yo lo envidio un poco, porque siempre he amado a mi suegra, aunque todavía no la conozca.

Todo hombre en estado de madurez natural, con el tiempo deja de buscar novia y se preocupa por encontrar suegra. Nunca será lo mismo, porque es casi la tercera mujer por la que uno dará la vida, aunque lo niegue y oculte. Una suegra, me imagino yo en mi ignorancia de soltero por imposición social, es como una nueva mamá a la que también hay que robarle el corazón. Así que si uno se fija bien, es casi como el levante en tercer grado de consanguinidad, porque no es suficiente con que la hija quiera estar con uno, sino también conseguir que la matrona dé el sí.

No piensen que soy un hobbit fracasado, o un pitufo emocional en asuntos de relaciones. Sí he tenido suegras, lo que pasa es que algunas ni se han enterado. La verdad es que siempre fui el amante bandido al que las chicas buscaban por su talento para socializar, bailar y besar. Varias veces fui la golfa, la de esconder, y por eso no conozco de cerca el protocolo de tener otra mujer encima en la escala evolutiva.

Sueño con el día en que la pueda conocer para poner a prueba mis teorías. Aunque dicen que de suegras nadie sabe, porque igualmente son mujeres y como tal nunca se les va a entender. Bastará con amarla y dedicarme a verla, para saber qué le gusta, si esa blusa y reloj nuevos que le regalé son de su agrado, aunque haya tenido que raspar la Master Card unas veinte veces para poder comprarlos.

Si es inteligente, se aprovechará de esta necesidad de aprobación para o agarrarme de chofer, o simplementeponerme penitencias tácitas, de esas que les gustan a las mujeres a fin de probar la casta de uno como yerno. Yo con todo gusto le diría que sí, que la acompaño a probarse toda la tienda, o a mercar y luego organizar lo comprado, o a la Iglesia. Es lo menos que puedo hacer por la mujer de quien mi novia sacó parte de su belleza. Hay que decirlo, uno ama a la suegra porque así como uno la ve, es como será la novia en unos 20 o 30 años.

Estoy convencido de que una mujer llega a la vida de uno y lo cambia todo, hasta la bendita autosuficiencia con la que uno ha convivido por más de 25 años. Y si me voy a ser colaborador de una mujer, qué mejor que venga con suegra colaboradora incluida, de esas que ayudarán a cuidar la casa y pagar los recibos cuando su hija y yo estemos recorriendo el mundo viviendo lo que fuimos llamados a hacer.

Espero que también entienda que soy un hijo prestado, y como tal debería valorarme como yo la valoro a ella. Le agradeceré el buen gusto que le inculcó a su hija, encarnado por supuesto en mí, pero también en los colores de las sábanas, en la sazón de la comida y en la ropa con que vestiremos a mis hijos, sus nietos. La suegra es garantía de una esposa honrosa; aunque también aplica si es loca, adicta al crack o a Jesús.

Así como le ofrezco mis servicios de comedia ambulante y refinada, espero que en correspondencia esté siempre disponible para solucionar los problemas que tengamos. Ojo, no es que se vaya a meter de chaperona en la relación, pero hay que aceptar que uno que otro consejo experimentado no caería mal para repetir historias de matrimonios o relaciones funestas.

Así las cosas, entiendo que uno no tiene ni idea en la que se está metiendo cuando se fija en alguien, seriamente hablando, porque así como todo niño viene con su pan debajo del brazo, toda mujer viene con su madre en el calabazo. Por eso me dedico a mirar no solamente mujeres, sino también sus madres, a quienes les va la madre por no querer verme de vuelta.

viernes, 15 de noviembre de 2013

La gran V

En este mundo todo está al revés. La policía acompaña a Justin Bieber a grafitear libremente por Bogotá, mientras hace un par de años la misma institución acribillaba a Diego Felipe Becerra dizque como medida preventiva. Aman el reggaetón y a los vampiros, pero se burlan de quien toma la decisión de ahorrar y estudiar. Lo último que me llamó la atención fue que un concejal cristiano empezó una campaña a favor de la virginidad en los jóvenes, con el hashtag #VirginidadSí. Ahora es casi que prerrequisito para todo tuitero burlarse de él y trollearlo.

Tengo que decir que este señor no me representa del todo, porque si algo me fastidia del cristianismo son los cristianos, como decía Gandhi. Sigo a Jesús, reconozco que comparto muchos puntos de pensamiento con Marco Fidel Ramírez, pero no voy con la manera en que promueve valores y moralidad, porque para mí es realmente algo fastidiosa su manera quisquillosa de no aprender a comunicarse, aunque insisto en que en su discurso hay algunas verdades a decantar.

Está claro que a la gente no le gusta que le digan la verdad, ni en la cara, ni en pantalla, ni de ninguna forma. Nos encanta habitar en nuestras zonas de comodidad porque eso nos implica no movernos de a mucho, menos en cuanto a ideas se refiere. Vivimos en una era donde el respeto es tan mutuo, que cualquier discurso es válido, pero cuando un cristiano se levanta a decir no lo que piensa, sino lo que dice la Biblia, es juzgado severamente, puesto en la palestra pública como el peor de los retrógrados bufones.

Eso es agotador. Si la gente quiere que se le respete su vida, ¿por qué no respetarán al otro? Uno de cristiano se trasnocha porque el otro no haga cosas que lo alejen del diseño original, pero llega un punto en que se aprende a respetar las decisiones diversas de las personas. Tengo amigos y hasta familiares gais a los que amo profundamente. No los juzgo, aunque por mi moralidad no esté de acuerdo con muchas de las decisiones que toman. Entrar a convencerlos con argumentos de que están errados les daría el derecho de hacer lo mismo conmigo, por eso prefiero ahorrarme la discusión bizantina y decirles que Dios los ama y ya. Mi punto es que es interesante ver cómo un tema tan casual como la virginidad, o la gran V, entra en boga y nos pone a hablar de ideas acerca del sexo y el matrimonio.

La cultura cristiana es el revés del mundo. Aquí la gente no alardea de los muchos encuentros sexuales que ha tenido, sino de haberse cuidado el kilometraje en lo posible. Vayan ustedes a una reunión de cristianos para que vean que somos gente especializada en comer, interactuar con juegos de mesa y hablar del matrimonio. Somos una raza alienígena que cree en esa idea de querer cimentar una familia para toda la vida, y por lo tanto se toma la decisión personal de consagrarse el toche para que no lo apuñalen. Brusco pero cierto.

La virginidad vuelve a estar de moda, vuelve a ser Trending Topic, todo por un fanático bulloso de esos que espantan al promedio de seres humanos. Pero el resto de cristianos permanecemos ahí, vírgenes de opinión y criterio, pasando de agache con un tema donde se nos van a burlar, pero estaría bien aprovechar para compartir del amor que acepta con o sin recorrido, con la gracia que todo lo llena, con el poder de un sueño y una visión por la que vale la pena esperar.

martes, 12 de noviembre de 2013

Resiste, oficinista

Según un estudio de la Universidad de Texas, a nivel mundial, tan solo el 29% de los trabajadores se siente satisfecho con su trabajo. El porcentaje restante se siente algo satisfecho con lo que está haciendo y una gran mayoría siente que mejor sería darse un balazo en el paladar y ver la sangre correr. O en su defecto, balear al vecino oficinista que hace más amarga la existencia.

Esto porque vivo haciendo cosas que a veces me gustan, pero generalmente me cuestan. Trabajo en una oficina increíble, pero me he hecho especialista en conectar video beams, montar el garrafón de agua y hacer reír a la gente con mis agonías personales. Uno estudia una carrera y sueña con dar pasos agigantados en las empresas, o en su defecto independizarse joven, pero no todos corremos con suerte y nos toca pagar derecho de piso haciendo caso y obedeciendo. No tengo problema con eso, lo malo es cuando se me olvida el por qué ando donde ando y hago lo que hago.

Ya he dicho antes que mi memoria es selectiva. Sólo aprendo lo que me interesa, que a veces son idioteces de la cultura pop. Idioteces que no sirven para nada, porque no me ha hecho mejor persona acordarme de memoria de todas las canciones de Dragon Ball Z, o del orden de grupos de los equipos del Mundial de 1994. Descubrí que vale la pena tener pasiones, y que ser un gran televidente de Chespirito sí me iba a servir para algo en la vida. Eso nunca se me olvida, al igual que un afiche que en un capítulo de Los Simpson Marge pegó en su improvisada oficina cuando intentó ser empresaria de Pretzels.


Tal vez alguien necesite imprimir esta foto, o cualquiera de las que circulan en Internet con gatos reales. Yo prefiero esta que por lo menos me anima, porque el gato nunca se va a caer simplemente porque no existe. Suena pesimista, pero la vida oficinista termina por recordarnos que no somos nada, que las empresas no tienen memoria y que hay tiempos muertos para quedarse quieto ahí, aguantando un poquitico más.

Siempre es bueno recordar que el secreto de las cosas está en permanecer. Se nos olvida porque vivimos casados con futuros que amamos, mientras nos juntamos con presentes que odiamos. Es aquí cuando uno debe armarse de valor para no saltar del barco sin ensillarlo, o montarse al caballo sin ancla, o algo así. Es una lección para todo en la vida, por eso son testigos de algo que nunca he hecho, oh amados caba-ñeros y caba-ñeras: dar una cátedra de teleconsejos oficinistas.

1. ¡Examínese!
Lejos de sonar a campaña de prevención del cáncer de mama, es importante darse cuenta de qué es lo que frustra y cansa del trabajo: uno mismo, el ambiente, las tareas asignadas, uno mismo, la rutina o uno mismo. A diario hay que dar el paso de volver a ponerse el carné entendiendo que la decisión está en uno mismo, y que a veces el problema y la solución son iguales. La actitud es algo que la quincena no alcanza a comprar.

2. Calmao ventarrón, que aquí te traigo tu menticol
Las empresas son mundos opuestos donde las metodologías y demás formas de trabajo son cambiantes. Uno no llega a imponerse en contra del sistema, pero sí trabaja a diario por proponer nuevas reglas, las propias. La idea no es calcar, sino siempre ofrecer una forma personal de hacer las cosas. Hasta donde sea posible lo mejor es no desesperar ni precipitarse a irse sin haberse dado cuenta de que con paciencia se gana terreno.

3. Se es lo que es, y se parece ser
Tener visión no es leer de corrido la tarjeta de letras con la que el optómetra revisa si se necesitan gafas o no. Es tener claridad en las metas y en la manera de lograrlas, por eso uno se comporta con altura aunque lo traten como bajeza. Si uno se desanima, no debe dejar que eso se note, mucho menos en el trabajo que se hace. Es necesario levantar la frente y sonreír mientras llega la quincena.

4. Hablando se entiende la gente
Vivimos atemorizados con hablarle a los superiores, nunca entenderé por qué. Siempre hay que buscar la manera de encontrar espacios donde uno manifieste sus sentires y venires, quien quita sea ese el vehículo para desenmarcarse del promedio mediocre con el que se comparte a la hora del almuerzo.