martes, 8 de noviembre de 2011

Amort oficinista

Desde pequeño he sido televidente invidente, pues crecí con la televisión en los oídos y con la radio en los ojos. Seguramente por eso escogí mi carrera; de hecho, recuerdo que una mañana del año 2001 le pregunté a mi mamá que qué estudiaban los que trabajan en radio. Ella me respondió que Comunicación Social, y sin mayor filtro ni investigación decidí internarme cuatro años después en una Facultad de Comunicación y Lenguaje.

Llegué a la Ponti-universidad y queriendo queriendo, opté por ser una cara distinta de la cultura Ávila. Ya les he reportado, cabañeros amados y cabañeras amadas -por aquello del lenguaje incluyente-, que ser Ávila es armar tierrero y salir huyendo, embalar gente para quedar bien por encima de los demás, guardar buenas relaciones así uno no tenga la razón, entre muchas otras filosofías callejeras en torno a la interacción social.

Pero si algo vi en mis ancestros Ávila fue esa pasmosa capacidad de untarse de mujeres, todo bajo el pretexto de las buenas relaciones y la bacanería con aroma a cigarrillo traficado. Ahora en mi era oficinista, insisto en mi carácter tildado por muchos de parco, tosco y hasta reacio, todo por no compaginar con la todavía extraña maña de saludar de abracito a todas las oficinistas, quienes se sienten ofendidas si uno no las llama preciosas cuando les pide prestada la cosedora.

Quiero aclarar que no le tengo miedo ni asco a la gente -mucho menos a las oficinistas-; de hecho tengo lo que es el carisma para relacionarme y sostenerles conversaciones en torno a sus borracheras, sueños personales, decepciones y frustraciones; el punto es que en mi era cristocéntrica empecé a desarrollar una selectividad natural en cuanto al contacto humano, propia de la neurosis del comediante promedio. A veces aborrezco eso de mí, porque la gente me ve como orgulloso y antiséptico, cuando soy el verdulero con más pañalitis y diarrea mental de la comarca.

Pero no todo es negativo aquí en La Fiebre. Gracias a Dios -y a los más de 721.308 votantes-, tenemos Alcalde electo, quien lejos de pensar que ganaría porque un tarotista afeminado lo dijera horas antes, fue escogido por la mayoría y ya. Aunque no voté por él, debo aceptar que algo de su discurso quedó retumbando en mi cabeza desde aquel domingo de Octubre. Bueno, decir algo es muy presuntuoso, en realidad me quedó clarísimo que se vendría La Política del Amort: una nueva era de integracción social que contrario a lo que muchos pensarían, me llevó a sentir el aroma y los colores de aquel sentimiento tan lindo -vean cómo ahora uso palabras bonitas-.

Como no les gustaba este Grinch local que respetaba sus límites -y que ahora usa bigote para verse como capo barrial-, se tendrán que atener a un ser de luz que abrazará y besará mientras las tratará a todas con expresiones lindas como: mi vida, mi amort -la más creativa-, nena, hermosa, cariño y demás palabras que tenía guardadas para alguien verdaderamente importante, pero que han entrado en desuso por culpa de Suso, el peor compañero que cualquier oficinista puede llegar a tener y que yo tengo, a decir verdad.

Si me tildaban de aburrido y ñoño por no salir a beber ni disfrazarme en la oficina, ahora viviré disfrazado de cochinote, les hablaré cerquitica del oído y les escupiré palabras lindas pero adobadas con napalm. Espero ver sus rostros horrorizados cuando este bigote les esté afeitando el autoestima y les sople lo bien que se ven escurridas en esos descaderados. Pero bueno, retomo mi lugar porque lo que debo respirar es amort, ¿no?

El amort, el amort, qué bello es querer. Yo estoy que me amo y que amo, pero tampoco pienso amart ni que me ament bajo lo que dictan las mecánicas oficinistas.


Twitter: @benditoavila

1 comentario:

  1. Jajajajajajajajaja me hiciste reír como una loca, la gente de la fila en la que estaba me miró con desprecio, pero creo que fue envidia por no poder leer lo que me hacía reír.

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