jueves, 20 de febrero de 2014

Me pido Cupido

Ahora que no tengo trabajo, curiosamente estoy más ocupado que de costumbre. Ando de cabeza recogiendo cesantías, yendo al médico, almorzando con personas, arreglando el armario, la mesa de noche y la cabeza, esta última la más absorbente de tiempo. Lo interesante es que empecé otro rol por el cual no recibo ni un peso, pero que termina dando una que otra satisfacción: el de Cupido. Debo confesar que llevo varios años tratando de emparejar personas, y generalmente lo hago el día de mi cumpleaños, fecha perfecta para invitar gente que no se conoce, que solo me tienen de amigo en común, pero según yo tienen una alta compatibilidad.

Una vez, un amigo me contó que le gustaba alguien pero no la conocía. Le propuse que me organizara una fiesta de cumpleaños en su casa, gastara torta, comida (sí, muy aventajado) y la invitábamos, pero no solo a ella sino a la hermana, aprovechando que fueron compañeras de Iglesia en la infancia. El tipo aceptó y era obvio que iba a ganar, quién no cuando se juega de local. Otra vez una amiga me visitó en otra fiesta de cumpleaños, esta sí real. Me habló de sus altos estándares, de lo peleles y cobardes que son los manes, y así despotricó hasta que conoció al hermano de un invitado. El cantar fue otro tiempo después.

Y creo que la fama se empezó a regar, porque ahora personas que no conozco me escriben y me piden consejos, me cuentan de sus tragas y yo me rebano el cerebro pensando en cómo ayudarles. Es ejercer de guionista y tener el privilegio de escribir historias con gente real, porque además de recibir la información íntima, la analizo y obtengo el perfil de los personajes, pienso en situaciones donde pueda aflorar lo que tenga que aflorar y las sugiero, para que ellos decidan. Lo importante es no forzar ni imponer, porque la pita queda tensa y se puede romper. Hay que observar con cautela y mover fichas para que todo sea natural y nunca se note que soy el clon del Hitch peruano, pero sin ingresos.

Siempre he sido fan del amor pero de una manera un tanto lejana, porque ese virus ha tocado mi puerta muy pocas veces, generalmente de manera utópica y con tintes de comedia romántica. Dice el filólogo español Fernando Alberca, que "un noviazgo debe ser suficientemente largo como para conocerse bien y lo suficientemente corto como para no aburrirse". Ante eso uno queda peor, porque además el tipo propone momentos clave que como pareja deben vivir a razón de que esa relación sea un noviazgo de verdad.

Como mis relaciones no han llegado ni a oídos de la suegra, ni mucho menos a un aniversario real con bombos y platillos, creo que tal vez por eso disfruto tanto dar consejos, porque es casi que jugar y experimentar mientras otros la embarran, o la arreglan, porque hay de todo. Una vez, un amigo me contó que estaba almorzando en su casa con su novia, su suegra y su mamá. La cosa se calentó sin necesidad de horno microondas cuando su novia, acomedida y atenta, ofreció lavar la loza y sin querer rompió un plato de la vajilla cara que la mamá de mi amigo solo sacaba para ocasiones especiales. Esto desató una pelea de gatas entre suegra, novia y madre en la que mi amigo no tuvo más que irse a jugar PS3.

La suegra se molestó con él porque no defendió a su hija, la mamá le sacó en cara la vajilla y hasta la universidad que le pagó, y para no desentonar, la novia le pidió un tiempo. Yo le sugerí que si le importaba tanto hacerla sentir bien, la llevara a un parque y que allá los estuviera esperando una caja con una vajilla, para que entre los dos la rompieran mientras le decía que no hay platos, ni pocillos, ni nada que importe más que el hecho de estar juntos y ser felices. La escena es perfecta para un chick flick, pero yo la meteré en una serie web.

Al final, el tipo no hizo lo que le recomendé y todo volvió a la normalidad. El otro man, el que me armó la fiesta falsa de cumpleaños, después me escribió contándome que salió con ella y que se dio cuenta que nada que ver. Mi amiga, la que conoció al hermano de un invitado a la fiesta, siguió criticando a los manes porque después de salir con este, el tipo se empezó a hacer el loco y nunca más dio la cara. Tal parece que mis consejos no es que funcionen del todo.

Me quedé pensando en eso, en que arrendamos lo que queremos hacer en la vida y motivamos a otros a que lo hagan por miedo a que la embarremos en primera persona. Debe ser por eso que decidí aventurarme a hacer algo que siempre quise pero no me atreví: irme a estudiar fuera de Colombia, en un lugar soñado y con condiciones que me tienen a la expectativa. ¿Creyeron que a buscar el amor? Por ahora no. Así el amor esté en el aire, prefiero sufrir de rinitis hasta nueva orden.

lunes, 10 de febrero de 2014

El fin del fin

Hay un momento en la vida donde hay que aplicar toda la fe que se dice tener. No es antes ni después, es en una fracción única y exclusiva que además de irrepetible parece adversa, porque no tiene sentido mover el status quo si no es para entrar en riesgo. Debe ser por eso que de un tiempo para acá empecé a amar las crisis, porque detrás de cada una de ellas se asoma un brillo que no brotaría en la estructura normal.

He tomado decisiones creyendo que serán para toda la vida, algunas tal vez por un tiempo ilimitado, pero otras que en el fondo del corazón ya tenían la fecha de vencimiento impreso en la parte de atrás, donde también viene la letra menuda. Ahora que leo todo esto, parecen las memorias de un jubilado de 90 años a punto de morir, pero sin querer lo soy, o siempre lo he sido, un anciano de épocas que deja morir una parte de sí en cuanto a decisiones radicales se refiere.

Como todo en mi vida, siempre hay un momento cinematográfico que respalda todo, inclusive esta escena de radicalidad sin asidero que actualmente ruedo en lo real. "Mueres siendo un héroe o vives lo suficiente para convertirte en villano", dice Harvey Dent sin ser consciente de la tremenda joya que acaba de pronunciar, no solo para Bruce Wayne, sino para la humanidad entera. Me impacta porque en la vida nos entrenan para subir, escalar y triunfar, pero pocas veces enseñan que todo tiene su final, que nada dura para siempre y es de grandes bailar el último track del disco con la misma alegría que se empezó.

El oficinismo me ha enseñado muchas cosas, me formó en horarios y hasta en relaciones sociales, tan complicadas para mí aunque nadie lo crea. Llevo casi cuatro años trabajando en la misma empresa, y jamás levantaría un dedo acusador en su contra porque aquí me formé, crecí en todas las áreas (literalmente) y conocí gente fabulosa, pero llega el tiempo en que se aprende lo que debía aprenderse, y lo que uno sabe es enemigo de lo que necesita saber.

Para mí eso es vivir, perseguir lo que amo sin importar las consecuencias. A simple vista parece un chispazo de hippismo ilustrado, pero ha sido una movida bien calculada, porque no es fácil entender que en un mundo perfecto las responsabilidades están por debajo de las pasiones, y no al revés. Como no soy hippie, sino todo lo contrario, debo empezar reconociendo que todo esto lo he aterrizado viviendo y leyendo la Biblia, bitácora que para muchos solo representa prohibiciones. De ella aprendí que la vida entera es una toma constante de decisiones sin importar que se tengan 23, 45 o 147 años de vida.

Estamos acostumbrados a tomar decisiones con seguridades, como dice mi papá: "Uno no suelta una liana si no tiene otra agarrada". Pero hay momentos en que lo único que se tiene es la certeza de lanzarse, como los malabaristas, donde no hay argumentos ni lógica más que la divina. Le pedimos a Dios que haga milagros, que abra el Mar Rojo para que podamos cruzar, pero Él espera que nos mojemos un poco los pies para que con nuestra fe se abra el camino seco.

Me aburrí del concepto estructurado de triunfo según el mundo, donde se pondera a la gente es por su plata, su academia, su linaje y talento. Nada de eso importa si nunca se ha ido detrás de la libertad y paz que producen la satisfacción de haber fracasado intentando hacer lo que más se ama. En mi caso, escribir, vivir e inspirar a otros. Gabriel García Márquez dijo que uno de escritor se busca un trabajo que da el sueldo para vivir mientras en el tiempo libre se escribe, pero ya estuvo bien de vivir al doble cuando puedo ser la mejor versión beta de mí mismo.

Por eso tal vez necesite dejar esto plasmado, porque el día de mañana volveré a estas letras para darme fuerza y recordar el día en que decidí creer que decir adiós es crecer. El día en que dejé de ser espectador y rompí la comodidad de la mente asalariada, cuando salté sin redes esperando que Su mano me sostuviera.
Que tiemblen las calles porque vuelvo a ellas.

lunes, 3 de febrero de 2014

La rodilla de Dios

Venir a decir a estas alturas que se lesionó Falcao es una completa idiotez, pues el país entero ha estado volcado de atención a él y ya sabemos que hasta le fue bien en la cirugía. Y creo que merece toda la bulla, es el mejor futbolista colombiano del momento y va en camino a ser el mejor de la historia de esta Patria Boba. Lo que me gusta de Falcao es que es ese lado cute del deporte, pues no se le ha visto involucrado ni en escándalos, ni en lupanares, ni en ninguno de espacio donde nuestros mejores deportistas siempre tienen su segundo hogar.

Falcao es de los pocos futbolistas que no son producto del azar. No en vano sus nombres, Radamel Falcao, todos obedeciendo a la pasión que su papá le transfirió y a ese sueño ancestral de quien siempre labró el camino de su hijo y se atrevió a sugerirle un destino. Esa historia me gusta, porque todo lo que involucre padre e hijo me enternece, me acuerda de Dios, el mismo que Falcao conoce, sigue y demuestra en sus acciones.

Me impacta que después del anuncio de que Falcao podría perderse el Mundial, Colombia entera empezó a manifestar su preocupación pero a la vez tranquilidad en que Falcao es un tipo de fe, cristiano, de esos que llaman las cosas que no son como si fueran y viven para contar milagros. Esa es otra historia que me gusta, la de un personaje público que le da la gloria a Dios y reconoce en él a su proveedor y sanador. Eso trae paz, y de entrada me lleva a pensar que es el papayazo para aquellos que generalizan a Dios como coautor del MIRA, porque será en una situación como esta en la que el cielo brillará y veremos algo espectacular suceder.

En el fondo, me alegra que esto haya pasado. Creo que las crisis y los desaciertos siempre tienen una razón, o como dicen las mamás, pasan por algo. Ahora y sin quererlo, los cristianos volvemos a estar en boca del país, también gracias a la entrevista que le hicieron a Daniel Torres. Yo solo me acuerdo de lo que ha pasado con la Piraquive y no la juzgo, porque como humanos la embarramos, pero sí me da un poco de escozor que por acciones de unos nos caigan a palos a todos, que por un cristiano mal parado se crucifique al resto, literalmente hablando.

Si alguno de ustedes, oh amados caba-ñeros y caba-ñeras, no conoce a Dios y le parece interesante, empiezo por decir que tratar de relatarlo en palabras es complicado. Él es una experiencia de vida en sí mismo, y solo atreviéndose a conocerlo personalmente es que se logra medio darle coherencia; porque eso sí, Dios no tiene sentido.

Ahora que hablamos de enfermedades, en 1997 le tenía profundo terror y miedo a Marilyn Manson. Sí, particular, pero me paralizaba el hecho de pensar que llegara a mi cuarto y me mostrara su ojo de vidrio, me confesara que sí era Paul el de Los años maravillosos, y quién sabe qué vejámenes más. Cuando empecé a dejar de salir por miedo a bajar las escaleras, mi mamá algo desesperada no tuvo más remedio que llevarme donde un pastor muy particular, Ariel Muñoz. Quienes lo conocen saben que, aunque le pueda doler a los fanáticos, no tiene una mano y por lo tanto no debería subirse a un púlpito. Pero eso sí, lo que le falta de cuerpo le sobra de fe, algo así como me pasa a mí.

En crisis como esa fui a dar con Dios, y me di cuenta que el miedo paralizante, el mismo que no deja que uno corra riesgos y que mete mentiras en la cabeza, era algo que tenía que erradicar. Viendo a Falcao me acordé de eso, porque sé que al final todo va a salir bien, tal cual como me pasó a mí, que aunque nunca me he roto ningún ligamento cruzado, conozco a un Dios que usa la creación completa para llamar nuestra atención.