martes, 31 de julio de 2012

D10S de grandes éxitos

Contrario a lo que muchos pensarían, este 2012 cumplo mis primeros diez años de ser cristiano como lo conté hace algún tiempo. Diez años, ni más ni menos. Es una cifra justa y apropiada para que mientras suenan las fanfarrias, los aplausos y la pólvora burbujeante, yo pueda ir incendiando casas. Para mí ser cristiano más que un motivo para felicitar a alguien es una razón para pensar. Por algo Alice Cooper, cristiano neófito y ex roquero de Belial, decía que "ser cristiano es una verdadera rebelión", porque no tiene sentido de ninguna clase promover valores, pureza sexual y lealtad en una era como la que habitamos.

Recuerdo la primera vez que pisé una Iglesia cristiana. Lo tengo grabado porque a los 7 años de edad uno todavía cree en utopías como la paz mundial o ver a Colombia campeón de la Copa del mundo. Aunque odiaba tener que ingresar a ese santo infierno controlador para niños llamado Escuela Dominical, reconozco que asistía a esos cursos ñoños porque a pesar de ser un Bart Simpson de convicción, estaba dispuesto a probar lo que fuera necesario para que alguien me quitara el pánico que le tenía a Marilyn Manson. Sí, le tuve terror paralizante al personaje aquel, al punto de que mi mamá me llevó a que un Pastor que se llama Ariel orara por mí.

Fui una persona muy temerosa, acomplejada, mediocre, tacaña y miserable. Ahora lo sigo siendo, pero gracias a Dios en niveles más humildes. Hasta la fecha mi vida ha estado marcada por experiencias espirituales. Aprendí a orar, que para muchos no es más que repetir cosas que ni entienden, o confesar como los que venden las baratijas de El Secreto. Desde muy niño experimenté que Dios existe y que no se parecía a mis papás, los seres que más aborrecí al descubrir que no eran perfectos. Tardé más de media vida para entender que la gente cercana también se equivoca, y que ni yo mismo soy la excepción.

Si usted no conoce a Dios, quiero contarle de él. No es un anciano que afila sus garras esperando que usted haga algo provocador para destruirlo, tampoco es una fuerza que se deleita enviando maremotos o tsunamis, ni mucho menos es un obeso que nos observa como si fuésemos gusanos en un cerebro putrefacto. Lo primero es aclarar que Dios no existe, Dios es. No se puede calcular ni medir, por eso mucha gente fracasa en sus intentos por conocerlo.

Dios no hace robots ni prefabrica salchichas como lo hacen algunos canales de televisión. Dios crea personajes para que cuando lo conozcan no cambien a una vida descerebrada, sino que sigan siendo fieles a su modelo original pero dándole cabida a él. Ante todo es creativo, pues nunca repite fórmulas y siempre sorprende de formas inimaginables. Dios

Este es el homenaje de La Fiebre de las Cabañas a Dios por estos primeros 10 años, que como buen blog copietas lamparetas, ha decidido plagiar lo que los Rolling Stones hicieron para celebrar sus primeros 50 años pero a su estilo: D10S de grandes éxitos, porque el que debe recibir la gloria y las hurras es Él.

Algo rico para celebrar y recordar los inicios en 2002


@benditoavila

martes, 17 de julio de 2012

Tres años luz

Varias veces en la vida me he interesado en mujeres mayores que yo. No sé si es por pensar que su experiencia complementará mi vida, o porque busco otra mamá, o porque solo las maduritas logran ver lo que las de mi edad o menos siguen buscando en tipos tropipoperos. Esa tendencia a tener affairs de avanzada me ha llevado a encariñarme con profesoras de inglés, universitarias inductoras y un cristiana que para desgracia mía, sabía muy bien lo que buscaba en un hombre y por eso nunca descartó la posibilidad de meterse conmigo, un mozalbete nacido tres años después que ella.

Hace tres años nos conocimos en la Iglesia, que parece ser el primer mercado afectivo que uno enfrenta. Algunas personas van a la Iglesia porque quieren amar a Dios, otras porque quieren que el Señor los ame, y otras más porque quieren amar y ser amadas por cuanto señor se les pase por el camino. Yo, un puritano que siempre ha tenido claro que su amor es para una sola persona, no pude evitar sorprenderme al encontrarla la semana pasada de nuevo en Colombia, por supuesto en la misma Iglesia. Ella lleva tres años viviendo en París, persiguiendo el sueño que ha tenido toda su vida y era obvio que no cambiaría sus planes por alguien con quien hasta ahora empezaba a tomar Pony Malta y a hablar de música, justo hace tres años.

Estaba intacta, con el mismo lunar en el cachete de siempre, la misma sonrisa y el mismo pelo azabache raramente ondulado. Ahora usa una abullonada bufanda, gafas de marco grueso y botas grises. Verla así me hizo imaginarla caminando por el Old Navy o el Pompidou que todavía no conozco, riendo con algunos mimos y entrelazando sus dedos con los de su futuro esposo, un francés tres años mayor que ella con quien se casará en Cartagena en tres semanas, y que para fortuna -o desgracia- mía, es casi tres metros más grande que yo.

Me acordé de ella mientras veía "De Roma con amor". De hecho, según mis amigos soy el Woody Allen de El Lugar de Su Presencia: hablo mucho, ando en una mezcla entre nerviosismo y neurosis, me quejo por todo y obtendré el perfecto balance cuando me una a una mujer que me tranquilice. No vi "Medianoche en París", porque pensé que podría abrazar la melancolía y eso no me conviene en un momento como el que vivo.

Viendo la película me di cuenta que entre nosotros nunca hubo nada, pero entonces ¿cómo hablar de amores fracasados sin quedar como un resentido? ¿Qué decir de lo que nunca fue en lo real, pero en lo imaginario tuvo pies y cabeza? Ya cada quién hizo su vida y solo queda el recuerdo de lo que nunca pudo ser, todo por estar a tres años luz de distancia.

No creo que para el amor haya edad, pero empiezo a descubrir que el amor sí tiene fronteras, que la distancia importa y mucho más cuando uno de los amantes sale del país. Debí saber que esos J'adore tes messages!, o C'est une folie, mais j'adore tout ça me confirmaban que en una posible relación a distancia, siempre hay uno que abre su cabeza, conoce mundo y mientras su nivel de ilustración sube, el de desprecio sutil por lo local aumenta.

Prometo seguir en esa misma Iglesia, yendo no a mercar amores sino a acumular historias por contar, porque finalmente el amor es eso, una historia escrita, dirigida y actuada naturalmente por uno mismo.


@benditoavila

lunes, 9 de julio de 2012

Un perro de parqueadero

La vida es como una máquina saca peluches en la que todos queremos ser rescatados. Algunos son lampiños, insípidos, otros peludos, felpudos, con luces de colores, ojos saltones y colores plateados; pero todos sin excepción somos bichos raros que en algún momento nos juramos la novena maravilla -porque la octava es sin duda alguna cualquier canción de Rescate-.

Nos creemos grandiosos por terminar de estudiar, como si graduarse no fuese ya parte de la responsabilidad de ser alumno. Hacemos miles de cosas para lograr un trabajo y justo cuando empezamos a vivir de nuestro talento, olvidamos con facilidad que alguna vez alguien nos sacó de esa maquinita, nos escogió a dedocracia y nos dio la opción de brillar, o por lo menos de salir del montón.

Uno pasa la vida creyéndose la gran cosa y se le olvida que esto es una gran perrera, donde los clientes entran a buscar mascotas tiernas para regalárselas a sus hijos. Ellos saben que un perrito será un gran compañero, que siempre mantendrá su lugar de mascota y que nunca va a llegar a dormir en la cama matrimonial, porque una de las ventajas de ser perro es nunca olvidar su rol en la casa. El perro no va a tomar el té con las niñas ni a jugar Xbox con los muchachos, él sabe que está ahí para ser mascota. Punto.

Tal vez por eso me brinca ver gente que al momento de untarse de las hieles de la fama, del éxito y del reconocimiento, siente que ha llegado al cielo esnobista y se inyecta el ego con sendas porciones de aire comprimido. Ojalá fuese helio, para que por lo menos se fueran volando y explotaran, pero no. Generalmente el perro que se cree de mejor familia se sienta a la mesa de los amos, exige cosas y hasta se siente el objeto de admiración, cuando no es más que un simple maniquí que representa un rol y que no merecería ser exaltado. Este perro piensa que todo lo que ha recibido es por él, por su buena conducta y educación canina, pero en realidad olvida que de niño fue uno más de la camada, que era exactamente igual que sus hermanos cachorros y que de su estatus de perro faldero no va a poder ascender.
 
Yo prefiero verme como un perro de parqueadero, un guardián local que vive en su mundo y ha entendido su lugar primero en pequeñas proporciones, pues no hay nada que resulte más postizo que alguien que simula ser Pasunnic cuando no alcanza a siquiera tener sus propias "Ideas for Life". No en vano Tolstói decía:  "Describe tu aldea y serás universal", como un llamado a notar que lo global se cuenta desde lo local, que el mundo está hastiado de gente que se las quiere dar de creativa-chocoloca desconociendo que en lo simple de la humildad está el secreto para ser grande, que la estatura se mide en los que han estado de rodillas.

En caso de que llegue a alguna cima, solo espero nunca olvidar que soy un perro de parqueadero, un Mini-Me de alguien que a pesar de encontrarme pequeño, gritón y fastidioso, me hizo lograr cosas grandes para Su Gloria y aplauso, no para venir a humillar practicantes por verlos como poca cosa.


Aquí estoy el día en que gané un India Catalina. Sí, es una foto futurista.


 @benditoavila