martes, 30 de agosto de 2011

La hora felina

Después de días platónicos, qué mejor que seguir con días plutónicos. Es que esa es la verdad, uno escribe muchas vainas serias y también muchas bobadas, pero ambas son realmente necesarias para el bien mental. Como La Fiebre -el lugar donde se vale decir "subamos arriba"- es un espacio más democrático que un baño público, hoy es tiempo de disfrutar de reflexiones sin sentido y sin mayor importancia más que para quien las escribe.

Cada vez estoy más cerca de convertirme en algo que no sé si quiero ser: un mamerto pop prepagado y oficinista. Me pongo el carné de la empresa antes de bajarme del Transmilenio, me sirvo agua del botellón de oficina que yo mismo pongo, saludo de beso a mis compañeras oficinistas a sabiendas del pútrido olor a pachulí que me impregnará, prendo el computador y reviso correos. Así llegan las primeras horas, en las que se van colando cascadas de imágenes en mi cabeza que ahora piensa en función comercial. Si usted alguna vez reprendió a alguien por estar pegado a un televisor y le dijo una frase como "Ni que le pagaran por ver novelas", es tiempo de que sepa que esa frase es una realidad real en mi existencia oficinista.

Menos mal existe La Fiebre, lugar donde mi mentalidad de oficinista feliz se da unas cuántas patadas con la lobotomía que a veces siento me realizan a la hora del almuerzo. Ahora respiro feliz mientras veo a gente hacer mal su trabajo, y no es que disfrute ni que me de un fresquito el sufrimiento humano, solo que en el ambiente oficinista uno siempre espera algo que rompa la cotidianidad: un petardo detonado que nos haga evacuar y hacer popó del susto, una celebridad que entra en ataque de amok y amenaza con matarnos, o por lo menos una caída de alguien por las escaleras. La cotidianidad se disfruta mucho más cuando se lee desde lo divertida que puede llegar a ser.

Menos mal todo oficinista tiene alguna importante razón para llegar a casa. La mía me acompaña hace más de un mes, exactamente desde el día que murió Joe Arroyo. La conocí y fue impacto a primera vista, pues ya hemos dejado claro que no existe el amor a primera vista aunque Salserín insista. Digamos que me impactó y cuando me le acerqué me perdí en sus ojos, más grises y girasoludos que sus propias manchas. Ahí conocí a la que sería mi primera-nueva-última mascota, una gata criolla que no es cualquier gata callejera como las que acostumbraban perseguirme en la Javeriana para aruñarme.

Esperaba que me entregaran un gato y negro, pero resultó que un hippie se lo llevó antes de que yo llegara. La vi y pensé: "Es una gata, ah, gata... ah gata". Se me dibujó una sonrisa en el rostro y como soy tan chocoloco y loco decidí bautizarla Ágatha, no por ninguna escritora ni menos por una diseñadora de perfumes más inmundos que los que usan mis compañeras oficinistas; sencillamente Ágatha, Ah gata, mi gata.

Tener mascota era de las últimas cosas que haría en mi vida, según mi Almanaque Bristol. Pero como buen escritor de horóscopos y magazines universitarios, encontré que para ser cool debía retar a aquellos que decían que no podría avanzar en la vida y además bailarles un merengue apambichao encima de sus tumbas. Tener una gata no me hace más corrido que aquellos escritores postmodernos que asocian la bohemia con un felino merodeando en sus ceniceros. Yo, un flamante opositor del neohippismo y del divorcio, he encontrado interesantes enseñanzas a la hora de cuidar y ver crecer un animal tan parecido a mí: independiente, punkero, interesado y además tan felinamente calculador.

Ágatha se parece tanto a mí que cuando llegó no quería tomar agua de la llave, sino que buscaba charcos en la cocina para saciar su sed. Ya era mi gata desde el primer día, pues también vivió sus primeras horas de existencia en el hacinamiento de un hogar clase media y ahora disfruta viendo comedias de situación a las que pocos le ven lo gracioso. Si las mascotas se parecen a sus dueños, Ágatha será una gata que se cree de mejor familia, que usa arena fina e impagable por sus propios medios y que además vive encontrando su propósito de vida felina a diario. Vendrán muchos años gatunos en los que enfrentará mil aventuras sin dejar herederos, en eso sí no nos parecemos: ella será operada prontamente y yo regaré mi semilla en alguna flor local, no tan prontamente pero sí ciertamente.


Ágatha equivale a un Bebé Huggies pero en la farándula felina

viernes, 26 de agosto de 2011

Solos y Solas

Cuando estaba en la Universidad leí un libro que me reformó el pensamiento acerca del amor. "El Amor es como una historia", de Robert Sternberg, me enseñó que somos nosotros mismos quienes buscamos nuestras propias parejas, así como nuestros propios verdugos. Según Sternberg, cuando una persona argumenta que siempre le tocan tipos o viejas parecidos, o cortados con la misma tijera es porque sin quererlo ha construído un concepto del amor que no ha trascendido, pues se ha quedado en lo limitado de una definición del amor que debe replantearse. Si el amor es como una historia, somos nosotros quienes escribimos nuestros amores y además nos atrevemos a eliminar los vestigios de amores pasados e inconclusos. Esta teoría, por supuesto muy reveladora y adecuada, es precisamente lo que uno olvida en noches como la de anoche.

Todo inicia con un correo electrónico donde recibo una invitación a un show de stand-up comedy. Muchos de ustedes saben que la comedia no me ha sido nunca indiferente, así que decido aceptar el agasajo con el mayor de los gustos. El comunicado que venía con aquella invitación también sonaba a advertencia, pues el evento tenía un fin único: socializar e interactuar con cristianas en edad de merecer. Aquí quiero hacer una pausa y debatir: ¿Quién se inventó eso de la edad de merecer? ¿Merecer qué? ¿Por qué a mí me toca merecer, si eso suena como a meritocracia o a ya merito merezco? Suponiendo que sea merecer algo bueno decidí aceptar, una vez más pensando en que las historias no caen del cielo y que como a las mujeres, hay que salir a conquistarlas para luego traerlas a la intimidad. No me malinterpreten, la intimidad del blog y no de una cama -por lo menos hasta el matrimonio. Recuerde, soy cristiano y creo en todas esas convicciones que para muchos parecen retrógradas-.

De entrada no pude evitar en pensar en Hitch, en la escena del Speed Dating. Es que para eso de hacerme reír los gringos mandan la parada. Me imaginé un grupo de cristianos rotando entre mesas y mesas, solo que en vez de hablar de sexo hablaríamos de matrimonio, de la Biblia y de cosas afines que puentearan lo vergonzoso que puede llegar a ser abrirle el corazón a alguien sin quedar como ama de casa desesperada. Eso sí, sabiendo que el evento era patrocinado, creado y producido por mi Iglesia no me cabía la menor duda de que sería elegante y muy fancy, cosa que caracteriza -y debiera caracterizar-, cualquier empresa espiritual.

Nunca he creído que el amor traduzca sufrimiento, ni que el amor muere a manos del matrimonio. Creo, como dice Sternberg, que hay varias clases de amor, pero todas en camino a ser un amor consumado: un perfecto balance entre intimidad, pasión y compromiso. Si llegara a haber solo intimidad, sería algo así como cariño de confidentes; solo pasión sería encaprichamiento del barato; y solo compromiso sería habitar un espacio vacío y sin ilusión. Podríamos combinar estos tres ítems y obtener de todo, pero el punto es que uno no puede llegar al amor sin tener claro qué piensa, qué espera y qué tiene para darle a la persona que profesa amar.

No pude evitar poner la quijada en el suelo al ver el lugar, tan fancy como me lo imaginaba. Es el mismo lugar donde he estado adorando a Dios y presenciando bodas (qué lindo), solo que ahora está vestido de sofás de cuero, cocteles sin licor, pasabocas y música chill-out para ponernos a interactuar. Ahí respiro aliviado, porque eso de las citas amorosas, sean ciegas o rápidas, creo que es algo que no cabe dentro de las dinámicas cristianas. Aquí no estábamos en cita, aunque lo interesante sería empezar a charlar y conocer gente sin pretenciones como bien lo dejaron claro los Pastores. Me alivió verlos a ellos más nerviosos que muchos de los asistentes, quienes en sus caras revelaban la angustia de elevar la escotilla que les permitiría abandonar el submarino de la soltería. Pensé que era muy joven para estar allí, pues este portento bogotano de 23 años no se imaginaría nunca alternando conversaciones con gente de mucho mayor bagaje emocional y de vida. La noche pintaba, y pintaba color comedia.

La primera tarea al entrar fue marcar la copa, seguramente habría gente que se pasaría de ambiente coctelero y la perdería en aquel río de rapto y enamoramiento, imaginaba yo. También pensé en que si no nos daban sticker para poner el nombre debía haber un distintivo y qué mejor que conocer a alguien por lo que toma. Yo agarré un marcador y me bauticé a mí mismo con un seudónimo propio para el coqueteo y el anonimato: Lalo Landas "El escogido". A este punto se podría pensar que lo que decía Groucho Marx sería mi frase de batalla: "Es mejor quedarse callado y pasar por idiota, que hablar y despejar todas las dudas". Como Lalo, álter ego alocado y hasta lamparoso debía salir y aflorar, decidí embarcarme en la tarea de meterme en el rollo y elevar la mirada, pero para pasar de agache.

Creo que una relación de amor demanda trabajo, pues es enfrentarse a una aventura desconocida donde el otro es un sujeto cambiante e imperfecto, casi un interrogante. Precisamente cara de interrogantes que debían resolver más interrogantes teníamos todos cuando nos entregaron una hoja, con lo que yo llamo dinámicas recreación Cafam: debíamos buscar que personas del sexo opuesto nos firmaran si cumplían con características señaladas, como alguien nacida en Agosto, alguien que hubiera vivido 3 años fuera del país, alguien que fuera líder de grupo, entre otras. Todo marchababa bien hasta que levanté la mirada y percibí caras inseguras, hombres a un lado y mujeres al otro, casi que procastinando el encuentro prometido. Vi a los hombres como leones con fachada de gatos, con las uñas cortadas y sin la capacidad de salir a casar ni a casarse. Vi mujeres con hambre disfrazada de esperanza, actitudes de resignación propias de una fe hipotecada. Yo me preguntaba como la canción de Cultura Profética: "Dime, ¿Por qué nadie se atreve?"

Siempre he creído que la humanidad necesita de Dios, pues es él quien puede sanar nuestras identidades y hacernos mejores humanos. Una Iglesia que se preocupa por ofrecerle espacios de sanidad a su gente está encajando dentro del plan divino, que no es que nos vayamos al cielo solamente, es trabajar a diario para que la humanidad entera conozca a Jesús y así pueda vivir el cielo en la tierra. Lo que sí fue claro es que los oídos me empezaron a retumbar y los tímpanos querían escapar cuando escuché aquellas risotadas oligofrénicas y aterricé, para recordar que lo que estaba viviendo debía verse publicado aquí, en La Fiebre -el lado B del disco-.

En tarima un fenómeno de la comedia cristiana. Fenómeno en el sentido freak de la palabra, pues ya de entrada me brincó un andamio de show de títeres de donde colgaban un par de cortinas de terciopelo con la leyenda dorada La Biblia. A eso sumémosle la aparición de un señor con traje llanero negro, alto y obesamente cálido, que se hacía llamar El Pastor de la Risa. Desde el punto de vista purista, este humorista -una fusión entre el cantante del gol y Mc Phantom- no hacía stand-up, pues se dedicaba a recalcar ruidos de helicópteros que en su versión acompañaban la narración del hijo pródigo versión Beta. Confieso que pues después de escuchar expresiones como Hermano en Cristo, Dios le bendiga, Amén, hermana y demás evangelismos tipo Enlace hasta la saciedad me eché unos cuántos globos: fui al futuro, tomé coctel de maracuyá, fui al baño, a la oficina a escribir un libreto y volví. Ah, hasta puedo alardear de que me fui a recorrer el lugar para examinar la temperatura de la actividad. Supongamos que se acabó la rutina (guiño guiño) y volvimos a la actividad, ¿Listo? Ok, moción comprada.

Si hay canciones que despierten el amor antes de tiempo entre los cristianos, son las bachatas merengudas de Juan Luis Guerra. Las cristianas, porque donde hubieran puesto la canción de la esposa del mudo tal vez hubiera afilado las Martens y parado el cuello de la camisa para salir a danzar mientras lanzo la pregunta que hasta anoche pude hacer -o bueno, hizo Lalo-: ¿Estudias o trabajas?. La gente continuó interactuando hasta que el Maestro Jedi, famoso desde las dos últimas entradas de La Fiebre, gritó a viva voz y con micrófono en mano: ¡Miren, allá está Luis Carlos! Él les ayuda a terminar de firmar su hoja, él es profe". Lalo quedó sepultado tras haber charlado con mujeres de 35, 28, 25 y 42 años, quienes se extrañaron ante la revelación inesperada de la identidad de aquel joven crespo que resultó cuasiinfiltrado y ahora rodeado de más de 35 mujeres, todas pidiéndole el autógrafo y su nombre como si fuera un ídolo pop cristiano. Todos sabemos que nada más es un perro canequero, rezandero y ahora preparador de reinas.

Dante Gebel alguna vez dijo que "No existe el amor a primera vista, existe el impacto a primera vista". Salserín cantaba en los años 90: "Lo nuestro fue amor a primera vista, primero fue a vista y después amor". Y así hay muchas frases célebres del amor -sobretodo las de Salserín-, pero mi punto es que creo que el amor es algo que está dentro de nosotros, no que llega por sí solo. Cuando uno le pide a Dios que le dé amor para amar a los demás, le está diciendo que prenda esos fogones que ya existen de fábrica en el interior -no del calzoncillo-. El amor no cae del cielo, se cultiva y crece en gente que entiende que uno decide amar: no es solamente un sentimiento, es un conjunto de acciones que permiten construir puentes con el otro y cruzarlos entre sí. Finalmente, estamos diseñados para vivir en pareja, como dice la Biblia.

Cuando uno sabe a lo que va no se enreda en el camino. Yo sabía que Luis Carlos no iba de flirteo -tal vez Lalo sí-, pero mi experiencia de cronista no hubiera sido la misma de no ser por lo que logré ver hacia el final. Vi gente que tras entender el amor como un proceso de entrega, de disfrutar su soltería como el escenario de preparación, ayer encontró un tiempo de interacción -la palabra más repetida de esta entrada-, con gente del sexo opuesto que tiene una estructura similar de pensamiento y de fe. Vi esperanza, gloria, consuelo, así como a Esperanza, a Gloria y a Consuelo compartiendo con Belisario, Antonio y Danilo. También vi a Soledad, quien se quedó con Clemencia hablando de Amador, el tipo que más escándalo hizo con la actividad pero resultó no yendo.

Me desplayé escribiendo la entrada más larga de mi historia bloggera, pero vale la pena solo para dejar sentado que Dios piensa en todo, tiene un tiempo para todo y que aunque siempre hay una primera vez, no siempre hay una segunda oportunidad. La mía todavía no llega -la oportunidad, claro-. ¿O sí?


martes, 23 de agosto de 2011

Cicatricure is The Cure

A mis 23 años -y creo que desde antes-, ya tengo claro qué es la felicidad para mí: ver Seinfeld hasta el amanecer, tomar ajiaco al mediodía, escuchar historias de vida, hacer reír y viajar. Porque definitivamente no hay nada como estar con quien toca, donde toca y lo más importante, a la hora que toca. De entrada mis compañeros Javerianos y Erreceenísticos entran a cuestionarme por usar un verbo tan impositivo que suena tan obligativo en oídos que no comprenden. El "toca" no es deber, no es imposición, es mi concepto de que a través de ciertos límites encuentro libertad.

Hoy estuve donde debía estar. Con el patrocinio del Maestro, abrí los ojos y estaba en pleno Salón Rojo del Hotel Tequendama, tratando de seguir los apuntes cocteleros de Jorge Alfredo Vargas. Esto, preámbulo desalentante para ustedes, para mí fue un buen presagio. Siempre espero divertirme por donde voy; y además ver ciertos personajes ridiculizándose a sí mismos sin que ellos lo sepan me resulta muy atractivo. Ya después de palabras, de himnos, de pasar las páginas del protocolo logístico llegó lo importante: Kim Phuc en tarima, comunicándose con nosotros en un tímido español.

Como La Fiebre -un blog terrenal para espirituales- carece de investigación, de lógica, de sentido común y hasta de decencia, voy a ampararme en esto para aclarar que no quiero ni educarlos, ni aportarles a sus vidas nada de nada. Quiero que vivan y dejen vivir, que dejen de verle sgnificado a todo y simplemente crean, ya que son tan espirituales. Este preámbulo un poco mamertoide para explicar que mi fuente es Vickipedia y que además escribo con dislexia, por si hay errores solamente capturados por la rigidez de los ojos entrenados para ello.

En 1972, los comunistas vietnamitas se opusieron a los gringos, quienes previendo que el comunismo se esparciera por más regiones asiáticas enviaron tropas a Vietnam del Sur. El Viet Cong, una especie de guerrilla vietnamita no se hizo esperar y se vino la plomazera, poniendo a las dos Vietnames a soplarse los mocos como Satán manda. Algunos enfrentamientos limitados continuaron, pero faltaría un suceso que realmente importa en toda esta cháchara histórica que aunque me gusta, sé que no genera buen rating en muchos de ustedes.

Un avión de Vietnam del Sur bombardeó con napalm -una suerte de gasolina gelatinosa que produce una combustión más duradera que la de la gasolina simple-, la zona donde Kim Phuc se encontraba con su familia. Aquí meto el Vickipediazo: "La niña de nueve años corrió fuera de la población, quitandose su ropa en llamas, fue luego de ese momento, que el fotógrafo Nic Ut registró la famosa imagen. Luego, Nic Ut la llevaría al hospital. Permaneció allí durante 14 meses, y fue sometida a 17 operaciones de injertos de piel. Cualquiera que vea esa fotografía puede ver la profundidad del sufrimiento, la desesperanza, el dolor humano de la guerra, especialmente para los niños" (sic).

1972. La niña del centro, Kim Phuc, llora mientras la piel se le calcina ante sus ojos.

Ahora ella es una mujer, es casi un ser de luz que transmite paz por donde camina. Contrario a lo que uno pensaría -que toda víctima de la guerra está sedienta de venganza irrefrenable-, Kim sonrió y abrió con una frase que a muchos les suena de cajón, seguramente porque no han vivido lo suficiente: "Todos tenemos una historia para compartir, pero no me interrumpan que hoy es mi turno". Una mujer que vio cómo su abuela y su primo se desintegraban y morían tratando de alejarse de la aldea, alguien que fue perseguida por su propio Gobierno para que fuera "símbolo de guerra" estaba sonriendo perfectamente vestida ante todo un auditorio en Bogotá.

Con tan solo 9 años, Kim ya conocía muchos hospitales y salas de cirugía en el mundo. Le bastó convivir en dichos lugares por más de 10 años para entender que lo suyo era la medicina. Estoy seguro que si ella nunca se hubiera quemado no habría decidido hacer el juramento hipocrático, lo cual me lleva a reflexionar sobre esos inexorables designios, aquellas cirunstancias que se salen de nuestro control y que finalmente son las que hacen de nosotros lo que somos.

A sus 19 años y en medio de una búsqueda de felicidad en una biblioteca, Kim descubre una Biblia añejada que decide escudriñar, a manera de paliativo, ante el dolor de sus cicatrices ocultas tras las largas blusas que nunca se atrevió a dejar por vanidad. La vietnamita se convierte al cristianismo, algo que en la actualidad muchos ven como desperdicio, estupidez y hasta contradicción humana. Pero Kim, impecablemente vestida, tan solo atinaba a sonreir, como quien tiene tan clara su identidad y su interior que no necesita simular nada.

Kim no vino de paseo: vino a enseñarnos que el perdón libera y que además purifica. Mientras citaba Lucas 6: 27-28 y mostraba una taza con café negro, alardeaba de haber conocido a algunos de los pilotos que destruyeron su aldea. Y digo que alardeaba porque para ella fue clavísimo el poderles decir en la cara que los perdonaba porque ahora su corazón estaba limpio y purificado, tan cristalino como el agua que sostenía en su otra mano. Cómo olvidar que ese café negro, aquellas impurezas del alma, vienen a tornarse en diáfanos ríos donde el perdón abunda.

Yo digo que si Kim Phuc pudo perdonar a los gringos, si ha sabido amar a aquellos pilotos que exterminaron su juventud uno puede perdonar cualquier cosa. Ella dijo al concluir: "Perdonar no es fácil, pero como cristiana no solo oro, hago mucho más: dejo de preguntar por qué a mí y decido confiar y obedecer. No hay otra manera". Pero lo que más me impactó cuando mostró sus brazos, contó que se había casado y que además sus cicatrices le recordaban que Dios la había sellado. Duro, fuerte y algo que nunca esperé plasmar en este blog.

Lo único que pude hacer fue anotar en mi cabeza todo esto, buscando grabar cada detalle y reproducirlo fielmente aquí mismo. Pero, finalmente soy un perro canequero y lo saben. Lo único que pensaba al ver a tanto cristiano merodéandole fue que sería terrible que le cantaran "Fuego Fuego, que no se apague el fuego", "Fuego de Dios, consúmenos", o cualquier otra lírica espiritual. Seguramente nadie se hubiera atrevido a hacer semejante canallada, pero aunque existiera alguien como yo -es decir yo sí lo hubiera hecho-, vale la pena, porque seguramente hasta eso lo hubiera perdonado.

El camino entonces vuelve a ser entender que aunque no se pueda cambiar el pasado, hay que hacer cosas en el presente que afecten el futuro. Esta, frase que seguramente el Padre Gallo recalca en sus mensajes de perdón, viene a ser una verdad de a puño con la cual coincido y que no espero que suene a neo-hippismo, pero como decía Cerati: "Perdonar es divino".


jueves, 18 de agosto de 2011

¡Brincos dieras!

La Fiebre de las Cabañas -otro show que no tiene cóver- parece convertirse en material cáustico para pequeños padawans. Me han hecho saber que es una terapia de lectura obligada para entrar en una nueva corriente del Maradonismo, también que es un prerequisito para entrar a una membresía estilo Fight Club y también una práctica que muchos han calificado de "adictiva, irreverente y necesaria". Y ya que se estrena la segunda temporada de El Man es Germán, qué mejor que relanzar el blog que más egg tiene en la esfera cristiana y farandulera de la televisión colombiana.

Aprovechando también que el mes entrante se celebra el primer aniversario de la muerte del Mono Jojoy -suceso que marcaría el inicio de esta linda letrina (porque tiene muchas letras)-, llega la hora de sentar como dicen los letrados un manifesto: la declaración pública de los principios que rigen el blog con más lectores desde hace dos semanas.

1. Aquí, como se es colombiano, quien lo vive es quien lo goza: todos somos felices porque nos creemos brasileros en cuanto a fútbol se refiere, pero no llegamos ni a afganos ni a santafereños. Eso sí, Colombia no es ni será pasión -si acaso Poison-.

2. No hay hippies ni mamertos que vengan a contradecirnos, pues ya hemos desarrollado un filtro anti-ñoños y religiosos para que La Fiebre no sea prostituida en manos equivocadas, como de aquellos príncipes rosas que creen que la cruz está bañada en arequipe y que hombría es una moraleja de algún capítulo de Hello Kitty.

3. Leamos y escribamos que mañana viviremos: el material publicado y difundido en este blog funciona bajo creative commons, es decir, se usa y se consume en dosis recetadas por el Dr. y mami pero siempre usando comillas y dando el crédito. Es principio básico de etiqueta editorial. Así que úsese, difúndase, embriáguese y disfrútese que todavía no hay remedio para la resaca.

4. El placer no está en lo literal: si usted, querido caba-ñero, frecuenta este lugar buscando entretenerse o animarse, vaya a ver sábados Felices y de paso explíqueme los bajos índices de lectura en los jóvenes bogotanos. Espero eso explique cuán errado es leer este blog y bebérselo de un sorbo, siendo literal y sin siquiera degustarlo. Al igual que el directorio telefónico, La Fiebre está llena de mensajes entre líneas por descubrir. Hasta hemos regalado carros que nadie ha reclamado.

5. ¡Brincos dieras! y aquí nos vamos a detener un momento.

Ya, suficiente.

Estuve hoy reflexionando sobre mi rol de oficinista del imperio y la verdad, siento que Shakira escribe canciones muy tontas. También me preocupa el hecho de que llegue el cumplimiento de la Profecía Maya y no pueda conocer otro país más que Melgar, pues creo que hay escenarios mucho más interesantes por conocer en persona que solo por Google Earth.

Si mis contendores creen que voy a callarme, que me chucen el teléfono para que les de escozor hallarse en la mentira. Si mis seguidores creen que la tengo clara, que descubran que soy un perro canequero y además rezandero. Una vez más me doy cuenta que uno planea muchas cosas en vida: casarse, tener hijos, viajar, comprar una casa, asesinar fanáticos religiosos, sembrar un árbol, escribir un libro, entre otras metas comunes. Lo interesante es que detrás de los muchos planes debe haber varios motores con caballos de fuerza que impulsen los sueños y a través de sus pistones los convertan en acciones concretas y claras. Yo ya tengo el mío, el que escribió mi historia y me mostró el final desde el DeLorean.

Hoy aprendí que la palabra Autor viene de Autoridad, así que como el mandamás de este espacio en la web, como gran señor de este feudo literario de una otrora gloria del balompié, debo afirmar que los temas aquí publicados no los escojo yo, de hecho ellos me escogen a mí. No tengo nada planeado ni estructurado cuando escribo, tan solo ideas que se van hilvanando mientras salen de mis dedos. Así que no esperen lógicas de lectura ni de escritura, porque no hay nada más triste que pararse frente a algo y denigrar de él porque no se ha entendido la estructura que propone. O sino, pregúntenle a Tarantino.

A fin de cuentas, la contradicción reina en mí. Sigo siendo humano -declarado zombie por aquello de que ya no vivo yo, sino Jesús en mí-, pero sigo siendo fanático de las sorpresas, del arequipe, de las Sitcom y de cuanto elemento retro encuentre en un mercado de las pulgas. Soy un humano que ha entendido que Dios no maneja fórmulas ni estructuras argumentales para las vidas de los que ama, de hecho creo que el amor cree y confía. Yo confío en que cosas mejores me perseguirán, más de lo que he podido siquiera pensar alguna vez.

¿Que si me las sé todas? No, ¡Brincos dieras! Ojalá tuviera siquiera un ápice de la lucidez de muchos de ustedes, para agarrar ese fragmento y botarlo a la caneca donde se agrupan todas esas ideas que nos pretenden dar seguridad. Como diría Guillermo Arriaga, escritor y director de cine cuando se le preguntó por las estructuras con las que escribe: "No planearlo todo da el chance de que haya sorpresa y humanidad en los personajes". Una vez más, prefiero ser un humano contradictorio que depende de Dios, que un santurrón mercenario que cree tener todas las respuestas.

Amores concretados, ponzoña, hieles santas, más milagros creativos y hasta comedia de situación aplicada son lo que ha de venir para este nueva temporada. Por ahora, me dedicaré a practicar los aeróbicos ahora que tengo Dr Martens y puedo ser punkero de verdad.

jueves, 11 de agosto de 2011

Efe de Fe

No creo en la idolatría, ni en el divorcio, ni en la amistad con derechos, ni en nada que tenga la palabra positivo en algún extremo. Creo en el amor, en la paciencia, en el futuro, en mí, en el hoy, en las ideas, en la libertad, en la fe. Creer en la fe puede sonar a pleonasmo, pero para mí una cosa es tener fe y otra creer en la fe que se tiene. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, dijo la Chimoltrufia. Una cosa es creer en Dios, y otra es creerle a Dios.

Tras estos días de fútbol violento, de conciertos cristianos violentos, de tuitazos violentos y hasta de reacciones violentas, qué mejor que escribir desde la paz. No es que ahora sea Zen o hoppo, simplemente he reflexionado en cuanto a lo que he estado haciendo con mi vida estos últimos 23 años. Estas disertaciones, lejos de ser material para hacer stand-up o para venderle ideas a un libretista local, son acepciones a cualquier generalidad: yo he sido mi propio libretista y mi propio estandapero, a decir verdad. Por eso, antes de decir que mi balance es positivo -la palabra más fea después de básicamente-, prefiero aclarar que he vivido feliz porque he aprendido a construir mis propias historias de vida.

Por estos días tuve el privilegio de hablar con uno de los grandes: uno de los peces gordos que seguramente, como yo, alguna vez fue piraña y también mordía duro. Yo de cariño le digo Maestro, porque aparte de deberle una profunda admiración, me ha enseñado lo que yo nunca había podido aprender. En nuestra charla, atiné a preguntarle de Dios, de la plata, del propósito, de la vida. Como buen padre que es, sentado en una poltrona de cuero con vista a la Avenida Suba, me dijo una que otra frase que vale la pena compartir.

Al preguntarle sobre las deudas, me aclaró que mis conceptos heredados de la publicidad no estaban sincronizados con las ideas bíblicas. "Estar endeudado no es deberle plata a alguien, es haber dejado de pagar", dijo mientras trataba de tapar el sol que golpeaba su cara. Además de hacerme varios llamados al orden y al ahorro, me llevó a pensar por qué hago lo que hago, pues aunque nunca he sido militante crediticio sí estaba casado con la idea de que el préstamo es un invento de Lucifer. Y va uno a ver y sí, lo importante es reconocer el propósito de endeudarse y siempre tener la mirada en el cielo con los pies en la tierra.

Cuando llegamos al tema emo -emocional para los incautos caba-ñeros- dijo algo que me pareció divertido: "Cuando me casé lo único que tenía era visión, un Dios patrocinador de locuras y una esposa igualmente loca". Frases como estas me ponen a delirar, pues si los grandes hacían las cosas que yo ahora hago de joven, una vez más me convenzo de lo que he visto. No es un misterio que yo vengo del futuro, que el Doc me invitó a usar el DeLorean hace algún tiempo y ya conozco el final de la historia. Ahora lo que hago es escribir el nudo, pues atravesándolo llegaré al final cándido que me espera.

"El amor cree" dijo con la parsimonia de un visionario. Otra vez el tema de la fe. Yo creo en muchas cosas, inclusive en que el amor cree. Es por eso que más que fe para vivir, se necesitan raciones poderosas de fe para untarle al pan esnsanduchado del amor. Aparte de frases cantinflescas como esta última -en la que que sentí que competí con Arjona en ligerezas lingüísticas-, ya entendí por qué mis detractores buscan mi cabeza: hay cosas que existen no para ser entendidas sino para establecer rutas distintas de exploración. Yo soy una ye en sus caminos, una piedra en sus zapatos, una punzada en sus vientres.

La charla tomó ritmo y justo en el clímax recibí la iluminación -lo mismo que los cristianos llaman revelación-: "Yo tengo tres secretos, el primero es Dios, el que me dio los secretos; el segundo es visión, que para mí es saber dónde quiero llegar y el tercero es berraquera, que es saber que todo lo puedo lograr". En ese punto yo ya podía salir a matar gigantes armado con cortauñas, así que reafirmé mis pasos, me afilé la palabras y decidí tener fe en mi fe, en mi propósito y en mi propio camino, pues sé que este es el momento de examinar los planos del edificio que ya he empezado a construir.



lunes, 8 de agosto de 2011

Puño y pata gospel

Una de las libretistas que conozco y más admiro -porque uno admira gente que jamás tendrá cerca-, me dijo alguna vez que las grandes hstorias parten de contarse sencillas y aisladas para luego imbricarse en una madeja dramática: que es más fácil pensar en hechos y personajes suelticos para luego interconectarlos con el universo planteado. Este ha sido un tiempo donde he podido accionar tal premisa en mi vida real, pues nuevamente entra el Deux ex machina a hacer de las suyas conmigo. Digamos entró, porque los sucesos del pasado fin de semana han sido dignos de plasmar.

De un tiempo para acá he visto mi giro hacia la efímera fama cristiana. Nunca esperé hacerme reconocido ni famoso, tampoco es que lo sea, pero en estas últimas temporadas varias personas me han hecho sentir su respeto y admiración con gestos, buenas palabras, souvenirs de Chespirito, libros, música, manillas VIP para Bogotá Gospel y hasta pocillos con la cara de Homero Simpson. Eso y la fama no son lo mismo, pero el hecho de empezar a surgir como líder de opinión cristiano -ojalá no como Moisés Angulo o Yuri- me ha llevado a reflexionar sobre la responsabilidad que La Fiebre empieza a adquirir.

Ya le he cumplido mi promesa al divino baby: hace una entrada prometí abrir mi cuenta en Twitter con la responsabilidad de nunca parecerme a Uribe. No quiero ser tomado como una otrora gloria del balón que se dedica a despotricar de quienes lo admiran y hasta apoyaron, así que desde @benditoavila he decidido tuitiar, trinar, reflexionar y hasta cuanto verbo eufemista queda para decir las cosas que o se me ocurren o me apropio. El punto es que desde mi Twitter y gracias a él logré una aclamada manilla azul para ver en platea al mero mero, al real Man, al que para mí es como un Joe Arroyo pero cristiano: Marcos Witt.

Justo cuando el panorama está casi resuelto, las cosas pueden cambiar estrepitosamente. Ese para mí es Dios, alguien tan sorpresivo como abrumante, que siempre ofrece cosas tan nuevas como a él se le pueden ocurrir. Nunca me hubiera imaginado que faltando tan solo dos minutos para irme al Simoncho, mis dos hermanos menores -apáticos cristianos de lobby-, decidirían ir al evento cristiano masivo y gratuito más grande del continente al que yo me dirigía. Eso implicaba tomar la decisión de dejar atrás las prebendas y los privilegios que pensaba me merecía, así que haciendo de tripas corazón salí a la calle dispuesto a engalanar de alabanzas el parque aquel, claramente desde el burdo gallineral.

Cuando volví a abrir los ojos, estaba en una de las simuladas gradas del Simoncho rodeado de varias personas con quienes decidí disfrutar mi asilo ministerial. Allí jugamos, reímos y hasta charlamos de vanalidades como la estatura de algunos cantantes y lo difícil que es para mí siquiera ver una camiseta cristiana en alguien que la porta con indecencia. La gente no debería tener camisetas con versículos bíblicos que ni siquiera conoce, pues da grima ver gente de ropa con pescaditos e ixoyés como accesorios haciendo gala de lo galas que se ven.

Me controlo y me recuerdo a mí mismo: No soy Uribe. Hago planas mentales con estas líneas mientras recuerdo la hazaña de anoche, aquel regreso a los ruedos gospel y a las reparticiones preadolescentes de camándula, puño y pata al son de coros que proclaman a Jesús. Es real, el pogo cristiano existe, así como el mosh cristiano, el reggaetón cristiano, el club de solteros para cristianos, entre muchas otras categorías. Llevaba varios años sin romperme la crisma en el nombre de Jesús, pero anoche valió la pena solo por lo que terminó sucediendo minutos después.

Bogotá Gospel es un evento con tan solo cuatro años de antiguedad. Representa un esfuerzo inmenso de concejales, gente cristiana en altas esferas y muchos otros que le han apostado a que los cristianos tengamos en espacio en el Festival de Verano de la capital. Lástima que versiones anteriores se vieron empañadas con la presencia de Sammy el Heladero, quien fue el que aseguró que en su mandato este espacio existiría o dejaría de ser Alcalde. No tengo más comentarios sobre el particular.

El punto no es despotricar -cero y van tres-, lo realmente neurálgico es que la Biblia dice que donde hay dos o más que se reúnan en su nombre Él se manifiesta. Ayer nos reunimos más de cine mil personas, pero justo al lado de nosotros habían 15 particularmente curiosas: esa modalidad subversiva de cristianismo hipster que se ocupa solamente de golpear y dárselas de golpeadores como pretexto para no enfrentar a Dios cara a cara. Ayer, personajes de esta calaña se volcaron sobre mi parche -ya hablo como ellos- a buscarnos lío; y como a mí me encantan los retos debo decir que enfrentamos las cosas con una forma inusual de ultraviolencia.

Ante la mirada atónita de mis hermanos -punkeros en plena rehabilitación-, nos unimos a levantar las manos. Sí, justo cuando se abalanceaban sobre nosotros para trinar a pata a nuestras amigas -y no por tuiteras-, sale la banda de nuestra Iglesia a tocar. Con los ánimos arriba, los taches aún más en alto que nuestras propias manos, vimos cómo ese escuadrón de ralea con cara de fanáticos de Alison bajó la guardia. Nos miraban de lejos mientras nosotros lo hacíamos de reojo: cerramos los ojos, adoramos a Dios y tras un paso de tiempo fue increíble ver que éramos ahora una isla en la mitad de la plaza, isla observada por miles de ojos desarmados ante sujetos que queríamos impactarlos con nuestra forma de acercarnos a Dios.

Llegó el momento culmen cuando Marcos salió a tocar. Para ese momento, la manilla azul que me aseguraba el acceso a la tierra prometida importaba poco, pues no hay nada que me haga más feliz que rayarle la cabeza a quienes me observan, me siguen y hasta me admiran. Esto es lo que hay: tuitazo limpio, puñetera santa y timbos de agua bendita para repartirle, siempre desde un amor profundo por la diferencia y respeto por la divergencia.



martes, 2 de agosto de 2011

Muerto en las Canarias

Como diría un animador de bingo bailable en las cataratas de Melgar: Sigamos gozando, sigamos disfrutando. Cuatro palabras que conectadas me llevan a pensar en una positiva frase -lástima que desde que existe Jorge Duque Linares todo lo positivo queda resumido a una actitud ilusa-. Este ha sido el año del falso positivismo en mi vida, y no porque esté jugando a dar de baja personas y a esconder las manos con complicidad, sino porque la muerte ha estado rondando. La Parca, La Huesuda, La Pelona o como se le quiera llamar, ha estado afilando su guadaña plateada ante mi mirada atónica, descabezando a varios de los que profesaban amor y fidelidad absoluta hacia sus ideales, entre esos yo mismito.

Nunca le he tenido miedo a la muerte. Para mí morir no es cobardía -como sí lo es el sucidio-: la muerte es un inexorable fin al que se debe llegar tras haber cumplido determinadas metas. He experimentado distintos tipos de muertes: muerte a la bandera, muerte a un padre, muerte al rey -o jaque mate-, el muerto al hoyo y el vivo al baile, muerte a la música, maldice a Dios y muérete, muerte a los sueños, muerte al amor, muerte al reggae, la muerte del Príncipe Masmelo, muerte al ego, muerte al Lego, muerete-te-te versión Calle 13, entre muchas otras encarnaciones que me dejan ver que todo es finito y siempre tendrá un final.

Como me han llegado noticias del auge de este blog -el único gadget más inoficioso que el buscaminas del PC de Raúl Reyes-, debo empezar por aclararle a las nuevas audiencias que nada que lo que se publica en este lugar es verdad ni debe ser leído en sentido literal. La Fiebre -O sea este remedo de Blog- nació como la perfecta excusa para mantener la cabeza lejos de la esquizofrenia, fue de entrada un ejercicio de muerte al ocio. Ahora, cerca del final de los tiempos -insisto, la Profecía Maya nos espera-, no resta más que sentarse a escribir y seguir creando mientras se espera el deceso.

Este post viene cargado con algo de nostalgia, pues no hace mucho acabo de morir una vez más a algo que amo y siempre amaré: la juventud (divino tesoro). Querido nuevo caba-ñero -así se les llama a los lectores de este engrendo hijo mío-, no se asuste ni de por hecho que lee la bitácora de Luis Alfredo Garavito; sepa usted que desde que tengo memoria he soñado con los medios y la juventud reconciliados y en torno a un ideal certero: Jesús y su causa. Este año también he muerto a eso y aunque no ha sido fácil, sigo pensando que la muerte es la mejor opción para no demandar, para no esperar lo que no me corresponde ni para abrazar la idea de un futuro mejor.

Como podrá ver, Su Excelencia (nadie lo había tratado tan bien hoy, ¿Cierto Caba-ñero?), este es mi lugar y por lo tanto escribo lo que se me da la gana. Aquí no tengo un productor encima pidiéndome libretos corregidos, ni tengo lectores que me censuran, ni mucho menos panelistas que me contradicen. Aquí digo lo que quiero, ¿Pero sabe? estoy preparado para morir a eso también, pues creo que la rendición también es una forma de resistencia y de esta forma adobo el camino para algo mucho más eterno. Eso es lo que busco: la eternidad, la inmortalidad, salir del anonimato y dar la vuelta por el camino del desprestigio para agarrar la curva de la inmortalidad.

Ahora heme aquí: cuando creía que había nacido para hacer comedia me topo con tremendas aseveraciones hasta agónicas. Bueno, finalmente la comedia es tragedia en sentido contrario. Es esta la ocasión perfecta para manifestar mi profunda admiración a Chespirito, al Tano Pasman y a La Tele; y mi repudio eterno hacia Shakira, las mal llamadas Hattas y todo lo que parezca producido en serie pero se las dé de artesanía. Como este escrito parece de muerte lenta -otra vez la muerte al ruedo-, decido enfrentar mi retiro a partir de ahora y morir a todo por trigésima vez mientras espero la Van que me llevará a dar una vuelta por el universo con escala en Islas Canarias, lugar que he decidido conocer temporalmente.

Allí, en el descanso, me dedicaré a seguir el ejemplo de Uribe: a tener una cuenta en Twitter y a cazar peleas con extraños a quienes trato de desautorizar en mi calidad de ex. También dejaré viendo un chispero a los que creían que estaba muerto, porque en realidad ando de parranda dándomelas del rabisalsero y del sibarita cuando en realidad siento que hasta a eso debo morir. Por aquí en La Fiebre, pasa de todo y no pasa nada, así que seguiré siendo aquel vendedor de gaseosas al que nadie toma en serio.