martes, 15 de febrero de 2011

Chespíritu Santo de Yosh

El paro de transportes en Bogotá me obliga a escribir recluído en el búnker donde grabaron las candentes escenas de El Capo. Examino que todavía hay restos que la producción dejó, como brasieres y vasos a medio beber de Colombiana (la nuestra). Naturalmente por estos lados no se puede mencionar el Top of Mind de las bebidas gaseosas, pues sería como prestar el auditorio de la Iglesia para un concierto de Marilyn Manson, patrocinado por La Mega (como siempre pegándose de cualquier evento o artista a quien se le pueda succionar la sangre)y amenizado por El Cerdo Molina.

El paro no trae cosas del todo malas: hoy mi jefe me ha dado parte de la tarde para que no me coja la noche, entonces dejo mis oficios de empleado doméstico televisivo y me instalo frente a la cabaña (que para mí es parecida a la del libro), pero es la mía. Este espacio pseudo-intelectual-mamerto-ñoño ya camina, pide biberón y a veces se golpea la cabeza cuando se le deja afuera del corral. El bebé crece y cada vez pide más niveles de gasolina, pero como yo todavía ando en Dodge, me toca enseñarle que debe ir a su tiempo, como dice la Biblia.

Después de revisar mi closet y encontrar que todavía guardo la chaqueta de la promoción 2004 del Colegio Satánico Tomás, he decidido dar un vuelco radical a mi vida. Tras mi último cumpleaños pude comprobar algo que ya había sospechado (lo sospeché desde un principio): la gente piensa lo más obvio de mí. No soy un ser tan complejo como parece, pero sí he empezado a notar que padezco el Síndrome Sheldon Cooper: siento que me ven como el tipo que es inteligente, pilo y hasta creativo pero está condenado a verse como Daniel Calderón o como el difunto Gary Coleman. Me resisto a que piensen que soy solo un geek a quien si se le regala algo de Chespirito o de Star Wars ya se conquista.

Gonzalo Valderrama alguna vez me dijo que burlarse de Ricardo Arjona era como burlarse del bobo de la clase. Me siento el Ricardo Arjona de la juventud, aquel que como tiene una afición chespiritesca siempre estará esperando regalos o comentarios del particular. ¿Será que está mal gritarle al mundo que no soy solo lo obvio? ¿Que me mama que le peguen al perro desde el lugar común, porque saben que Chespirito siempre funcionará conmigo?

Por ahora me limpio las manos y me calmo, porque quienes leen esto tienen sus razones (las cuales me gustaría conocer algún día, pues esto es una payasada mayor que Mili Vanilli) y no tienen la culpa. Yo he sido el Sheldon que ha vendido una imagen que no es que me fastidie, pero que no alcanza a englobar la complejidad de mis ideas. Creo que es una especie de frustración hacia la gente que me rodea, porque espero que cada temporada haya nuevo material y nuevos conflictos por resolver, pero este personaje que escribe E-V-O-L-U-C-I--O-N-A, y no espera que de regalo de bodas tenga que recibir otra camiseta de El Chómpiras, pero esta vez para su pequeño hijo, o hija.

Los camiones siguen quietos, pero yo no. Avanzo y pienso en el futuro pero parado en el presente. No me gustaría llegar a ser un Peter Pan Villalobos ni mucho menos un Peter Pan que EsHkribE coMO CoLeGiALA i sE sIEnTE KUl. Querido lector, hoy estás asistiendo a una operación a corazón abierto, sin mucha anestesia pero con un alto porcentaje de riesgo de perder el tumor lamparoso que parece todavía joder.