miércoles, 25 de abril de 2012

Cultura cabañera

Ya ni me acuerdo cuándo fue la última vez que escribí algo dirigido a ustedes, oh amados cabañeros y cabañeras. Reconozco que los he tenido muy olvidados, pues le he dado rienda suelta a la vida capitalista, que es la que paga el Icetex, el Telmex y demás cuotax pendientex. Esa es la verdad, La Fiebre de las Cabañas, otro blog sobrevalorado, es mi forma de dejar plasmado lo que se me ocurre en determinados momentos de la vida, no una forma creativa de lucro. Yo escribo porque quise, a mí no me pagaron. Aunque vivo de escribir para otras plataformas comunicativas, hay días en que no quisiera plasmar ni una letra más.

Hago estas salvedades como cuando en los programas de Chespirito quitaron las risas enlatadas "por respeto al público". Ustedes me merecen respeto, aunque no lo crean. Tal vez no sepa si tienen blog, si son príncipes azules o embajadores del averno, pero me leen y como tal debería cuidarlos, o por lo menos no ofenderlos. Aunque no me interesan muchas de sus vidas, debo confesar que sus ideas sí. Esa es la cultura cabañera, módulo educativo con amplia adaptabilidad para oficinistas, universitarios, tuiteros y los demás nichos que me han hecho llegar reportes QSL de lectura.

Después del saludo emotivo, prosigo a dejar clara otra de mis pretensiones bloggeras: el ejercicio de pensamiento. Sin rayar en que todos se vuelvan cerebritos de alto coeficiente intelectual, escribo para que muchos aterricen su fe con elementos racionales. Me esfuerzo para que muchos conozcan a Jesús a pesar de mí, de mi visión corroída de algunos temas y de mis múltiples prejuicios. Sueño con el día en que la gente busque a los cristianos para pedirles no solo consejos para llevar la tusa, sino también para hacerles consultas laborales de todo tipo, pues estos han demostrado ser una raza diferente, una raza contra el viento.

Nunca he buscado que ustedes se parezcan a mí, ni mucho menos que se identifiquen conmigo. Quiero que cada uno recorra su camino propio, descubra su propósito y atienda a cumplirlo. No me interesa que les guste Chespirito, Rescate o el ajiaco tanto como a mí. Tal vez es por eso que me gusta la relación anónima que uno genera con el grupo de lectores que tiene, porque les garantizo que si encuentro a muchos de ustedes en la calle los trataré igual a que si no los conociera. Esa es la cultura cabañera: más intelecto y menos físico, más Twitter y menos Facebook.

Si existe este blog no es para armarme un trono intelectual, más bien es mi propio ascenso al cadalso: me la juego por plasmar cosas inexistentes que prometen cobrar vida mientras ustedes creen que es una comedia. Hoy una vez más decido comprometerme a aportarles, divertirles, ofenderles -en caso de emergencia-, sacudirles y sobre todo edificarles con pasión, porque sin pasión ni se puede amar a Dios ni mucho menos escribir.

No es más por ahora. Me despido recordándoles que si me preguntaran a quién salvaría en un incendio, si a un animal o a una pintura cara, no salvaría a ninguno porque me gusta ver las cosas arder.


@benditoavila

miércoles, 18 de abril de 2012

Mi Chavo interior

En 2008 recuerdo estar sentado en una clase de video experimental, donde más que "cosas de fritos" -como le decían algunos compañeros ñoños-, veíamos la forma en que una pieza audiovisual podía moldear la mirada de la gente y hacerla vivir experiencias incontables en cualquier parte del mundo desde la comodidad de su sofá. La imagen, el sonido y el contenido constituyen ese cíclope electrónico, aquel poderoso medio de comunicación al que además le he dedicado todos los años de mi vida profesional -que han sido dos en total-: la televisión.

Siempre me ha gustado la televisión. Recuerdo haber visto todo tipo de programas, pero nunca unos que me hayan impactado tanto como aquellas comedias producidas por Televisa desde la década del 70 y hasta entrados los 90, protagonizadas por unos simpáticos personajes que responden a nombres y apellidos con la letra CH -o las letras, según el grado de purismo con el idioma-. Desde que tengo memoria he sido y soy un admirador acérrimo de la obra y persona de Roberto Gómez Bolaños, bautizado por el director mexicano Agustín P. Delgado como “un pequeño Shakespeare”, y latinoamericanizado como Chespirito. Yo creo que por eso, cuando tuve la opción de escoger carrera universitaria, tomé un sendero que me llevaría hacia la televisión; y en ese camino a plasmar en mi trabajo de grado mi marcado fanatismo por la obra de este personaje de talla internacional -aunque ambos medimos los mismo 160 centímetros, por lo tanto no sería talla internacional, sino talla small-.

En la adolescencia viví un fanatismo solitario, porque aparte de no ser bien visto que un joven no siguiera a los pokemones por andar pensando en Chaparrón Bonaparte, fue en esa época que pude empezar a coleccionar los programas, souvenirs, muñecos y demás objetos que curiosamente todavía conservo en casa y que han sido complementados por los regalos que me hace la gente que me conoce. Es curioso, pero cuando a uno le gusta El Chavo, la gente participa de esa afición y siente la necesidad de aportar a esa "chavología": no en vano recibí de regalo de cumpleaños número 15 mi primer Chipote chillón, además de libros, disfraces, cuadros y hasta gorros que la gente me ha ofrecido y he podido atesorar.

Para mí Chespirito es un genio de la comedia latinoamericana, casi un profeta audiovisual que desde sus personajes ha logrado el éxito televisivo gracias a sus fórmulas lingüísticas y a su construcción repetitiva y efectiva. Él mismo ha escrito radio, publicidad, cine y televisión; ha dirigido, producido, protagonizado y hasta dibujado contenidos familiares, aunque muchos se esfuercen por encajarlo como televisión infantil.

Los sketches televisivos de Chespirito no fueron diseñados en principio para niños. De hecho, el mismo Roberto Gómez Bolaños ha dicho que esta clasificación siempre ha sonado tan tonta como la que establece lo mismo para Mafalda, la incomparable creación del argentino Quino. Lo curioso es que son muchas las generaciones que han -y hemos, por supuesto- crecido ante la pantalla, bañada de situaciones cómicas que confirman que lo local también puede leerse desde lo universal. Chespirito es un elemento que pertenece a la cultura popular, y que por lo tanto ha sido parte de nuestros ritos familiares, personales y por supuesto infantiles.

En 2001, el historiador mexicano Enrique Krauze dedicó un programa de televisión de su serie México nuevo siglo a recorrer la trayectoria personal y profesional de Roberto Gómez Bolaños, argumentando que en su programa se presentan documentales que acercan de una manera crítica a los actores de la historia mexicana y pretende rescatar la memoria. El espacio se llamó Chespirito, el niño que somos. Oportuno hacer una pausa en este punto. ¿Quién en América Latina no vio en su infancia por lo menos un programa de Chespirito? Me atrevo a aseverar que si existe un adulto contemporáneo que de niño no sufrió cuando al Chavo lo acusaron de ratero, o no soñó con conocer Acapulco, o no quiso regalar una torta de jamón, no supo lo que fue la infancia.

Es natural que al crecer muchas personas tomen distancia -ahí sí no me incluyo- de los programas de don Roberto; pero es necesario reconocer que a través de ellos la identidad infantil latinoamericana se forjó desde lo cotidiano y lo cercano. Es cierto que de niños todos tuvimos muchos héroes, pero si vamos a estudiar la función más cercana de un héroe debemos remitirnos al héroe de Latinoamérica: El Chapulín Colorado, personaje que viene a ser un héroe de carne y hueso que, a pesar de sus miedos y limitaciones, sabía cómo enfrentar y sobrellevar cuanto enemigo se interpusiera.

En mi caso personal, me he sentido plenamente identificado con Roberto Gómez Bolaños, pues aparte de llegar por casualidad a la escritura, yo también he sufrido por el ser más bajo y flaco de cuanto lugar frecuento. Yo también me he dado unas buenas trompadas buscando respeto en el colegio. Es más, yo jugaba a ser El Chavo y en ocasiones lo sentía tan cercano que hasta llegué a pensar que era colombiano, sobre todo porque nunca en la serie se revela su verdadero nombre.

Asumo que tal vez el apelativo chavo, muchacho, chino, guagua, pibe, mono, chibolo, guache, chamaco, chamo, carajillo, crio, escuincle, pelado, chaval, mocoso, niño y todos los otros que existan en Hispanoamérica, cumple la función de unirnos, de quitar las barreras nacionales y hasta territoriales para poner sobre el tapete la oportunidad de que todos nos sintamos “chavos” alguna vez, y que a su vez ese chavo pueda ser cualquier niño rico o pobre de Latinoamérica que aspira con tener una vida mejor y desea conservar su inocencia por siempre.

Todos tenemos un niño interior que la televisión ha ido alimentado. Ese niño sigue soñando con volar a países de fantasía, dibujar el cielo con muchos colores y cumplir sus sueños de grande. El paso del tiempo nos ha hecho grandes, y si miramos hacia atrás nos damos cuenta que los sueños quedan. Por esa y muchas otras razones, fue para mí una experiencia única cumplir uno de mis sueños de niño y recibir una carta de parte de Televisa, donde me notificaban que se grabaría un homenaje para don Roberto y que yo estaba invitado a participar como experto representando a Colombia en uno de los concursos de la velada.

Aquí, hablando de Chespirito: una de las dos cosas que más me gusta hacer en la vida.


Aquí, haciéndome famoso por Los Simpson.

@benditoavila

Publicado en la Revista Mallpocket (www.mallpocket.com)

viernes, 13 de abril de 2012

Desteñido

Hace algún tiempo encontré que un grupo de solteras -cuyas identidades gracias a Cristo desconozco- tomaron fotos de algunas parejas de noviazgo o matrimonios e hicieron una suerte de meme: las pusieron en collage chicludo con una leyenda: (sic) "Estas son las muestras claras de que los Príncipes azules si existen... Jesús lo hizo posible" y al final remataron con otra perla, esta también de gran valor: (sic) "Espero seguir llenando de bendiciones este cuadro... se que así va a hacer".

Si ser un príncipe azul es parecer al concepto de lo que muchas personas creen que debe ser un hombre, prefiero tomarme un tarrado completo de varsol y acompañarlo con una llamarada Moe. A mí me fastidian los príncipes azules, porque si hay algo que ha deformado a los hombres, y mucho más a los cristianos, es esa visión infantil de creer que un hombre debe ser políticamente correcto y encajable para una mujer. Los cristianos estamos jodidos por vendernos como una versión blanda y placentera de un Jesús que a gritos pide se le conozca como hombre.

Seamos honestos: estas epifanías donde nos pintan como expertos domadores de caballos, galanes con olor a bosque y actitud blandita son producto de la ficción y de los papás, quienes se le tiraron las percepciones del sexo opuesto a sus hijas. Ahora ellas están solteras y usan las redes sociales para autoconmiserarse y hasta sostener que son solteras "porque es la voluntad del Señor". Con todo respeto, pero no hay nada más frustrante que ver a un cristiano infeliz, mucho más si reduce su concepción de la estabilidad emocional a esperar a una persona idónea como la tabla de salvación.

Las mujeres deben saber que los hombres de verdad no presumimos en público de lo que Dios nos ha dado en secreto. Tú, niña que estás leyendo, aprende de una buena vez que un hombre no te va a llevar al cielo, así te esté haciendo ver estrellas. Un hombre de verdad es gamín y hasta patán por excelencia, porque si fuera tan ligero como tú no podría protegerte. Lo curioso es que te atrae que este gañán sea como es, porque en el fondo quisieras poder corregirlo mientras él te sigue haciendo reír en exclusiva.

La verdad es que ya está dicho: el príncipe azul se destiñe con la primera lavada. Entonces dejen de ser tan ilusas y piensen que si tienen al lado a un hombre que se está mostrando como es, que no usa a Dios como herramienta de conquista, ni mucho menos les presume de lo mucho que lo conocen, es tiempo de pensar en que están ante un hombre en potencia. Un ñero que no les va a salir con sorpresas cuando estén casadas con él y ahí sí se pregunten: -¿Dónde está el hombre de la casa?


@benditoavila