martes, 17 de enero de 2012

La Travesía

¿Es posible que de un solo viaje costeño salgan tres entradas diferentes? La respuesta los sorprenderá: Sí. Tal parece que aparte de bobolitro, soy el Ministro de Economía de este blog, porque en la vida real no soy ni vendedor de seguros. El caso, como La Fiebre de las Cabañas no es ni será un diario -primero iré a la hoguera-, es importante aclarar que no es el estilo de este lindo lugar armar sucesiones entre las entradas; de hecho, algunos puntos quedaron desconectados con la intención de armar la saga -bueno, tampoco es la gran cosa- y completar el ciclo con esta entrada turística.

Como todo puede ser peor de lo que uno espera, heme en Cartagein junto a mis amigos oyendo a los artistas de Yo me llamo mientras todos los vacacionistas preparaban sus canecas de licor para la larga noche de reggaetón y vallenato, dos de los demonios más insportables de mi era contemporánea. Ahí recordé mi época juvenil cristiana, cuando los denominados bares cristianos se gestaron como una forma de diversión sana para gente zanahoria. Lo que los empresarios tal vez no sabían es que cristiano joven que se respete es tacaño y miserable en sí mismo, pues ni gana plata ni tampoco pretende apoyar un negocio así, aunque eso sí lo visite religiosamente.

Esto no era un bar cristiano, pero sí tenía a unos cristianos que no le gastarían ni tres pesos a un agua, todo en el marco de mantener la tónica guerrera de adversidad productiva. Como a algunos los principios también nos sirven de adorno, compramos una Squash que rotamos a pico botella para pasar el trago amargo de escuchar la trajinada voz del Rafael Orozco versión Beta, solo tan malo como al que logró imitar.

Pero valió la pena solo para ver y oír a una de las orquestas más respetables de la música latinoamericana: Juan Luis Guerra y 440 (léase cuatro-cuarenta). Nada como estar presente en el momento en el que algo como esto sonó. (Oígase con prudencia, hay contenido que puede herir castos oídos). Para un tipo que ama la música como yo, ver una gran banda en vivo es un deleite: sin importar qué música nos guste uno debería ir a conciertos todo el tiempo, mucho más si es el día de cumplir años. Ese 6 de enero me divertí como enano mientras me daba cuenta que me hice grande y sigo viéndome pequeño.


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PERLITA: Stu Weber dice en su libro El corazón de un guerrero que la mejor forma de ubicarse cuando uno está perdido en la selva es trepar un árbol para ver de lejos el camino. Lástima que leí este libro una semana después de haber vuelto, porque o sino lo hubiera aplicado con gusto. Resultó que en el camino encontramos un par de extranjeras ricas que sin saberlo nos ubicaron en la vida. Gracias a sus gritos y peleas entre la selva, nos dimos cuenta que no estábamos solos y pudimos llegar a Pueblito, tierra Kogui que todo colombiano debería visitar.


@benditoavila

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