martes, 27 de agosto de 2013

La ex-cremento

De un tiempo para acá, empecé a recibir noticias de mis ex-es. Sí, a pesar de mi consagración absoluta a la comunidad Jedi de La Castellana, tuve mis deslices y resbalones con una que otra amiga política, vecina de pupitre o referencia local de modelo ochentero. Eso de que a lo que más se le teme llega es verdad, porque ahora a todas mis heces (no me sobrestimen, que contándolas no superan los dedos de una mano), les dio por cristianizarse, por cambiar su vida y enderezar el caminado, cuando para mí lo mejor que pudo pasarme fue dejarlas ir.

Ahora les dio por agregarme de nuevo a Facebook, por intentar acercarse para simplemente ser amigos en la fe, pero si algo aprendí de Friends es que uno no puede ser amigo de una ex, ni debería caerle a la ex de un amigo, y del mismo modo en el sentido contrario. De cualquier manera, esta no es una entrada para teens pagada por la Revista Tú, sólo que es curioso el fenómeno amnésico del cristiano promedio, ese que demanda dinamitar los recuerdos, quemar los barcos y destruir cualquier puente hacia la vida pasada.

No me someto a regresiones ni mucho menos (como cree la chusma), pero si somos honestos, nadie quiere que le recuerden sus peores decisiones. Una de ellas me mandó un mensaje por Facebook y me contó un resumen de su vida, casi como si necesitara que me rindiera cuentas. Me dijo que ahora que estaba en la Iglesia entendía muchas cosas, que comprendía las razones que le di para tomar distancia en aquellas épocas. Hasta contó que terminó con el novio posterior a mí, aludiendo a su nuevo estatus en el mercado del usado. No le respondí nada para no ser grosero.

Otra de este clan me contactó por Facebook (otra vez esta vitrina de vanidad) y me envió una solicitud de amistad que a la fecha no he sido capaz de aceptar, tal vez en un intento de dejar las cosas en su lugar, de embalsamar la momia y dejarla podrir en el olvido que seremos. Lo curioso es que meses después tuve que encontrármela de frente, y como ahora estoy en tono de arreglar el pasado, acepté saludarla por su segundo nombre, ese que quedó sepultado en el pasado para darle vida al primero, el de su nueva vida.

Aunque la charla no duró más de 38 segundos y contadas 10 milésimas, me sentí inmundo cuando me dijo que gracias a mí había conocido de Jesús, que eso le cambió la vida por completo. Para mí, ella es un simple píxel que recalentó el sistema y produjo error, pero para ella fue el paso trascendental hacia la cruz. Me fui caminando y pensando en una frase de esas que no se me olvidan y promulgo a manera de dato coctelero para impresionar: la ex es excremento. Se dice y es chistoso, pero se escribe y es insensible, porque nadie es desecho de ningún otro, ni nada parece suceder por error.

A veces nos damos muy duro por las excrementadas del pasado, pero de nada sirve hacerse el loco, seguir derecho o fingir demencia ante el presente. Es verdad que la idea es no mirar por el retrovisor, pero a veces escarbando en esos desechos se puede evidenciar la necesidad de depender de Dios ahora que supuestamente se va a comer bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario