martes, 17 de julio de 2012

Tres años luz

Varias veces en la vida me he interesado en mujeres mayores que yo. No sé si es por pensar que su experiencia complementará mi vida, o porque busco otra mamá, o porque solo las maduritas logran ver lo que las de mi edad o menos siguen buscando en tipos tropipoperos. Esa tendencia a tener affairs de avanzada me ha llevado a encariñarme con profesoras de inglés, universitarias inductoras y un cristiana que para desgracia mía, sabía muy bien lo que buscaba en un hombre y por eso nunca descartó la posibilidad de meterse conmigo, un mozalbete nacido tres años después que ella.

Hace tres años nos conocimos en la Iglesia, que parece ser el primer mercado afectivo que uno enfrenta. Algunas personas van a la Iglesia porque quieren amar a Dios, otras porque quieren que el Señor los ame, y otras más porque quieren amar y ser amadas por cuanto señor se les pase por el camino. Yo, un puritano que siempre ha tenido claro que su amor es para una sola persona, no pude evitar sorprenderme al encontrarla la semana pasada de nuevo en Colombia, por supuesto en la misma Iglesia. Ella lleva tres años viviendo en París, persiguiendo el sueño que ha tenido toda su vida y era obvio que no cambiaría sus planes por alguien con quien hasta ahora empezaba a tomar Pony Malta y a hablar de música, justo hace tres años.

Estaba intacta, con el mismo lunar en el cachete de siempre, la misma sonrisa y el mismo pelo azabache raramente ondulado. Ahora usa una abullonada bufanda, gafas de marco grueso y botas grises. Verla así me hizo imaginarla caminando por el Old Navy o el Pompidou que todavía no conozco, riendo con algunos mimos y entrelazando sus dedos con los de su futuro esposo, un francés tres años mayor que ella con quien se casará en Cartagena en tres semanas, y que para fortuna -o desgracia- mía, es casi tres metros más grande que yo.

Me acordé de ella mientras veía "De Roma con amor". De hecho, según mis amigos soy el Woody Allen de El Lugar de Su Presencia: hablo mucho, ando en una mezcla entre nerviosismo y neurosis, me quejo por todo y obtendré el perfecto balance cuando me una a una mujer que me tranquilice. No vi "Medianoche en París", porque pensé que podría abrazar la melancolía y eso no me conviene en un momento como el que vivo.

Viendo la película me di cuenta que entre nosotros nunca hubo nada, pero entonces ¿cómo hablar de amores fracasados sin quedar como un resentido? ¿Qué decir de lo que nunca fue en lo real, pero en lo imaginario tuvo pies y cabeza? Ya cada quién hizo su vida y solo queda el recuerdo de lo que nunca pudo ser, todo por estar a tres años luz de distancia.

No creo que para el amor haya edad, pero empiezo a descubrir que el amor sí tiene fronteras, que la distancia importa y mucho más cuando uno de los amantes sale del país. Debí saber que esos J'adore tes messages!, o C'est une folie, mais j'adore tout ça me confirmaban que en una posible relación a distancia, siempre hay uno que abre su cabeza, conoce mundo y mientras su nivel de ilustración sube, el de desprecio sutil por lo local aumenta.

Prometo seguir en esa misma Iglesia, yendo no a mercar amores sino a acumular historias por contar, porque finalmente el amor es eso, una historia escrita, dirigida y actuada naturalmente por uno mismo.


@benditoavila

No hay comentarios:

Publicar un comentario