lunes, 1 de febrero de 2016

Con furia

Hay una pregunta que me abraza, y es muy sencilla: ¿Por qué nos gusta viajar? Uno dirá que es la manera de reinventarse, renacer, aprender sin estudiar; pero siendo honestos, viajar es desgastante, caro y hasta incómodo. Lo dice alguien que ama montarse en un avión, pero odia pasar por una migración; alguien que sueña con caminar por todas las ciudades posibles, pero detesta las casas de cambio y sus tarifas.

Igual ignoramos esa incomodidad, y está bien que así sea, porque lo que incomoda es lo que después uno más respeta. Lo que incomoda es lo que al final de la película de la vida merece gratitud, como el mejor de los conflictos aplicado a la realidad. Me ha tomado años aprender a darle gracias en el presente al yo inseguro que tomó el riesgo en el pasado, porque el yo del futuro fue -o será- construido desde entonces. No es una reflexión hippie producto de las horas de espera aquí, en el Aeropuerto Tocumen de Panamá, más bien es el concepto de fondo de mi vida viajera.

Bajo ese espíritu emprendí uno de los viajes más arriesgados que he tenido: me decidí a visitar tres países, caminar por seis ciudades, viajar en seis aviones, dormir en dos aeropuertos, montar en dos buques y caminar kilómetros enteros para darme cuenta, en el presente que será pasado, que estoy viviendo, simple y llanamente disfrutando la vida que he podido recibir.

"Una eternidad esperé este instante..." Entre Caníbales, Soda Stereo

Y heme aquí, cumpliendo el sueño infantil y juvenil de conocer Buenos Aires, ciudad que desde siempre me pareció interesante. Debe ser porque mucho del contenido cultural que he consumido ha surgido en este país, tan cultural, tan abierto mentalmente, tan lleno de cosas inciertas como de colombianos radicados. Escribo desde la curiosidad que me produce recorrer las calles por donde caminó Cerati, o el mismo Gardel; o siquiera pensar en que Rescate debe andar por ahí, al acecho. Son tantas las cosas por conocer, que de solo pensar en ellas, se me abruma la cabeza y me dan ganas de quedarme quieto, debe ser producto de la comprensión de que se viene algo grande.

Viajo con expectativa, porque los viajes siempre me resuelven la vida. Viajo con tensión, porque ni el mismo idioma será suficiente para sobrevivir. Viajo con furia, porque ante una ciudad tan basta como esta, uno no puede permanecer con las emociones equilibradas. Este será el memorial de lo que vendrá, y solo el tiempo dirá si coincide con lo que de verdad terminaré viviendo.

1 comentario:

  1. Viajar es el alimento del alma que prefiero...te eleva a un estado de vulnerabilidad que empodera la incertidumbre...buen viento y buena mar!

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