domingo, 6 de septiembre de 2015

Incompetencia

Escribo este blog es para que no se me olvide. Y aun así, después de escribir más de 200 entradas por ya casi 5 años, sigo pensando que material hay de sobra, pero a la vez la mecha se va quedando corta. Es extraño, porque entre más uno calienta la mano y el cerebro va desenredando ideas en letras y solucionando problemas desde escritorios, que es la más bella definición de escribir un blog, más uno se va dando cuenta de todo lo que falta por aprender.

No es falsa humildad, como se pudiera llegar a pensar, más bien es que mientras uno va haciendo lo que le gusta, va aprendiendo de la vida; y en el camino se da cuenta de que no se ha recorrido ni un cuarto de la montaña, que la cuesta sigue bien arriba, empinada, aunque cada vez más interesante. Yo he sufrido mucho con esto, pues en parte me es difícil verme a mí mismo como otros dicen verme, y en parte en eso radica mi especificidad: en una particular inseguridad interna que se acoraza en determinación.

Pasa cuando uno se dedica a oficios creativos, donde no hay fórmulas para repetir los éxitos. Pasa cuando uno contempla áreas espirituales, donde se comprueba la impotencia humana ante la vastedad de Dios. Pasa cuando uno sigue especializándose en algo, y llega ese momento efectivo de darse cuenta de que todavía no se sabe nada. No es filosofía confucionista -por aquello de la confusión-, más bien es la confirmación de que somos gente curiosa y particular. Hace un tiempo leí acerca del Efecto Dunning-Kruger, el cual nos muestra justamente esto: las personas con menos capacidades o conocimientos, creen que tienen más capacidades y conocimientos de los que efectivamente poseen, y viceversa: quienes son más competentes, tienden a subvalorarse.

Los tipos cuentan la historia de McArthur Wheeler, hombre robusto de 130 kilos que robó dos bancos a plena luz del día, sin máscara que ocultara su rostro y fue arrestado ese mismo día. Cuando declaró, el tipo argumentó que confiaba en que aplicando jugo de limón sobre su cara, sería invisible ante las cámaras, pues un amigo ladrón se lo sugirió tras comprobárselo: le bañó la cara con jugo de limón y luego le tomó una foto, donde no apareció nada. Wheeler creyó en la tinta invisible que lo metió tras las rejas. Y aquí surge la pregunta que se hicieron Dunning y Krueger: ¿será posible que la propia incompetencia nos haga inconscientes de esa misma incompetencia?

Los tipos hicieron el estudio, y se dieron cuenta de que como humanos, tenemos la tendencia a mostrarnos competentes en lo que no sabemos, pero incompetentes en lo que dominamos. De ahí que exista gente que se jura cantante cuando su voz desgañitada nos destruye el yunque, o que haya gente experta en diversos temas pero a pesar de eso se abstenga de opinar.

Yo por eso ahora no opino ni de lo que sé, no por cobardía o por miedo a tener encontronazos con otros -eso es tan necesario como tomar agua-, solo que hasta ahora entiendo que muchas de las cosas que hago, que para mí son normales, parece que no son de gente normal, o por lo menos así no lo hace la mayoría. Vuelvo e insisto, no es de picado o crecido -eso sí que menos-, simplemente es el acto de cuando una persona descubre sus dones y se da cuenta de que no todos lo hacen como uno, en cuanto a facilidad y talento.

Somos incompetentes, todos, lo que pasa es que la incompetencia se manifiesta diferentemente y según el perfil: unos saben de música, otros de publicidad y marketing, los demás de la vida, pero cada uno cuenta su historia particular. Con el tiempo he aprendido esto, y además, que la forma en que me ven los otros tiene algo de cierto en su universo, cosa que debo aprender a escuchar. Por eso ahora tengo más cuidado en decir que soy bueno en algo, porque mi opinión difiere de lo que realmente proyecto, y está bien que así sea.

Quisiera vivir en la sana incompetencia, en esa convicción admirable de, por ejemplo, el Hitch peruano, quien vive tan seguro de sí mismo que vive feliz, estancado y sin evolución alguna, pero feliz. Lo malo es que esa autoconvicción de éxito no trae nada más que fracaso, pues es el primer paso para acomodarse en estructuras mentales que no se renuevan, y ahí sí no tendría sentido seguir.

Todos tenemos ese grado de incompetencia, porque no somos perfectos y estamos en proceso de mejorar, el problema es cuando se nos olvida. Por eso tengo este blog, pero también por eso pienso en darme vacaciones del mismo, para dedicar un tiempo a atender mi ego acallando las voces de otros, pero sobretodo la mía, a ver si silenciándola por fin aprendo a escuchar la divina.

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