jueves, 27 de noviembre de 2014

Genios

Ahora que soy freelance y no marco tarjeta, invierto mucho tiempo en ver series, videos y tutoriales de lo que sea. Bueno, en mi era oficinista también lo hacía, solo que ahora no lo veo como pecado mortal, aunque por esos días tampoco. Esa es mi forma de alimentar la cabeza, de tener cosas por contar y encontrar inspiración externa, que es la forma como trabajamos los que no somos genios.

Si fuera genio todo sería más fácil, tendría los sentidos afinados para relacionar cosas de aparente incongruencia, viviría más tranquilo y me dormiría un poco más en mis laureles, porque la gente random como yo vive sufriendo ante esa presión de andar descrestando con lo que se crea, algo que francamente desgasta mucho.

Lo que me daría mamera de ser genio es ese afán competitivo por demostrar cada día esa facultad. Yo soy de esos románticos que creen que si uno se echa al hombro toda la genialidad como algo personal, termina fundido y debilitado. Basta con mirar músicos, comediantes, artistas y demás personajes tan talentosos que resultan incomprendidos porque es tanta la responsabilidad de tener que responder con productos creativos, que si no reconocen la necesidad de recorrer ese camino de la mano de un agente externo pueden morir ahogados en ese mar de ideas por expresar.

Para mí, la genialidad radica en estar adelantado del tiempo regular. Entonces soy un genio a mi modo, por aquello de madurar biche y andar pensando en tochadas como ahorrar y soñar con tener una familia desde que tengo memoria. Ser genio también es solucionar problemas de maneras no pensadas, y en eso también destaco gracias a la pobreza, uno de los caminos a la creatividad. No es que sea pobre, pero cuando no he podido contar con todos los recursos mainstream a la mano, he tenido que desvarar carros con medias veladas, crackear cursos de inglés, entre otros experimentos para no pagarle a nadie por algo que puedo conseguir solo. 

Pero lo que más me gusta de mi genialidad callejera es descrestarme y obsesionarme con pendejadas, como pensar en la relación entre tener gatos y padecer depresión, ver a Jesús en las arepas o acostarse tarde y ser manipulador. Me la paso pensando en la correcta forma de comer alitas, y en cómo masticar toda la manzana sin dejar nada, porque para mí es en esa cotidianidad donde reposa la verdadera libertad creativa.

Quisiera no perder esa capacidad de asombro con, por ejemplo, los embarazos cristianos juveniles. Y es que terminar como paquete de Yupis no está mal, porque a rellenarnos de muñequitos es que hemos sido llamados por la naturaleza. La cosa es que he visto tantos que cuando me entero de otro más ya no me sorprende, al punto de que decidí abrir tarjeta de cliente frecuente en Baby Ganga, como para que el kilometraje de otros se convierta en millas para mí. Procrear está bien, pero resulta triste cuando el embarazo no planeado termina siendo el pan de cada día en medio de personas que, aunque no estamos exentos de hacerlo, nos terminamos acostumbrando a que nos pase.

Como para esto no hay tutorial, no queda más que usar esa genialidad regular para saber que a cualquiera le puede pasar, y que el hecho de sentirse moralmente superior por no haber caído no indica nada más que estupidez y orgullo, en parte por andar confiando tanto en uno mismo como por no entender la gracia de Dios. De genios también es ver que en la libertad también hay restricciones y límites, que las decisiones tienen consecuencias y que hay mil y un maneras creativas de vivir sin acostumbrarse a la autosuficiencia, porque queda claro que ni el ser más brillante del universo puede solo.

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