jueves, 18 de septiembre de 2014

Brujería cristiana

Hace un par de años soñé que estaba con una amiga soltera y la veía quejándose airada, porque su novio nada que llegaba. Lo extraño es que en el sueño, yo sabía que ya tenía a alguien, y como nada más el tipo estaba a punto de entrar, le insistí en que se tranquilizara, que si ya estaba a la vuelta del pasillo para qué jodía tanto con la puntualidad, que ya era suyo.

Lo curioso es que cuando le conté este sueño, en lo real, mi amiga se rió algo incrédula mientras prometió darme la primicia "donde eso llegara a pasar". Mi sorpresa aumentó pasados 2 días exactos, cuando me llamó a contarme que acababa de comprometerse y que, efectivamente, su Shrek estaba a escasos dos centímetros de su corta vista.

Hasta ahí normal. He seguido con mi vida ufanándome de tener la cabeza entrenada como guionista, lo cual me ha permitido atar cabos en las vidas de otros, quienes no saben que secretamente les escribo sus vidas y hasta pronostico ciertos giros dramáticos, como buen Cupido local. Pero hace poco volvió a pasar, cuando soñé que otra amiga se ennoviaba, para sorpresa de todos. Le conté y naturalmente rió desconcertada, hasta que pasadas algunas semanas (esta vez la revelación llegó con más antelación) me contó que el sueño se había hecho real.

Antes de que me tilden del Nostradamus contemporáneo, o de un remake chibcha del tipo de Destino Final, quiero dejar claro que no tengo control de esto, que entiendo que es una especie de don inmerecido que no he buscado, que las palabras del tío Ben me taladran el espíritu, porque eso de que tener un gran poder conlleva una gran responsabilidad es cierto, y me da vaina ponerme a dañarle la vida a alguien imaginándolo haciendo lo que quiero.

Desde entonces, son varios los que me ruegan que me sueñe con ellos, pidiendo confirmaciones y señales para envalentonarse a recibir propuestas, o a decidir si irse por ese camino o no. A esos les digo que se retiren de mi presencia, porque si puedo pronosticar algo será un tramacazo en esa cabeza, a ver si sacuden sus pensamientos con lo que realmente deberían hacer; porque francamente, si dependiera de mis sueños su felicidad, hace mucho hubiera soñado conmigo mismo, que es lo justo.

De esos pánicos espirituales es que se nutre la brujería cristiana, o aquella bella práctica de torcer el brazo de Dios con oraciones y proclamas que tal vez no hemos sido llamados a levantar, de pedirle a otros que nos digan qué hacer, como si a Dios le quedara grande y no pudiera. Creo que Él no tiene intermediarios para hablarnos, aunque otra cosa es que a uno le dé mamera preguntarle o sencillamente disfrace el miedo de dependencia de él, como quien pide confirmaciones hasta para comer.

Es que siempre será más fácil pedirle luces a otros, cuando quienes tenemos que vencer el miedo a tomar decisiones somos nosotros mismos, mucho más cuando las bendiciones están al alcance de una embalada poco o nada calculada de donde deriva la plenitud y la sorpresa de lo eterno. Por eso disfruto viendo a mis amigas, felizmente comprometidas con personas que supieron correr el riesgo de entender que la voluntad de Dios es lo que uno escoge, y que hasta de un posible fracaso Él hará algo que nadie jamás imaginaría.

Iba a montar consultorio de brujería cristiana, pero para eso tengo este blog, el cual nació como un hijo no planeado al cual nunca abandonaré. Lo digo sin habérmelo soñado.

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