jueves, 20 de marzo de 2014

El exilio

Hay que viajar para regresar, hay que irse para poder volver, hay que morir para vivir. A eso vine a Cuba, a resucitar de a pocos en un momento de vida tan particular donde el riesgo fue cargar la maleta con arequipe, café colombiano y papel higiénico para regalar, o intercambiar por dormida en una casa particular. Lo primero fue llegar a un aeropuerto tan internacional como el de Santa Marta: caribeño, pequeño y con costeños en todas las esquinas ofreciendo taxis, hoteles, ayuda, entretenimiento en general. De cierta manera es como sentirse en casa.

Estoy cumpliendo un sueño que tenía hace mucho, que es estudiar en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Vine no a que me enseñen a escribir, porque eso se aprende es lanzándose al mar y ojalá cuando esté picado; pero sí anhelaba salir, respirar, abrir los ojos de la bestia creativa que creo llevar dentro a ver qué pasaba. Aquí se vive en un micromundo que no es Cuba, pues la realidad interna es un espejismo con forma de reality: todos nos saludamos efusivos, nos abrazamos y queremos como amigos de toda la vida que se reencuentran en este templo del cine y del audiovisual.

Creo que debía dejar Colombia por un tiempo para darme cuenta de lo sobrevalorado que estoy. La gente espera mucho de mí y a veces me preocupa, porque me conozco y sé lo defectuoso que puedo llegar a ser en etapa insana: enamoradizo, insensible, orgulloso, presumido, cosas que con el tiempo alejan. Eso sí, no soy de las primeras buenas impresiones, porque de sopetón entro como uno más, pero si me dan tiempo puedo tatuarles el alma.

Cuando estaba en la universidad vi muchas películas, pero vine aquí a volverlas a repasar con la intención de refrescar la vida. Uno debe ver las buenas películas muchas veces, dependiendo del momento de vida en el que se esté llegan nuevos significantes y emociones, tal cual como me pasó ahora que volví a ver El Ladrón de Orquídeas, una joya de Charlie Kaufman protagonizada por "Charlie Kaufman". Actualmente me pasa lo mismo que al personaje (o al guionista, por el alto lado biográfico que tiene la película): vivo en un extraño bloqueo de escritor donde tengo todo en la cabeza, pero ni sé cómo empezar a sacarlo de mí.

Digamos que sé que temo regresar, porque siento la responsabilidad moral de ser mejor persona, de seguir alimentando el imaginario de quienes me admiran, y de Dios, a quien no quiero defraudar; pero temo que ya haya escrito o hecho lo mejor de mí y en el intento por sacar nuevo material resulta que me quemo y muero, creativamente hablando. Temo ser artistoide, pero también un hollywoodense vacío.

Resta esperar lo que sucederá en estas semanas, y si lograré publicar estas líneas a tiempo, porque Internet aquí es una ilusión óptica que no tiene fibra. Debe ser duro vivir sin YouTube, sin Iglesia, sin una razón para seguir. Tengo exactamente tres semanas para rescatarla, decantarla y nutrirme la cabeza con todo lo que necesito y con lo que no, porque de ahí, del material descartado, es que también salen grandes ideas para desvararse.

1 comentario:

  1. No cabe duda Dios tiene aún más letras y sueños para ti. El talento de escribir muchos pueden tenerlo pero la habilidad para que las letras lleguen al alma pocos, y de esos pocos eres tú, Luis Carlos. Un abrazo y espero que el viaje este plagado de sorpresas Divinas :)

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