lunes, 10 de febrero de 2014

El fin del fin

Hay un momento en la vida donde hay que aplicar toda la fe que se dice tener. No es antes ni después, es en una fracción única y exclusiva que además de irrepetible parece adversa, porque no tiene sentido mover el status quo si no es para entrar en riesgo. Debe ser por eso que de un tiempo para acá empecé a amar las crisis, porque detrás de cada una de ellas se asoma un brillo que no brotaría en la estructura normal.

He tomado decisiones creyendo que serán para toda la vida, algunas tal vez por un tiempo ilimitado, pero otras que en el fondo del corazón ya tenían la fecha de vencimiento impreso en la parte de atrás, donde también viene la letra menuda. Ahora que leo todo esto, parecen las memorias de un jubilado de 90 años a punto de morir, pero sin querer lo soy, o siempre lo he sido, un anciano de épocas que deja morir una parte de sí en cuanto a decisiones radicales se refiere.

Como todo en mi vida, siempre hay un momento cinematográfico que respalda todo, inclusive esta escena de radicalidad sin asidero que actualmente ruedo en lo real. "Mueres siendo un héroe o vives lo suficiente para convertirte en villano", dice Harvey Dent sin ser consciente de la tremenda joya que acaba de pronunciar, no solo para Bruce Wayne, sino para la humanidad entera. Me impacta porque en la vida nos entrenan para subir, escalar y triunfar, pero pocas veces enseñan que todo tiene su final, que nada dura para siempre y es de grandes bailar el último track del disco con la misma alegría que se empezó.

El oficinismo me ha enseñado muchas cosas, me formó en horarios y hasta en relaciones sociales, tan complicadas para mí aunque nadie lo crea. Llevo casi cuatro años trabajando en la misma empresa, y jamás levantaría un dedo acusador en su contra porque aquí me formé, crecí en todas las áreas (literalmente) y conocí gente fabulosa, pero llega el tiempo en que se aprende lo que debía aprenderse, y lo que uno sabe es enemigo de lo que necesita saber.

Para mí eso es vivir, perseguir lo que amo sin importar las consecuencias. A simple vista parece un chispazo de hippismo ilustrado, pero ha sido una movida bien calculada, porque no es fácil entender que en un mundo perfecto las responsabilidades están por debajo de las pasiones, y no al revés. Como no soy hippie, sino todo lo contrario, debo empezar reconociendo que todo esto lo he aterrizado viviendo y leyendo la Biblia, bitácora que para muchos solo representa prohibiciones. De ella aprendí que la vida entera es una toma constante de decisiones sin importar que se tengan 23, 45 o 147 años de vida.

Estamos acostumbrados a tomar decisiones con seguridades, como dice mi papá: "Uno no suelta una liana si no tiene otra agarrada". Pero hay momentos en que lo único que se tiene es la certeza de lanzarse, como los malabaristas, donde no hay argumentos ni lógica más que la divina. Le pedimos a Dios que haga milagros, que abra el Mar Rojo para que podamos cruzar, pero Él espera que nos mojemos un poco los pies para que con nuestra fe se abra el camino seco.

Me aburrí del concepto estructurado de triunfo según el mundo, donde se pondera a la gente es por su plata, su academia, su linaje y talento. Nada de eso importa si nunca se ha ido detrás de la libertad y paz que producen la satisfacción de haber fracasado intentando hacer lo que más se ama. En mi caso, escribir, vivir e inspirar a otros. Gabriel García Márquez dijo que uno de escritor se busca un trabajo que da el sueldo para vivir mientras en el tiempo libre se escribe, pero ya estuvo bien de vivir al doble cuando puedo ser la mejor versión beta de mí mismo.

Por eso tal vez necesite dejar esto plasmado, porque el día de mañana volveré a estas letras para darme fuerza y recordar el día en que decidí creer que decir adiós es crecer. El día en que dejé de ser espectador y rompí la comodidad de la mente asalariada, cuando salté sin redes esperando que Su mano me sostuviera.
Que tiemblen las calles porque vuelvo a ellas.

3 comentarios:

  1. Gracias. Pensé que era eso exactamente lo que buscaba leer y me fui con más en las manos, o mejor, en la mente.

    ResponderEliminar
  2. Intento describir o clasificar lo que pienso, y las sensaciones que me generan estas letras, y por más rodeo que le doy, sólo puedo pensar en una palabra, o más bien dos...cerdo, muy cerdo.

    ResponderEliminar
  3. En este blog siempre encuentro unas lecturas fascinantes, leerlas es como si escucharas la voz de Luisk en vivo, -realmente fascinante-.

    ResponderEliminar