martes, 24 de septiembre de 2013

La cerca

La vida se pone interesante cuando uno se detiene a mirar el espejo retrovisor, donde el camino recorrido queda impreso en la memoria y en las emociones. No, no estoy poseído por el demonio de Coelho o Arjona, o eso creo. Deben ser los 30°C de esta tierra samaria los que me llevan a pensar así, pues escribo estas líneas al exterior del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, que de internacional tiene los letreros doblados al inglés y nada más. No importa, igual disfruto viajar a donde sea y como sea.

Mientras viajo en taxi y observo las calles polvorientas, es imposible no recordar previas aventuras en estas tierras. Lo interesante es que haciendo el plan retorno de la memoria, he visto que hay un común denominador de los últimos tres años de viajes: en algún punto, todos me han llevado a comprobar que Dios ha estado ahí. No me malentiendan, hillsongeros de lectura literal, sé que Dios está en todo lugar, pero también que hay lugares donde disfruta estar y otros donde no. Aquí parece gozarlo mucho.

Y digo esto porque no fue sino bajarme del taxi y entrar a Villa Toledo, el conjunto donde me hospedo, para oír a los lejos ciertos pregones espirituales, de esos que no me sé pero reconozco por mera cultura general cristiana. Me acerco como puedo y veo que una cancha multideportiva, equipada con sillas Rimax y luces que cuelgan de los marcos, es el escenario donde toca la banda mientras un grupo de bailarinas de baletas y lazos danza (como las cristianas) con mucha fuerza en medio del inclemente suelo de concreto desportillado.

Me acerco y la banda termina de tocar. No por mí, creo, sino porque el Pastor Camilo pide el micrófono para dar la bienvenida al concierto de Amor y Amistad del Centro Bíblico Internacional, quienes se aseguraron de invitar a toda la comunidad aledaña repartiendo volantes que al parecer terminaron decorando la caneca de la portería.

Si algo admiro del cristiano promedio es ese ahínco por predicar el evangelio. La verdad, yo no lo tengo. Soy de esos que mediocremente espera que con el ejemplo sea más que suficiente, pero gracias a Dios últimamente me ha quedado claro que con eso no basta, que hay que ir directo a la yugular así no les guste, porque uno no viene solamente a entretener. "Si tú, mi amigo, tienes por ahí una mocita, es hora de que la dejes. No vivas en adulterio porque es pecado, y el pecado te lleva al infierno", dice una de las líderes y me hace dar un poco de pena ajena, aunque es lo que curiosamente la gente necesita oír y además es lo que más les impacta.

Me voy rápido, porque mi viaje no es de placer ni de negocios, sino de compromisos académicos llamados "Grado". No me sobrevaloren, un diplomado por internet lo hace cualquiera. Cualquiera que quiera seguirse preparando, aprendiendo y cambiando, como hacemos quienes ya no tenemos a nadie encima pidiéndonos cuentas. Cumplo con la visita a la Universidad, recibo el diploma, doy abrazos y saludos a gente que hasta ahora conozco, pero con la cual compartí virtualmente los tres meses anteriores. Así debe es la academia del futuro, donde lo presencial es lo de menos y lo autogestionado es lo de más.

No me critiquen. Es mi lado más poético

Tras un paso de tiempo corto, abordo una lancha desde Taganga con destino a Playa Grande, donde el pescado es el manjar de hippies, koguis y turistas de piel paliducha como la mía. Tan solo es cuestión de poner un pie en la isla para ver a un grupo de cocineras hacer lo propio al son que les toca. Sonrío con sutileza, como cayendo en cuenta de que a donde voy, Dios siempre me cerca con música que lo exalta, con Iglesias que le alaban, con personas que le quieren conocer. Me escapo a lugares paradisíacos y él insiste en mostrarme que ahí también está conmigo, tal cual como lo vería el día al final de esa misma tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario