lunes, 15 de octubre de 2012

Química

Ver tanto Breaking Bad me ha dejado muchas enseñanzas: que la gente es contradictoria, que uno nunca sabe cómo puede reaccionar hasta que se enfrenta a una situación extrema,  que está bien que un cambio de pensamiento se note hasta en un nuevo look y nombre. Sí, descubrí que el agua moja y ahora todos sabrán que mi capacidad de conclusión es la de un niño latinoamericano ochentero criado con  Los ositos cariñositos. Lo cierto es que de Walt White aprendí una frase implacable para sobrevivir en la sociedad: "The chemistry must to be respected". Yo diría que la química es lo primero, y por eso debe respetarse.

Hay muchas tipos de química, pero a la que siempre me refiero es la que traduce empatía, feeling, nosequenosedónde. En mi vida he sentido química con mucha gente, otra cosa es que decidí hacer alquimia con muy pocos. Creo que ese ha sido mi problema desde que escribo en La Fiebre -mi hijo bobo-: que plasmo cosas que consume gente que cree tener química conmigo, pero que para mí es incierta y desconocida. La química y la gente. Sí, soy alguien de socialización compleja, contrario a lo que muchos y muchas pensarían.

Si la química es lo primero, quiere decir que no es lo fundamental. Lo primero, lo superficial y predecible no es lo que nos enseña a ver El Principito. La química plantea un impacto, un interés desenfocado que lleva al instinto y anula el raciocinio. La química es engañosa porque no se cohíbe ni restringe; es una vieja cegatona que bloquea las luces en rojo y se empecina en fundirnos en un sentimiento espiritualmente improcesable. Hay química, y cuando no hay propósito eso es una razón para preocuparse.

Como no me gusta hablar de lo que no conozco, leí de buena fuente (El rincón del vago) que existe una categoría social de la química, la que habla del amor. Dicen que es plausible porque en la cascada de reacciones emocionales hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Además, esa química es la responsable de que una pasión amorosa descontrole nuestra vida, explicando así que cuando nos atraen personas con rasgos similares a los nuestros, tendemos a elegir el olor de aquellas que tienen un sistema inmunológico muy distinto.

Aquí me quedo quieto, porque mientras escribo suena la química en iTunes. Es curioso, pero la química siempre me ha llevado a poner la mirada en situaciones, objetos y personas inapropiadas. Esto me ha demostrado que aunque uno no puede evitar sentir la química, la incoherencia inicia cuando es usada como excusa para perder la cabeza. De nada sirve saber que el cuerpo produce una suerte de drogas internas si se ha guardado el dominio propio en la guantera. Está la oxitocina, que se produce cuando existe un amor pasional y se relaciona con la vida sexual. La dopamina, que es la droga del amor y la ternura. La finilananina, que genera entusiasmo y amor por la vida. La endorfina, que es un trasmisor de energía y equilibra las emociones, el sentimiento de plenitud y el de depresión. La epinefrina, que es un estímulo para el desafío de la realización de metas.

Tal parece que no hace falta un chequeo hormonal para determinar que la voluntad de Dios para mi vida radica en algo que supera la química, pues dicen que la felicidad se da cuando el flujo correcto de sustancias circula en equilibrio. La química no determina nada, pues el secreto está en mirar hacia adentro, hacia el presente, hacia el propósito y ser feliz con el terreno futurista.


@benditoavila

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