jueves, 7 de junio de 2012

Estandapero

Uno pasa toda su vida siendo uno mismo y resulta que es chistoso. Eso me gusta del comediante, que ve la vida con una mirada un tanto más retorcida y gozosa que el resto del vulgo. La gente cree que ser comediante es vivir feliz, dárselas del gracioso, disfrutar la vida, entre otras cosas más rococó que Disney y el rosado sabor del cliché. Resulta que no, hacer comedia es pillarse la falla del sistema, es vivir con la cabeza a mil de pensar cómo la humanidad puede proceder como procede y desde ahí proponer y señalar algo. Esto no es solo decir lo chistoso, también implica agregarle la lectura propia de la realidad porque ahí está el chiste, en el punto de vista agudo.

Hace más o menos dos años tomé un taller de stand-up comedy con uno de los pioneros del movimiento en Colombia, el gran Gonzalo Valderrama, quien además de estupendo comediante, es a mi modo de ver un teórico del asunto. Nada más grato para mí que recibir no solo práctica, sino teoría de comedia desde la experiencia de uno de los grandes. Gonzalo me enseñó que lo primero era dejar de decirle "el stand-up", porque en realidad es una técnica de comedia, y en su facultad de hembra debía tener un artículo femenino distintivo, la stand-up comedy.

Lo otro es entender que stand-up no es lo mismo que stand up. Así que el chistesito de "¿Uy, y voy va a hacer comedia de pie?" está mandado a recoger cuando se entiende que el primer término es un phrasal verb, o verbo compuesto del inglés que quiere decir "sin adornos". La stand-up comedy es un formato de comedia en donde sin adornos, con el mínimo de recursos y con el máximo de talento se busca comunicar una idea, no contar una historia.

Aquí en Colombia eso empezó más o menos en 1999, y casi un siglo después de que los maestros de esto lo vieran consolidarse en bares, burlesques y demás espacios de ambiente cabaretero: los gringos. Llegó y con su entrada agobió a uno de los nichos mamertos con los que más he tenido que lidiar: los hippies cuenteros. No voy en contra de la narración oral, pero sí con todo el contexto mugroso y chabacano que se tejió alrededor de la experiencia desarrollada en las universidades. Stand-up es reflexionar y lanzar críticas sociales, mientras que cuentería es narrar historias que dejen moraleja. Lástima que los hippies hayan creído que no bañarse y vender incienso sea ser narrador oral, porque una cosa no tiene que ver con la otra.

Robert McKee dice que la comedia es un acto rabioso. Yo añadiría que la comedia es una guerra entre el comediante y el público, donde el botín es la risa. Uno se monta en una tarima y se vuelve adicto a la adrenalina que le produce tener que luchar contra esas caras que desde arriba no se descifran del todo, pero que parecen inconscientemente opuestas al sujeto que se para a pelear contra su razón y a desatar sus emociones para bajarse con sus carcajadas entre el bolsillo.

Como esto no es hablando sino criticando y viviendo, he aquí mi debut en la comedia malparada, como le dice el mismo Gonzalo. Lo hice tan mal-parado que solo por eso me gustaría volver a treparme a seguir diciendo cosas que me importan solo a mí, pero a muchos les hacen reír.





@benditoavila

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