miércoles, 16 de mayo de 2012

Guerra de nervios

Si algo recuerdo de la Colombia  noventera, eran las largas horas frente al televisor viendo El Chavo, Los Supercampeones, Los Motoratones de Marte y así con cuanta producción infantil o animada llegaba del extranjero. La televisión reinaba en mi casa, era mi amiga y acompañante en medio de las tardes de ocio escolar. Veía novelas, seriados, dramas, comedias y hasta musicales que indefectiblemente aportaron a la hora de escoger mi carrera, profesión y oficio, que nunca terminan siendo iguales.

Todo era una deliciosa rutina hasta cuando al Presidente Gaviria le dio por adelantar la hora para ahorrar luz, así que se generaban apagones programados y con ellos se agotaba la televisión. Digo que se agotaba porque veía cómo la pantalla parecía quedarse sin fuerza, sin vigor, sin energía. Me molestaba tener que dejar de ver televisión por un Gobierno que no entendía, por unas restricciones que para mí, a los 4 años, eran más que escandalosas. Fue ahí que de la mano de Colorín Colorradio, descubrí que la radio era mucho más creativa que la televisión, pues describía mejor las cosas, ponía música y además me hacía reír porque me llevaba a imaginar.


Nací a finales de los ochenta en Bogotá. Por lo tanto resulta tristemente obvio que crecí oyendo noticias de  detonaciones, explosiones y demás bombardeos. El narcotráfico acarreaba la peor de las guerras internas, pero la peor de ellas fue, es y ha sido la guerra de nervios. Ayer una explosión en la Caracas con 74 me devolvió a esos años, no de terror sino de especulación: es usual que en medio de estos escenarios todo el mundo crea tener la verdad, o se las den de periodistas porque tienen Twitter.

La gente suele tratar a los usuarios de BlackBerry como ralea tecnológica, y los entiendo: somos unos acomodados que creemos que por tener pin deberían respetarnos. Todavía no entiendo por qué lo uso, si lo único que ha generado en mí son más dependencias que facilidades. Cómo no van a juzgarnos con tanta dureza si hay usuarios tan miserables que a lo único que se dedican es a regar información a través de las cadenas. Me gustan las letras de colores, pero desde que veo y leo esos caracteres morados lo único que pudo hacer es eliminarlos sin siquiera leer si necesitan sangre, si se acaban de robar a un bebé o si matan por enésima vez a Chespirito. Ya no espero nada bueno de alguien con BlackBerry.

Peor que cualquier bomba atómica -en contra de cualquier exministro- es un pueblo con las facilidades comunicativas que nunca ha aprendido a utilizar. Que había otra bomba en otro lado, que otros explosivos iban a acabar a los curiosos que no habían evacuado la zona, que una volqueta y una camioneta habían sido robadas, que fue por el TLC, y así con cuanta pendejada la gente quiere llamar la atención. Ya me genera muchos problemas tener que explicar qué hace un comunicador social como para que ahora toque también enseñar que las cadenas de BlackBerry no hacen mejores personas, ni previenen, ni alimentan, ni nada. Creer en una cadena de BlackBerry es creer que el niño Dios cuando grande es Papá Noel.

Hagámosle un bien a la humanidad: dejemos de creer ciegamente todo lo que dicen los medios, los chismosos y las cadenas estas. Tal vez hasta que no aprendamos que la información no debe exagerarse no saldremos de la mediocridad comunicativa de la que muchos se quejan pero son los principales generadores.


@benditoavila

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