miércoles, 19 de octubre de 2011

Doble U

Entrada cabañera que se respete parece estructurada por los libretistas de Los Simpson: se ve una situación cotidiana y de ahí se parte para el giro cómico, que generalmente no tiene que ver mucho con el planteamiento y termina llegando tras varios traspiés hilarantes. Hoy arranco en mi rol oficinista, como un viejo que sin pipa ni tabaco narra sus vivencias a las nuevas generaciones de lectores que, valiéndose de sus teléfonos inteligentes, sabrán retuitear los contenidos de La Fiebre mientras yo tecleo en un computador ubicado en un pasillo.

Cada vez que escribo en horas de la tarde, termino arrancando desde la nostalgia. Pero no porque extrañe viejas épocas o algo parecido, es más bien un dejo mañoso resumido en frases como "Cuando estaba en la Universidad...", o "Me acuerdo que en mi época de estudiante..." y así. Al parecer, soy una especie de Benjamin Button que vive de para atrás, hurgando recuerdos conocidos y sintiendo tan lejana la época universitaria, aunque tan solo se tenga un año de egresado.

Cuando estaba en la Universidad aprendí que los comunicadores javerianos no sabemos mucho de nada, aunque presumimos saber de todo: tenemos una rara habilidad para abordar los temas de una forma tan superflua y convincente a la vez que sabemos descrestar. De hecho, el Maestro Salgado lo resumía en una frase tan oportuna que parece un proverbio bíblico: "El comunicador social tiene un mar de conocimiento, de un centímetro de profundidad". Fue ahí que aprendí a aceptar que no me las sabía todas y que tampoco me tocaba, como muchos compañeros de salón que ahora veo, leo y oigo en los grandes medios creen todavía.

Casi un año después de haberme graduado, me doy cuenta que la Universidad abre la cabeza -de hecho, descalabra-, porque invita a pensar desde otros lugares y a abordar muchas formas de vida. El punto es que uno sale, muestra ese cartón gigante a la familia, ellos lloran y uno se dedica a esperar la comida o la lluvia de sobres como premio a tantos años de no hacer mayor cosa. La Universidad sirve siempre y cuando uno tenga claro que no sirve, pues finalmente el profesional que buscará oportunidades y saldrá a pagar un crédito es uno.

A este punto, muchos pueden estar pensando en que soy un malagradecido, perro canequero, cerdo insensible, diva sextuitera y hasta mamerto pop. A todas esas descripciones que todavía no proceso les doy check, pues eso sí aprendí en la Universidad: si uno es bueno en algo, si tiene algo qué contar y aprende a vender su intelecto, podrá presumir de ser un oficinista respetable al que se le puede aplaudir por haber comido pescadito y trabajado en Ático en su época juvenil. Siempre he creído que uno es comunicador desde que está en IV semestre y ya puede medio pedir trabajo, pues este oficio-carrera-profesión o comosellame se perfecciona es con la experiencia, no con la cátedra.

Vivimos tan afanados por estudiar, tener título, hacer plata y casarnos, que se nos va la vida real mientras buscamos cosas tan elementales como esa. Yo me cansé de ese esquema predecible y conductista de vivir por vivir, por eso mi modalidad ahora será disfrutar los fines de semana, escribir, dejar de hacer cosas por la plata y pensar en que me siento tan hippie reflexionando sobre la Universidad que me doy asco a mí mismo, entonces volveré a mi rol oficinista donde empezó todo y tal vez no deba cambiarse, por ahora.


@benditoavila

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