lunes, 5 de septiembre de 2011

Animalitis

Si algo me han enseñado los zancudos es que nunca hay enemigo pequeño. Uno los ve como poca cosa, zánganos ruidosos, pero cuando se proponen mortificar a la humanidad son capaces de lograr crisis mundiales. Los zancudos me fastidian, pero si algo recuerdo del Colegio es que necesitamos de distintas y múltiples criaturas para que el ecosistema sea biodiverso. Así me pasa en la vida real y así lo he entendido por esta temporada, tiempo biodiverso y variopinto donde más que zancudos, enfrenté lagartos, camaleones, perros, perras y demás animales de la fauna relacional.

Por estos días de animalandia se reestrena El Rey León, la película que me recuerda lo que es perder un padre, pero ahora en 3D. Fuera de chiste, esta y muchas películas infantiles protagonizadas por animales han sabido construírme una imagen de las relaciones a lo animal: si quiero comer gratis debo andar con una perra, si quiero que me amen debo ser un cerdo y si quiero que me escuchen debo ladrar como perro. Nada de esto valdría la pena si yo no reconozco que el simple acto de ser humano ya es ser animal, pues convivo rodeado también de hienas, zorros y lo peor: lobos que se saben camuflar de ovejas.

Los cristianos -otra fauna farandulera en sí misma- crecemos con la idea de la misericordia aplicada, que obviamente nace en Dios y es de Dios. El mandato divino se vuelve una práctica regulada que no permite que nadie que sigue a Jesús siquiera emita un juicio sobre el caído. Estoy de acuerdo con que si Jesús caminara por la tierra en pleno siglo XXI haría cosas que para muchos no se ven bien en uno que proclama ser el Mesías: me lo imagino andando por la Localidad de Santa Fe rodeando el complejo acuático de la 22 en busca de mujeres que necesitan una palabra de amor y no un billete. Me lo imagino siendo entrevistado por lagartos mediáticos como Suso -el José Gabriel Ortiz desdentado y cejón-, o como los de El Radar del dragón, donde también lo ridiculizarían y le pedirían que trajera la paz mundial y detuviera el calentamiento global mientras le ponen sonidos de pedos y le dibujan cachos en la cabeza. Seguramente en Día a día, Agmeth -el lobo que usa Fortident- lo pondría un viernes a bailar merengue mientras una modelo paisa le pide que le enseñe a bailar choque.

Jesús sería lo máximo, porque nos enseñaría a todos nosotros -simples perros de parqueadero-, que vale la pena recibir otra oportunidad. Pero la gran pregunta es, ¿qué pasa cuando esa otra oportunidad se convierte en la frase de cajón? Hay que decirlo, dentro de las filas del cristianismo hay lobos agazapados que se van devorando a las ovejas -literalmente se las mandan al buche-, y luego piden, bajo el pretexto de la gracia, que no se les juzgue porque Dios está con ellos y los cristianos deben amar al prójimo.

Ya ha quedado claro en La Fiebre, que entre otras cosas este mes celebra su primer aniversario, que aquí lo que hay son mensajes apócrifos y además encriptados que pretenden punzar ciertas conciencias: tanto la del ñoño que piensa que ser cristiano es imitar a Ned Flanders, como la de el que ha pasado del punk a la anarquía. Este último resulta también peligroso, pues bajo el discurso de No me juzgues, Dios me sigue formando, ha sabido reenfocar y manipular a las masas cristianas para que le amparen su comportamiento díscolo y descontrolado, propio de alguien enfermo mentalmente, y crean que todos estamos en su contra cuando lo que buscamos es que conozca a Dios y no que simplemente parezca que lo ha hecho.

Lo chistoso es que hablan de no juzgar, pero ni ellos mismos conocen la verdad: esos que piden no ser juzgados tal vez esconden más porquerías que los que alguna vez supieron aceptar su condición de perfectibles. Esos que envenenan cabezas en contra de las Iglesias y las autoridades revelan sus deseos de figurar y ser necesitados, a pesar de su triste y miserable forma de llamar la atención. Esos que se las dan de galanes , tal vez fueron los más abusados y por eso quieren sentirse llenos poniendo a la gente a comer de su mano.

Lo bueno es que yo tampoco los juzgo: en realidad los amo porque yo también soy piraña, tampoco quiero ser un colombiano de bien y mucho menos creo en el cristianismo lámpari-rosa. Simplemente creo en que uno no puede proteger a alguien que miente usando el nombre de Dios y que además divide y daña percepciones de las personas, apelando al victimismo. Así es, yo tampoco hablo de lo que no conozco, pero sé que la misericordia tiene un límite para los perros y los gatos también.

@benditoavila

* Para tí, con repulsión y algo de decepción. Pensé que estabas mejor, pero sigues irrumpiendo con el mismo ánimo de quinceañera que como cuando eras quinceañera. Si me das el chance, te enseñaría a jugar baloto y a encontrar que el premio gordo que buscas ha estado tan dentro de ti que te sorprenderás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario