viernes, 4 de marzo de 2011

Del tope al fondo

Tratar de resumir todas las emociones humanas que se viven cada quincena es más complejo con el pasar de las semanas. Es por eso que escribir no es un acto light coctelero: quien crea que escribir es solo catársis olvida que Isabella Santodomingo se hace llamar escritora. Escribo sin pensar y recuerdo cuando forzaba al lóbulo derecho de mi cerebro para que pariera cosas asombrosas que ni yo mismo sabían estaban alojadas en mi cabeza. Hoy reestimulo mis dedos a que afloren versos agudos fruto de emociones encontradas, de sueños pisoteados, de muchas complejidades en una sola crespa cabeza.

La bruma no debe tocarlos, oh queridos lectores; pero tú, hijo mío nacido el día en que murió el Mono Jojoy, debes saber que tu misión más que generarme una rutina creativa fue y siempre ha sido consignar cada momento mental de mi existencia. Ahora que agonizo, recuerdo a mi compañera eterna de adolescencia mamerta: la música, la musa, la compañera. Cuán increíble era imaginar escenarios acompañados de notas sonoras de Los Fabulosos Cadillacs, Soda Stereo, Cultura Profética, Beatles; sonidos y notas que creía yo recargaban mi plexo solar y que ahora pienso fueron como una pomada aplicada estilo Vick VapoRub.

Ayer aprendí muchas cosas: nunca terminamos de conocer a la gente, hay que salir a matar por lo que nos pertenece, siempre es mejor hablar a tiempo, cuán difícil es ser coherente, las mujeres doblan las rodillas por las orejas. Esta metralleta de afirmaciones me retumban la cabeza porque en definitiva creo que Dios ama el drama y el conflicto. Creo que eso es lo que más me atrae de él, que no es un guionista caprichoso sino un estupendo director que me deja aportarle al personaje (que él mismo ha creado) y decidir lo que creo conveniente. Es por eso que la vida no es un libreto rígido, más bien es un taller de improvisación en el que todo puede pasar, pero soy yo quien escojo qué.

Recuerdo las canciones de Héctor Lavoe, uno de los salseros más importantes a mi modo de ver. Era triste escucharlo agonizar lentamente en letras como la de El Cantante y pensar que pedía ayuda mientras los locos desdoblaban sus esqueletos en la pista de baile. Tal vez la música es la pieza a través de la cual muchos narramos nuestro ascenso al cadalso, siendo yo el primero en amortiguar los golpes del destino con ella misma. La música me ha vuelto a llamar, el deseo de darle rienda suelta a las emociones y así interrumpir el procesamiento de una cabeza que va a mil.

Si el futuro es contingente (como aprendí hoy), no quiero caer en esa trampa. Me aferro a creer que soy el amo de mi destino así sienta hilos invisibles que me halan la columna vertebral desde arriba. El placer de volar no debe compararse con el miedo a caer, pues es fácil vivir por vivir o vivir por sobrevivir. No quiero pensar ni reflexionar más de lo que me toca porque lo importante es no olvidar la comedia, pero si algo me han enseñado estos años de formular beats y rutinas es que nada nace desde la ausencia ni la perfecta armonía.

Ayer aprendí otra cosa: Mientras peor te va, más te engrandeces. Palabras del maestro Humberto Vélez, quien entre otras cosas me dijo que si quería escribir, actuar, inventar y lo que fuera, debía conocer y vivir. Embárrala, enamórate, cáete, levántate, siente. Curioso que mientras escribo sigo recibiendo estímulos que me ponen a dosmil, porque siempre que determino avanzar vienen derrumbes inesperados.

También pienso en el Joe Arroyo, para mí uno de los grandes. En una de sus épocas, escribió una canción que hablaba de sus trabas y su forma de enfrentar la vida bajo ellas, El Tumbatecho. Canción pegajosa que muchos han bailado en esta época carnavalera, pero que para mí es un canto en el que pedía ayuda sin perder su sabor. Hoy escribo mi propio cantante y mi propio tumbatecho, pues nunca será fácil enfrentar la vida si los pisos en los que nos basamos se vuelven gelatinas de pata que sostienen una fuerte torre.

Sigo creyendo que la dificultad me está haciendo grande y fuerte de alma, así que ante el duelo abro loz brazos mientras doy pasos de plomo hacia adelante. Recuerdo lo que me enseñó mi papá: Los árboles morimos de pie. Lástima que ya no esté para recordármelo cuando más lo necesito.

2 comentarios:

  1. Conocer a las personas es mucho mas que tener información acerca de ellas, es confiar y creer.

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  2. Mientras peor te va, más te engrandeces. Embárrala, enamórate, cáete, levántate, siente... si esto es verdad estoy destinado a la grandeza, sin embargo es difícil creer esas palabras cuando solo se queda en teorías, ya que cuando se hace practico, nadie se acuerda que es necesario para avanzar.

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