viernes, 8 de octubre de 2010

Desperate Housekeeper

Hay días en que no sirve forzarse ni esforzarse. Ayer fue un día de esos. El encierro hace su parte y saca al Jack Torrance que creía ya no llevar dentro de mí, pero que con el pasar de los días detona oscuras pasiones y extraños dolores. Hoy soy el señor Burns: no les traigo paz ni amor, hoy traigo dolor, penumbra, incertidumbre. Hoy ya no soy yo.

Leo, cocino, limpio, leo, escribo. Una rutina que para muchas personas sería el paraíso pero que insisto en que no es tan chévere como parece. Las rutinas son una suerte de ocio predeterminado que desinfla la creatividad y me acerca a mi más profundo temor: que se me olvide pensar y reflexionar.

Ayer fue un día de raras rutinas. Después de mucho tiempo sin hacerlo, salí a una charla con tinte académico. A veces este tipo de ejercicios que para algunos son mamertos y para otros son rarófonos ayudan a encontrarse con un universo fuera de las seis paredes de una habitación cualquiera. Digo seis porque he intentado escapar por todas las aristas posibles a esto, que más que problema se ha vuelto una especie de suplicio prolongado: el desempleo.

Salgo a Transmilenio y veo caras, miles de caras. Algunas sonríen, otras no, pero a todas quisiera tratarlas como el tipo de la zancadilla. (http://www.youtube.com/watch?v=DikTCMcQSNc). De hecho, la estación en la que estuve era tan parecida que por mi envenenada mente caba-ñera tracé el camino para no hacerlo una ni dos ni tres, sino todas las veces posible. Hay que ver las caras de las personas cuando ven que alguien se enfrenta a su violencia interior, esa violencia que se cocina en toda la humanidad pero que son (o somos) pocos los que decidimos rastrear.

Recordé al Meursault de El extranjero. Quise matar árabes en la playa bogotana y así inyectarle adrenalina a lo crapulento del desempleo precoz. Lo curioso es que este tipo de sentimientos son apócrifos para alguien que profesa el amor al prójimo y el perdón como estilo de vida. Fue ahí cuando me sacudí la cabeza y entendí que Mr. Hyde no nace sino se hace en las ideas de quien le permite anidarse.

Si hoy ya no soy yo, ayer casi soy otro. Estuve en una charla de literatura y rock que disfruté con agrado. Fui acompañado por partida doble, pues dos amigas cercanas que también denigran como yo de no tener empleo estable, se animaron ante la iniciativa. Disfruté escuchar de nuevo expresiones como corpus del texto, y algunas otras que cualquier literato utiliza cuando se refiere a la construcción de su obra. Me gusta salir y dejar que otros me resquebrajen la cabeza y me enseñen cómo ven el mundo, porque así entiendo de cuánto necesito la calle y los peatones que la invaden. No esperábamos que el Centro Comercial que visitamos estuviera en celebración de aniversario ni mucho menos que nos ofrecieran torta gratis. Acudimos gustosos.

Ya de llegada, acordamos comprar algo de comer para cocinar en casa, pues en estos tiempos preferimos cuidar el bolsillo y darnos lujos que no superen la cuota personal de amigo secreto de una empresa pequeña. Hay días en que no sirve forzarse ni esforzarse. Ayer fue un día de esos, mucho más cuando entramos y el gato de mi amiga estaba totalmente desvencijado y sin vigor en brazos de su compañera de habitación, quien con los ojos emparamados nos pedía ayuda y calma a la vez. La noche prometía ser larga.

Salimos presurosos a una veterinaria cerca, donde el amable doctor Paredes nos reportó que no era gato sino gata. He ahí el primer problema, el pobre animal ya estaba siendo levantado con un duro complejo de identidad agravado por mí, ya que desde que me lo presentaron le cambié el nombre: de Quino a Gizmo, por su mancha aparentemente calcada del tierno personaje de Los Gremlins. Así que ya no era ni Quino ni mucho menos Gizmo, ahora era una felina con un trauma craneal y bautizada por sugerencia del doctor como Mafalda. El parte no era favorable así que nos pidieron ir a esperar a casa.

Prendí el PC y curiosamente terminé buscando música de Hillsong, algo que no tenía nada que ver con literatura y rock, como para darles tranquilidad a las tres mujeres que alborotadamente se preocupaban, cada una a su estilo. Fue ahí que entendí eso de las raras rutinas rotas, porque este desperate housekeeper del barrio Cedritos ahora estaba en Niza 9 pidiéndole a Dios que hiciera su parte.

Fue gratificante quitarme el delantal de la mañana para ponerme la camisa por la noche, pasar de mano de obra en la cocina a ser alguien que realmente aporta algo. Hicimos lo que hacemos los cristianos: oramos, le pedimos que hiciera Su voluntad pero lo más importante, dimos gracias. Ahí entendí que mi actitud punkera de todo el día no había servido de nada hasta el momento en que pude levantar mis manos hacia el cielo y pensar en que Él tiene (y siempre ha tenido) el control de la vida de todos aquellos que se lo pedimos.

Paredes llamó, pero yo constesté. Efectivamente, Mafalfa falleció casi media hora después de que la dejamos, pero pocos minutos después de que se la entregamos a la soberanía de Dios. Fuimos por ella, nos despedimos y dejamos su cuerpo para que le dieran cristiana y felina sepultura. Nos limpiamos los zapatos y escuchamos Mutemath como para justificar la comida que ya habíamos comprado antes del deceso.

Ayer fue un día de raras rutinas rotas. Valió la pena salir tan solo por la gratitud de mis amigas, quienes me agradecieron por estar ahí. Revisé las monedas que me quedaban y salí al frío de la ciudad mientras en mi cabeza sonaba Mutemath de nuevo.
(http://www.youtube.com/watch?v=Cx42vYTpsto)

It's ok, It's ok
It's ok, It's ok
You've become my embrace
Just tell me it's ok

1 comentario:

  1. Excelente post, la ruptura de su rutina aunque paradójica (ya que salió de su rutina para terminar viviendo un dia con tragedia incluida) fue bastante interesante, ahora entiendo que la personalidad se forma desde la infancia pero que adopta diferentes rasgos de acuerdo a las personas que participan en nuestra vida diaria, ahora salió el hippie enjaulado bajo la capa de "yupi" o "snob" javeriano.

    Dos apuntes:
    1. En un cubo (en este caso habitación) existen no 6 sino 12 aristas, creo que mas bien se referia a las 6 caras.
    2. Lo unico que desapruebo de toda su conducta del dia, que me parece increible que sea capaz de aceptar que esta dentro de usted, fue que pusiera Hillsong como musica para relajar el ambiente, si yo hubiese estado allí, no me hubiera dejado mas opción que la de halar el gatillo... y con esto me refiero a llevarme a Quino el "gatillo" (gato pequeñillo) a otro lugar, porque aparte que estaba sufriendo, tuvo que soportar la musica... pobre gatita que en paz descanse en el cielo de los gatos.

    en todo caso ¡QUE VIVA LA CONTADA DE MONEDAS!

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