jueves, 19 de febrero de 2015

Yo también tendré 30

¿Quién no recuerda los días de inducción en la Universidad? Alguien que no haya asistido, supongo. Pero mi caso no fue ese. Voluntariamente, hace exactos 10 años, llegué a la Facultad de Comunicación de la Javeriana a vivir el paseo completo en persona para que nadie tuviera que contármelo jamás. Recuerdo que en esos primeros días el paso del tiempo no era algo que me trasnochara, porque el futuro era algo que todavía se demoraba. Y va uno a ver y no, porque en un abrir y cerrar de ojos se pasaron los mejores 6 años de mi vida. Sí, la universidad me gustó tanto que casi no me sacan de allá.

Ahora, con un cartón que me acredita como Comunicador Social, me encuentro en la vida laboral con personas que sufren porque se acercan a cumplir 30 años, o como dicen los oficinistas, van llegando al tercer piso. A los de esta especie se les ve analizando la actualidad noticiosa, preocupados por no aparecer reportados en Datacrédito, embarcados en largas maratones de series televisivas, padeciendo cuando toman leche entera y contando historias protagonizadas por ellos hace 10 años. Y es así como me doy cuenta, con temor y temblor, que ahora soy uno más de ellos.

Pero la idea no es caer en agonías generacionales, porque tampoco es que crecer haga a la gente más aburrida, aunque en el fondo uno va cambiando sus fotos de fiestas y parrandas por las de babyshowers y matrimonios. El punto es que vengo del futuro para decirles, amigos universitarios, que están en los mejores días de su vida, y que como tal se les escurrirá como agua entre los dedos. No quiero sonar como a sus respetadas madres, pero va uno a ver y siempre han tenido razón cuando aconsejan no perder el tiempo para que no lloren los Santos, porque con un papá presidente, ellos ya tienen la vida resuelta.

Si a usted le faltan varios años para llegar a los 30, sépase preparar para cuando le llegue la hora de no poder salir a la calle sin protector solar, o cuando su correspondencia esté integrada por planes de medicina prepagada y extractos de tarjetas de crédito a su nombre. Este es el momento de crecer personal y laboralmente, porque si la vida no está como para ser mediocre, después de los 30 sí que menos, así que aventúrese a valorar sus años mozos de creatividad y emprendimiento.

Pero si usted es de los míos, los mismos que ahora buscamos la comodidad de unos zapatos por encima de que estén de moda, o que trasnochar nos destroza porque “ya no estamos para esos trotes”, no se dé tan duro y disfrute de esta nueva etapa. Está demostrado que muchas de las mentes más brillantes de la historia llegaron a la iluminación después de los 30 años, y de todos lo que hay que vivir fracasando para llegar allá.

Para ambos casos llega esta MALLPOCKET, que con el pretexto de conmemorar nuestra edición Nº 30, le presenta distintas formas de pensar en su reloj biológico inexorable, pero también pretende abordar el 30 como un número más, donde la apariencia es lo de menos y el añejamiento es lo de más. Y como el palo no está para cucharas, lo mejor es que se monte en este DeLorean y piense que la mejor etapa de su vida depende de usted, no de los años que diga tener. Ahí sí como dicen los oficinistas más recorridos, la vieja es la cédula, y la joven es la contraseña.


Publicado en la Revista Mallpocket de Febrero de 2015

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