jueves, 4 de septiembre de 2014

Puente

No sé de cuándo acá la muerte se volvió tan determinante para lo que escribo. Se podría pensar que soy un periodista olfativo esperando algún deceso para publicar algo, como ya ha pasado un par de veces. Pero la verdad es que para mí, la muerte siempre ha sido algo más habitual que la misma vida, porque solo con su llegada uno pude reconfigurar los recuerdos.

Así me pasó cuando me enteré de la muerte de Gustavo Cerati, uno de mis héroes en muchos aspectos y que de cierta manera aportó a muchas de las ideas y conceptos que he construido. Lo primero es hablar del colegio, porque si algo bueno me queda de aquel nido de ratas (al cual ya perdoné) son los recuerdos de la banda de rock en español que montamos, Caos, donde versionábamos todo tipo de canciones de Soda Stereo como una manera de resistir la presión de los curitas Dominicos. 

Con Cerati, muere lo que me quedaba del colegio: se van las tardes de conversaciones sobre la vida adulta y el amor, adobadas con torneos de International Superstar Soccer o Crash Team Racing en Play Station. Con Cerati se van los mil y un intentos de aprender a hacer cejilla en guitarra para tocar De Música Ligera mejor que los demás. Con Cerati se mueren los recuerdos de viajes a la finca del colegio en Anolaima, y de amistades imborrables que ya no existen.

Cuando escogí estudiar Comunicación Social, me daba risa pensando en Cerati, el mismo tipo que dijo que esa carrera era perfecta para gente que no tenía ni idea de qué hacer con su vida, pero tenía una idea creativa. Me daba risa pero de la nerviosa, porque me metí en esa vacaloca sin tener claro más que quería darle forma a los pensamientos que ya traía, a mi fe ardiente y a mis sueños de ver las cosas distintas. Y sigo sin saber cómo.

Fue así que en la universidad seguí recordando frases como esa, que siempre eran motivo de reflexión: "lo que seduce nunca suele estar donde se piensa", "me pasé la eternidad deseándote, no es momento para ser cobarde", o la clásica "poder decir adiós es crecer". Y es que pasar por una Facultad de Comunicación y Publicidad de cierta manera era un homenaje a Cerati, quien me inspiró a conformar una que otra banda para hacer temas propios, o simplemente tocar para rellenar el ego.

Tengo algunos recuerdos javerianos. Cuando trabajaba en lo que ahora es Ático, había sonidos que aligeraban mi jornada de monitor sin acceso a internet, musicalizaron uno que otro video institucional por encargo y hasta me inspiraron en el look. Porque hay que decirlo: así suene muy banal, mi pelo fue un homenaje a Cerati, porque el tipo la tenía clara en cuando al manejo de rulos, siempre los tenía en su punto. Creo que es momento de confesar que alguna vez llevé a la peluquería, en el Blackberry, fotos de Cerati para que el estilista se inspirara y diera forma con tijeretazos a cada uno de mis crespos. Pendejadas que hay que contar.

Pero si tengo un gran recuerdo de Soda Stereo, fue el día en que me enteré de que harían la gira "Me verás volver", por allá en 2007. Aunque nadie me lo crea, me emocioné como si viniera el mismísimo Jesucristo, porque Soda era una leyenda inconclusa cuando tenía 9 años, y ahí, una década después, ya podría disfrutarlos con uso de razón y dos dedos de frente. Me enruté a comprar boleta general, que recuerdo era roja y me costó algo así como 86 mil pesos, algo que no me importaba en aquella época de pobreza universitaria.

Puedo decir con mucho orgullo que ver a Soda Stereo en vivo ha sido una de las cosas más bonitas que me ha pasado en la vida. Primero porque era tener la posibilidad de ver en vivo las canciones que gritaba en la intimidad, o que acompañaron una que otra tusa escolar. El bendito poder de la música y el recuerdo de escenas que van ligadas a nuestras experiencias, que en últimas es eso lo que nos engancha y extrañamos de los difuntos, lo que pudieron aportar desde su lejanía a nuestra construcción de criterio.

Cerati duró 4 años en coma, y eso sí que es mucho aguante. Aguante para unos, estupidez y atropello para otros. El tema de su muerte llevó a que mi mamá me dijera que donde a ella le pasara algo así, me exigía que le pusiera música cristiana de fondo, le apretara la mano y la dejara ir, porque la inmortalidad se hace en vida y no en tiempos muertos. Le dije que ante todo tenía amor para darle ya, porque si algo aprendí de Cerati fue que el amor es ese puente que nos une. 

"Cruza el amor, que yo cruzaré los dedos"


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