lunes, 9 de junio de 2014

El efecto Tetris

Pero si hubo una actividad escolar que recuerdo, era el jugar Tetris en Gameboy, prestado, porque jamás pasé de un mini atari que me gané peleando en una piñata. Todo esto lo empecé a desempacar de la cabeza con una noticia que leí, donde contaban que por estos días se celebran 30 años del Tetris. La verdad me puse a pensar en eso, como siempre me pasa, que me trasnocho pensando en irrelevancias mundiales como por qué murió Ayrton Senna, o en la importancia de la química para la humanidad.

Resulta que el Tetris es adictivo, y va uno a ver y sí, porque lo simple bien armado es lo que nos gusta ver, leer y escuchar. Así somos con todo lo que consumimos, inclusive si es un juego ñoño de mover y acomodar figuras. Yo, que me obsesiono fácilmente con pendejadas, como comparar los olores de los jabones de manos en los centros comerciales, dejé de jugarlo hace mucho, cuando empecé a ver a la gente y a las cosas con formas acomodables entre sí.

A uno le gusta jugar Tetris porque así la monte de open-mind, a todos nos encanta ordenarlo todo, encajar situaciones y cuanta vaina conocemos, en un intento de darle sentido a la realidad. Nos gusta solucionar las cosas y tener todo dentro de nuestro marco y control; y cuando llegan los bloques inesperados, los de formas incompatibles, pues los acomodamos en medio del caos.

El Tetris borra las formas mal encajadas cuando se alinea una fila, ¿y a quién no le interesa ver sus embarradas desintegrarse? Ahora que lo pienso, es hasta cristiano todo esto, por el hecho de que embarrada tras embarrada, o problema inesperado tras problema inesperado, llegue un borrón y cuenta nueva, como siempre pasa con Dios.

Ahora me relajo un poco, primero porque sólo tengo espacio en la cabeza para el Mundial, cosa que me apasiona; pero también porque sé que nadie va a leer doctrina espiritual en plena época de carnaval deportivo interplanetario. Por eso me dan ganas como de cerrar el Mac y migrar a otra pantalla, donde me dé por bien servido acomodando goles mentales en los pies de otros jugadores, ya que en lo real jamás lo pude hacer.

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