martes, 30 de julio de 2013

El reto gringou

Hace unos días me monté a un colectivo, de esos que el SITP todavía no ha erradicado y lo llevan a uno por pocas monedas. Es una actividad de alto riesgo hoy en día, pues se corre con el infortunio de ser tildado de vendefrunas, o de rehabilitado recién salido de una fundación cristiana. Como soy un poco de las dos, me subí regateado e hice lo que siempre hago: sentarme cerca del pasillo, recostar la cabeza y asegurarme de tener los audífonos bien puestos para no tener que oír ni hablar con nadie.

Sí, soy de esos antipáticos que prefiere no charlar en el bus, porque eso de establecer conversaciones no es lo mío. Contrario a lo que muchos pensarían, no sé romper el hielo ni mucho menos ahogarlo; tampoco soy el que da el primer paso comunicativo. Si me cuesta hablar hasta con gente conocida, cuánto más con extraños de esos casuales, los que preguntan la hora o buscan confirmar que van en la ruta adecuada.

Estaba ahí, sentado en medio de mi cotidiano autobloqueo de movilidad, esperando llegar a mi destino habitual en Las Américas. Me impactó que de manera abrupta, un hombre alto, canoso y con una guitarra al hombro se trepó en el colectivo. Como vivo en un país donde el rebusque es uno de los deportes nacionales, preferí pensar que era un sujeto de esos que venían a conmover con su historia de deformidad, o a cantar y vender ambulatoriamente porque la necesidad apremia todo, pero me encontré con algo que no esperaba.

Tuve que quitarme uno de los audífonos para confirmar que lo que oía era un acento gringou de spanglish arrastrado. El tipo se montó y lo primero que dijo fue que "no venía a pedir plata, ni a pedir nada". Por el contrario, empezó a sonreír y a decir que venía a "darnos el mejor regalo". Sin más preámbulo, agachó la cabeza, descolgó los hombros y pegó la espalda contra uno de los tubos de donde la gente se agarra, pues su tamaño XL no se prestaba para nuestro transporte público en deterioro.

Ahí pasó su pulgar por las cuerdas, mientras con la otra mano hacía un La menor con el que verificaba la afinación de su desvencijada guitarra. Entonó una canción que jamás había oído, pero decía algo como Jesucristo, él es tu amigo, te dio la vida, murió por ti. La tonada se repitió un par de veces ante la mirada indiferente de la gente que, como yo, tan solo ve el espacio de desplazamiento en un bus como un tiempo muerto que es difícil de aprovechar.

Tan pronto como terminó, me sentí conmovido porque dijo que nos presentaba a Jesús, el único que nos podría ayudar. Sin pena ni aspavientos, empezó a orar por nosotros y le pidió a Dios que nos sanara, que protegiera a nuestras familias y que nos ayudara en nuestras necesidades. Mientras lo hacía, empezó a repartir tratados de manera indiscriminante, como si de eso dependiera un cupo de entrada al Paraíso.

Me quedé pensando en eso, en que he repartido volantes y predicado de mi fe a extraños unas tres o cuatro veces en la vida, porque según mi teoría adolescente, la gente no quiere saber de Jesús ni de Dios. Nada más falso que eso, porque cuando este gringou terminó de repartir los papeles, todos en el colectivo lo recibieron y leyeron con suma atención, lo cual demuestra que la gente quiere que se le hable claro, sin eufemismos positivistas ni distracciones morales. La gente espera la solución con nombre propio: Jesús.

La ruta siguió y empecé a preguntarme: ¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo estoy hablando de Jesús? ¿Por qué me hago el gringo? Porque lo fácil es hablar con hechos, actuar y ser buena gente; pero eso de proclamar a viva voz que creo en Jesucristo y sé que él es la solución no se dice tan fácil como se escribe. Por eso, hoy empiezo mi camino hacia el reto gringou: voy a vender y mercadear a Jesús de una manera poco rentable: regalado, con altas expectativas de sus milagros y sobre todo, con entrega y amor constante. ¿Será que alguien más está dispuesto a hacerlo?

2 comentarios:

  1. WOW! Increíble, casualmente Dios me hablaba de esto últimamente. creo que como cristianos nos vamos de extremo en extremo y nos falta sabíduria y equilibro. Severo

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  2. Siempre dejando con la boca abierta y la cabeza hecha un mar de ideas... :) Usted es woow! y claro que hay muchos, que después de leer esto estamos dispuestos!!! :D

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