jueves, 14 de marzo de 2013

Marca registrada

La primera tarea que hice en la Javeriana fue crear un copy para una clase que se llamaba Composición Visual. Recuerdo que era "Grítale al mundo lo singular que eres", y que a la clase entera le gustó mi afán por rescatar la autenticidad de la gente. Para la época, lo único en lo que pensaba era en quién era yo, por qué hacía todo lo que hacía; por qué causa, razón, motivo o circunstancia me aguantaba el esnobismo de una Facultad de Comunicación cuando yo mismo soñaba con poner una bomba en el túnel, como para meterle sentido a los primeros y huecos semestres morales de la carrera.

El tiempo pasó, como una estrella fugaz, así como fugaces pueden ser las ideas en las vidas de las personas. A la Universidad fui a aprender, a traeme un cartón que me diera derecho de poder presumir que era educado y ahora sí recibiría consignaciones por un trabajo; pero sobre todo fui a compararme, a contrastarme, a poner a prueba mis creencias, a integrar un mercado donde resultó que lo más importante era tener una fuerte identidad. Entré ganando, pues desde que puse un pie en la Ponti ya sabía que lo que soy se lo debo a una cruz vacía. No, no tengo complejo de Neo, el elegido de Matrix, pero sí tenía claro que mi Alma Mater, y el planeta tierra en sí mismo, son lugares de paso en los cuales nunca me quedaré.

En mi vida universitaria conocí gente de muchos tintes, corrientes de pensamiento, orientaciones sexuales, prejuicios, religiones, fes y hasta intenciones musicales. Me gusta la diversidad por eso, porque nutre y complementa la idiotez del que ha vivido encerrado en sus cuatro paredes hasta que le llega la hora de estudiar con gente que no piensa en estudiar. Solo en la Universidad es que podemos jugar a ser grandes, pues alardeamos de tomar decisiones y de ser autónomos siempre y cuando la plata que nos dan nuestros papitos lo permita. Todo esto en el marco del primer mercado sexual y emocional al que llegamos precozmente.

La vida universitaria es una constante búsqueda de identidad. Como en la vida real, existen "Los que son y parecen". Estos generalmente mantienen esa correlación entre su identidad y sus actos, son la quimera a la que todos queremos llegar. También están "Los que son y no parecen", grupo integrado por quienes prefieren guardar un bajo perfil ideológico y sus actos pasan inadvertidos. De otro lado, están "Los que no son y parecen", gente que asevera discursos y promueve pensamientos de los cuales nunca ha estado convencida, o en su defecto se van por el camino tramposo de la apariencia sin contenido alguno. Finalmente, están "Los que ni son ni parecen", gente sobre la cual no tengo nada qué decir.

Mi insatisfacción santa es ver gente que, sabiendo quienes son pero buscando encajar y agradar, van a la Universidad, a la oficina y a donde sea a perder su marca registrada, su sello de fábrica. Ahí me pregunto si en verdad son lo que dijeron ser, o si alguna vez lo han sido. Me detengo a pensar y le doy gracias a ese ambiente plástico y pitillero que los recibe a todos, pues es el encargado de hacer que los fuertes nos fortalezcamos en nuestras fuertes fortalezas redundantes, y que los débiles aprendan que el hierro necesita pasar por el fuego para ser probado.


@benditoavila

No hay comentarios:

Publicar un comentario