lunes, 8 de octubre de 2012

Adiós René

No hay vínculo más varonil que el que un hombre puede tener con su carro. El mío se cortó la semana pasada, pues por decisiones familiares que se veían venir, además del trillado divorcio de mis papás, vendimos al gran René. Sí, el único carro familiar que los Ávila hemos tenido en serio. Que yo recuerde tuvimos un Renault 4, un Monza y a René, pero mis recuerdos dominantes van ligados al bólido que me vio crecer y al que pude yo mismo cuidar y manejar.

Los Ávila, además de punkeros, ingenuos y familia clase media aspiracional, somos gente apegada que le da cierto valor nostálgico a los objetos materiales, entre ellos al Renault 9 modelo 1984 que tuvimos por más de 17 años. ¿Tantos? Sí, porque René era como el cariño verdadero, ese que ni se compra ni se vende pero resulta tan enternecedor cuando se liga al recuerdo infantil. De ahí la importancia de esta entrada dedicada a René, el protagonistas de Nuestra Tele de esta historia, quien no fue ni será un mal actor, pues siempre lo dio todo en las pistas.

René fue el bebé de la familia hasta que llegó Ágatha. Fue el carro que mi papá compró cuando vio que la prole se le estaba creciendo y que era hora de empacar a sus tres pequeños hijos en un auto cómodo y familiar. Qué mejor que un R9 blanco para encarnar el sueño de tener vehículo propio para ir a Cafam Melgar, para llevar a los niños al Colegio, para mercar sin que saliera muy caro el taxi y hasta para llevarle flores al abuelo en Jardinez de Paz.

Iba a escribir que en René aprendí a ser hombre, pero se oye muy feo para la salud de sus mentes, oh amados caba-ñeros y caba-ñeras. Diré que con René aprendí muchas de las cosas que la hombría requiere: fue piloto de pruebas de mi curso de conducción, practicante fijo de mis investigaciones mecánicas, invitado de honor a mis primeras salidas nocturnas y cristianas -ambas al tiempo-, testigo silencioso de errores, desamores, fracasos y éxitos.

Los que me conocen de tiempo atrás, no solo los que leen los tuits o La Fiebre y se creen con el derecho de pontificar sobre mis ideas, saben que René fue especial. Pero como todo en la vida, hay que quitar lo bueno para recibir lo mejor. Tal vez por eso aprobé la venta, porque en el fondo sabía que de conservarlo viviría atado al recuerdo de lo probable, lo recorrido y lo religioso de un carácter que está en proceso de emancipación y liberación.


René, el día en que decidió agarrar vuelo. A la izquierda, mi papá tranquiliza a mi mamá, quien dentro del carro se resistía a creerlo. 


@benditoavila

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