miércoles, 19 de septiembre de 2012

Perder el tiempo es sano

Disfruto mucho sentándome a escribir en La Fiebre, porque cuento lo que se me da la gana, hablo de los temas que a mí me interesan y por fortuna -o infortunio- muchos y muchas lo están leyendo. Lo malo de esto es que suelo desplayarme en mostrarme sin tapujos,  por lo que aquí soy la mejor versión de mí mismo y suelo poner mi vida en la palestra pública. Excreto mi esencia en un blog que inició para mí y terminó para otros. Espero no estarme equivocando, porque de hecho ya no soporto a quienes creen que son mis amigos íntimos por el hecho de leerme. Lo bueno es que ya aprendí que uno no revela su intimidad a quien no ha pagado el precio, porque tal vez no lo merezca nunca.

Mi dicha bloggera se completaría si pudiera dedicarme a esto de lleno, y si esa premisa hippie de que la escritura libera fuera una realidad. Escribir no me sirve para exorcizar demonios o como me dijeron esta semana "desahogarse", la verdad es que me gusta y ya. Creo que las ideas se desenrredan mejor cuando pasan por la punta de los dedos y se plasman para difundirse y recordarse, no es más. De hecho, por algo así fue que nació este blog.

Lo que más me alegra de escribir es hacerlo cuando no es el tiempo para ello. Escribo esto en horarios laborales, me le río en la cara a Recursos Humanos aunque sé que los de Sistemas me monitorean. Cuando la gente va pasando cerca a mi cubículo oficinista minimizo la ventana y vuelvo al Outlook, simulando que estoy esperando algún correo. Abro Excel o algún libreto, mientras simulo concentrarme como si de esa lectura detenida dependiera la firma del proceso de paz. 

Así se me va parte del día, tuiteando, leyendo lo que otros publican, esculcando en las vidas de gente que ni conozco, ocultándome detrás de un carné y unas gafas con cordón. Y escribiendo, por supuesto. Me pagan por escribir y por leer. Lo malo es que hay días en que no quiero ver ni una letra más, tan solo pienso en salir corriendo a tomar un avión que me lleve a algún país desconocido, o agarrar mi bajo y tocar hasta sangrar, o buscar a quien todavía no conozco. Asuntos lindos como los que nos gustan, cabañeros de mi alma.

Para muchos pierdo el tiempo, para mí estoy en temporada de aprendizaje. Me gusta perder el tiempo porque es la forma en que el cerebro se libera de la tensión social que se necesita para comportarse política y correctamente. Ahora estoy siguiéndole la pista a una serie que aunque se estrenó en 2008, la descubrí en Los Angeles hasta este año: Breaking Bad. Es la historia de Walter White, un profesor de química que se entera de que tiene un cáncer terminal justo cuando su esposa está embarazada y además su hijo mayor sufre una parálisis leve. Por cosas de la vida Walt se reencuentra con uno de sus alumnos antiguos, Jesse Pinkman, con quien emprende la tarea de "cocinar" metanfetamina para asegurar a su familia económicamente cuando muera. Walt va dando un giro impresionante: pasa de ser un Ned Flanders decoroso a ser un Pablo Escobar inescrupuloso, y la verdad me impacta cuando en el primer capítulo Jesse le pregunta sobre la razón de cambiar así. Walt solo le dice "I'm awake". Llevo varios meses con esa frase como nuevo caballo de batalla, pues de alguna manera esta ha sido mi temporada de despertar.

Lo mejor de Breaking Bad es verla en horarios de oficina, porque definitivamente uno no aprende grandes secretos de la vida haciendo lo mismo en el mismo lugar. Por eso, antes de que sigamos suspendiendo la vida sin aprender a vivirla, sacudámonos y salgamos a correr el riesgo de dedicarnos a ser expertos en el ocio, perdamos el tiempo en los hobbies que a nadie le importan, gastemos los días en lo que nos apasiona pero que nunca nos dará de comer. Hagamos lo que los hace felices, compremos un bajo y hasta una melódica, ensayemos triunfar y también fracasar, vivamos y dejemos vivir porque como dijo el maestro Willie Colón: "Matando tiempo no es lo mismo que tiempo pa' matar ¡No seas bruto!"


@benditoavila

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