miércoles, 26 de octubre de 2011

Obituario

Hace algunos meses estuve en una de las charlas que el escritor y director de cine Guillermo Arriaga compartió en su última visita a Bogotá. El mexicano hizo un interesante preámbulo acerca de la muerte y dejó claro que para él hablar de la muerte es hablar de la vida, porque tan solo ella tiene la extraña capacidad de cambiar la existencia de aquellos que nos quedamos, y de completar a quienes se fueron con ella.

Me quedé quieto y recordé que h
e muerto y resucitado muchas veces. Morí hace 23 años cuando sufrí de peritonitis a los 8 días de nacido, pero resucité a los 5 años cuando fui maestro de ceremonias de la clausura del Jardín Infantil. Morí a los 9 años cuando perdí todas las materias en cuarto grado escolar, pero resucité en el 2003 cuando me becaron por excelencia tomasina. Morí hace 10 meses cuando perdí a alguien muy importante en mi vida, pero resucité hace exactamente 10 años cuando me volví cristiano.

Una muerte más, una muerte menos, qué más da. Este año ya había muerto una vez, pero resucité para dejar clara la importancia de unir los puntos del pasado. La muerte hace parte de mi vida, me llama, me coquetea y ya va siendo hora de que le pierda el miedo a convivir con ella, porque finalmente ella nació antes que toda la humanidad y eso me incluye.

Si hay algo que complementa el hecho de vivir es la muerte. La Parca, La Pelona, La Huesuda o como se quiera llamar, me lleva a pensar en la ausencia, en la carestía y en la identidad, pues siempre he creído que hay algo más que lo terrenal que veo y vivo. Es por eso, porque quiero dejar de vivir a mi estilo y forma, que hoy me comprometí a matar a Luis Carlos Ávila R, porque es un sujeto demasiado chévere como para ser intenso. Además, su máscara de erudito orgulloso y letrado -iletrado, más bien- se ve más falsa que un comercial de televentas, sin mencionar que embadurna esas neurosis de anciano y todo ese mamertismo barato detrás de una coraza de comediante paupérrimo y doble de riesgo, ahora bigotudo y rabisalsero.

Despídanse de él de una buena vez, no sin antes recordarlo como un sujeto indecoroso y pusilánime que disfrutaba de cosas como estas, eventos que denominaba 'Pelea de gatas' y que por supuesto tienen una exquisita relación literaria y emocional con la muerte:




Twitter: @benditoavila

lunes, 24 de octubre de 2011

La madre (la mía)

Me sorprende volver a visitar La Fiebre y encontrar un tremendo incremento en el número de visitantes. No me preocupa porque desde que le conté a mi madre que tengo blog y le enseñé a buscarlo no ha querido parar de estar aquí, así que asumo que esas visitas vienen de ella. No escribo para ella curiosamente, pero sé que cuando me lee se ríe, se emociona y me hace sugerencias a su estilo. Así parecen ser todas las progenitoras: orgullosas hasta el fin de lo que alguna vez procrearon y parieron, así esos críos se tuerzan ligeramente en el camino.

Lo que me gusta de mi mamá es que cuando no entiende o no le gusta algo lo dice. Ella todavía cree que la unidad de proceso central de un computador no se llama CPU, sino EPS. Además, confunde 'comend deck' con stand-up comedy y sigue como si nada. Entonces cuando todos reímos saca su frase de batalla: "Eso, ríanse. Y usted, vaya y haga una comedia de eso, cuéntelo en un libreto o algo".

Es honesta y franca con sus correcciones y me lleva a quitarle un poco de veneno a los mil y un dardos que siempre adobo entre líneas, pues según ella "Usted no eres así, usted eres amoroso", o "Eso de chistoso no tiene nada. Vaya y haga que la gente se jale los pelos de la risa y ahí sí le creo". Me dice eso y me desarma, termino creyéndole porque ella es la persona que más me conoce, de hecho me conoce desde chiquito -es decir muy joven-. Mamá me ha ayudado a madurar mis rebeldías, a tomar conciencia de mis realidades y a dosificar mis impulsos.

Gran parte de lo que soy se lo debo a ella: me forzó a ir a una Iglesia alguna vez a que conociera a un Dios de coherencia, oró por mí cuando le pedía que me ayudara con la migraña, me cuidó a su estilo y me enseñó a oír radio de todo tipo. Fui creciendo y me quitó a más de una gata de encima, me pegó cuando me metí a la piscina sin permiso y me enseñó dos de las mejores cosas que uno puede tener en la vida: Persistencia y fe.

Doña Nancy no es una madre promedio de esas que reciben a los hijos con pie de manzana en la ventana, o que dobla y plancha la ropa con un look rockabilly; ella es aquella madre que sin perder su rol ha sabido llorar ante nosotros y confesarnos mil veces que aunque ha querido tirar la toalla, no lo hará porque uno en la vida debe esforzarse y creer en que Dios hará algo. Hace las cosas a su estilo y nos ha enseñado a permanecer, a enfocarnos en lo que permanece y desde allí cultivar y echar raíces -obviamente permamentes también-.

Eso me ha hecho pensar en mi futura vida matrimonial. Tal vez por eso todavía no he hecho mucho por tenerla, pues tengo claro que el día que me case será una sola vez y para siempre, buscando que cuando esté en el altar mi madre me vea, guiñe su ojo y apruebe la decisión que estoy tomando de casarme con una mujer que no es ella.

Creo que eso es lo que espero de la mujer que acepte casarse conmigo. No que sea como mi mamá -porque qué mamera-, pero sí que sea capaz de gritarme los defectos y errores en la cara, que sea detallista, que le guste reírse -porque eso sí se le garantiza-, que le guste la música y que ame a Dios mucho más que lo que podrá llegarme a amar. Eso será una prenda de garantía que me confirmará que aparte de ser persistente y estar conmigo en las buenas y en las malas, me permitirá poner las letras para que ella componga la música.


Twitter: @benditoavila

miércoles, 19 de octubre de 2011

Doble U

Entrada cabañera que se respete parece estructurada por los libretistas de Los Simpson: se ve una situación cotidiana y de ahí se parte para el giro cómico, que generalmente no tiene que ver mucho con el planteamiento y termina llegando tras varios traspiés hilarantes. Hoy arranco en mi rol oficinista, como un viejo que sin pipa ni tabaco narra sus vivencias a las nuevas generaciones de lectores que, valiéndose de sus teléfonos inteligentes, sabrán retuitear los contenidos de La Fiebre mientras yo tecleo en un computador ubicado en un pasillo.

Cada vez que escribo en horas de la tarde, termino arrancando desde la nostalgia. Pero no porque extrañe viejas épocas o algo parecido, es más bien un dejo mañoso resumido en frases como "Cuando estaba en la Universidad...", o "Me acuerdo que en mi época de estudiante..." y así. Al parecer, soy una especie de Benjamin Button que vive de para atrás, hurgando recuerdos conocidos y sintiendo tan lejana la época universitaria, aunque tan solo se tenga un año de egresado.

Cuando estaba en la Universidad aprendí que los comunicadores javerianos no sabemos mucho de nada, aunque presumimos saber de todo: tenemos una rara habilidad para abordar los temas de una forma tan superflua y convincente a la vez que sabemos descrestar. De hecho, el Maestro Salgado lo resumía en una frase tan oportuna que parece un proverbio bíblico: "El comunicador social tiene un mar de conocimiento, de un centímetro de profundidad". Fue ahí que aprendí a aceptar que no me las sabía todas y que tampoco me tocaba, como muchos compañeros de salón que ahora veo, leo y oigo en los grandes medios creen todavía.

Casi un año después de haberme graduado, me doy cuenta que la Universidad abre la cabeza -de hecho, descalabra-, porque invita a pensar desde otros lugares y a abordar muchas formas de vida. El punto es que uno sale, muestra ese cartón gigante a la familia, ellos lloran y uno se dedica a esperar la comida o la lluvia de sobres como premio a tantos años de no hacer mayor cosa. La Universidad sirve siempre y cuando uno tenga claro que no sirve, pues finalmente el profesional que buscará oportunidades y saldrá a pagar un crédito es uno.

A este punto, muchos pueden estar pensando en que soy un malagradecido, perro canequero, cerdo insensible, diva sextuitera y hasta mamerto pop. A todas esas descripciones que todavía no proceso les doy check, pues eso sí aprendí en la Universidad: si uno es bueno en algo, si tiene algo qué contar y aprende a vender su intelecto, podrá presumir de ser un oficinista respetable al que se le puede aplaudir por haber comido pescadito y trabajado en Ático en su época juvenil. Siempre he creído que uno es comunicador desde que está en IV semestre y ya puede medio pedir trabajo, pues este oficio-carrera-profesión o comosellame se perfecciona es con la experiencia, no con la cátedra.

Vivimos tan afanados por estudiar, tener título, hacer plata y casarnos, que se nos va la vida real mientras buscamos cosas tan elementales como esa. Yo me cansé de ese esquema predecible y conductista de vivir por vivir, por eso mi modalidad ahora será disfrutar los fines de semana, escribir, dejar de hacer cosas por la plata y pensar en que me siento tan hippie reflexionando sobre la Universidad que me doy asco a mí mismo, entonces volveré a mi rol oficinista donde empezó todo y tal vez no deba cambiarse, por ahora.


@benditoavila

martes, 11 de octubre de 2011

Abortivo

Hay días en que la gente espera que uno diga lo que piensa. Mandan correos, menciones tuiteras, DM's, llaman al celular e insisten en saber qué va uno a decir sobre los temas de moda y actualidad. Le he huído recurrentemente a dar declaraciones de temas que no conozco, pues terminaría opinando y en el camino lastimando a algún purista que sí ha estudiado y vivido las cosas para hablar con conocimiento de causa. La gente me pregunta qué pienso del aborto, de la eutanasia, de las penas de muerte y yo simplemente trato de que no vean que me muerdo la lengua para no decirlo todo.

Prefiero dejar descargar el celular, hacerme el ausente, no responder y hasta pasar por grosero antes que decir lo que muchos no quieren oír. Esto tal vez no venga al caso, pero nunca he sido violado, no he quedado embarazado, nunca he estado al borde de la muerte, nunca me han secuestrado y a decir verdad me falta mucho pelo pa' moña en todas las áreas de mi vida. Entonces me ahorro opiniones puristas y moralistas, pues esa misma verdad que poseo me lleva a aprender que callar también es una respuesta.

Tengo claro lo que pienso y creo que debería hacerse, trato de vivir una vida coherente y no lastimar a nadie, pero lo cierto es que me arden los párpados cuando leo declaraciones godas y mamertas donde la intolerancia oscurantista es asociada con Dios, con los creyentes en él y con la Iglesia -no importa la denominación-. No todos los cristianos somos ñoños de pensamiento: sí nos basamos en la Biblia para actuar, pero siempre desde una intención de amor cristiana y no desde un señalamiento condenatorio que excluye a la gente y nos hace ver lo orgullosos que nos ponemos cuando creemos tener la salvación comprada.

En primer lugar, me da vergüenza ver cómo gente que dice conocer a Dios logra ser tan irritante con la humanidad entera: aquellos que lanzan a la hoguera a los homosexuales, destruyen a quienes piensan distinto y hasta atribuyen una violación carnal al plan divino, deberían aprender que el amor de Dios no es eso. Es verdad que hay circunstancias espirituales que después Dios usa para bien, pero el mensaje debe ser asertivo y edificante mucho más con los que no conocen a un Jesús real.

Me duele ver cómo gente que admiro despotrica de Dios simplemente porque los cristianos que han tenido al lado parecen traídos de la Edad Media y además se comportan como cavernícolas creacionistas sin argumentos y sin siquiera su propia vida cambiada para debatir. Nada más triste que ni siquiera conocer al propio Dios del que se predica, por eso el compromiso no solo es tener argumentos espirituales, sino también concretos para poder aportar a las vidas de los demás.

Ya ha llegado el punto en que los medios nos buscan para preguntarnos qué pensamos los cristianos del aborto, de los candidatos a la Alcaldía y del contenido erótico en las parrillas de programación. ¿Y qué les vamos a responder? ¿Cristo te ama? ¿Eso no le agrada al Señor? ¿El niño Dios debe estar llorando en su tumba? La Iglesia somos nosotros, y si no hacemos una Iglesia atractiva y radical la gente va a quedarse con un cristianismo primitivo y repugnante que solo atraerá a carteristas, pero nunca a gente de influencia.

Tratar de agradarle a todo el mundo ya es un oximorón de entrada. Entonces, lo mínimo sería llevar una relación armoniosa y tolerante con la diferencia, con el que no conoce a ese Jesús que nosotros sí. Ellos pueden contradecirse, pueden maldecir su existencia y hasta frentear con provocaciones como las que me gritaban en la Javeriana: ¿Dónde está su mesías?, ¿Ese mismo Dios a quien usted ama es el que permite que un cerdo como Garavito mate y viole a tantos niños?; pero el compromiso de un cristiano debería basarse en la vida de impacto por un lado y entender lo que alguna vez Jesús dijo: "No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal". Es decir, necesitamos estar donde estamos, porque será la única forma de sacar a Jesús a la calle.


jueves, 6 de octubre de 2011

iProvidence

Si algo me aburrió de una posible carrera periodística fue ese afán desmesurado por la chiva, por ser el primero en publicar algo y luego alardear de inmediatez. Lo más jarto es que a muchos los forman con mentalidad lagarta y cepillera buscando que no sea su carácter investigativo el que les permite sobresalir, sino sus buenas relaciones y manejo de lobby. Yo, como no quiero lagartearles, ni cepillarles, ni mucho menos chiviarles, voy a darles una noticia que espero reciban con cara de sorpresa fake: Steve Jobs murió. (Pero hagan así, hagan así).

Si quieren profundizar sobre la vida, obra, hitos, innovaciones y demás datos cocteleros de interés -como el que dice que Jobs prácticamente se inventó el mouse de computador-, váyanse a leer algún periódico o a donde quieran. Yo no tengo la función de informarles, a mí me pagan -guiño guiño- es por hacerlos pensar y por rayarles la cabeza, oh amados caba-ñeros.

Todo aquel que tenga una idea creativa e invierta su vida completa en desarrollarla es digno de mi respeto. Jobs era visionario, quería cambiar el mundo desde la cotidianidad y no tuvo papá. O bueno, lo tuvo y luego este lo abandonó, cosa que lo hace parecido a mí. Es claro que muchos de ustedes ya habrán visto el discurso que pronunció en la Universidad de Stanford en el año 2005, y los que no aquí se los comparto. Eso sí, primero me leen y luego lo ven -perezosos sí no, por favor-.

La muerte de Jobs va de la mano con un concepto que he estado aprendiendo últimamente: la Providencia divina. Esa capacidad férrea -por aquello de la fe de hierro- de confiar y aprovechar todo lo vivido en función de algo más grande. Providencia divina es no quedarse llorando sobre la leche derramada porque uno no nació en cuna de oro o porque no tuvo papá -ajá- y empezar a ver que todo en la vida pasa por algo; además, es entender que detrás de ese propósito generalmente incomprendido en el presente, hay un futuro de avance y empuje.

Jobs dijo: "No se pueden unir los distintos puntos mirando para adelante; se pueden unir únicamente mirando hacia atrás. Así que deben confiar que de alguna manera los puntos se unirán en el futuro. Deben confiar en algo: sus agallas, el destino, la vida, el karma, lo que sea. Este enfoque no me ha traicionado nunca e hizo toda la diferencia en mi vida." Ya verán por qué Jobs dijo esto, pues además de haber sido dado en adopción, a los 17 años decidió dejar la Universidad porque le parecía aburrida. Así emplearía el tiempo en cursos libres de cosas inservibles y que no dan plata, como la mecanografía. Él no sabría que aprender de esta técnica le permitiría perfeccionar sus computadores más adelante.

Yo lo llamo Providencia divina, lo llamo Dios y lo llamo propósito. Me pone a pensar en las mil veces que me he quejado por algo y veo que al final de cuentas todo tiene sentido en el futuro. Por ejemplo, el trabajo que tengo fue producto de una mala decisión en la Universidad que me llevó a perder la práctica soñada en la radio. Ejemplos hay muchos pero no importan, porque finalmente no se trata de mí sino de la iProvidence, el gadget que siempre he cargado en el bolsillo y en el cuello.

Jobs lanza un poderoso consejo que si muero algún día -creo en la inmortalidad a mi modo-, me gustaría parafrasearle a mis seguidores: "No pierdan la fe (...). Deben encontrar lo que realmente les apasiona. Y esto es tan cierto respecto del trabajo como lo es respecto del amor (...) El único modo de realizar un gran trabajo es amar lo que uno hace. Si no lo han encontrado aún, sigan buscando. No se conformen. Así como sucede con todos los asuntos del corazón, sabrán cuando lo hayan encontrado. Y, así como sucede en cualquier gran relación, mejora más y más a medida que transcurren los años. Así que sigan buscando hasta que lo encuentren. No se conformen"

Para mí, todo es cuestión de óptica, de fe y de buen pulso, además de siempre mantener una impecable mentalidad de principante.



Twitter: @benditoavila

martes, 4 de octubre de 2011

Desde la letrina

Escribo y reescribo, pero siempre que tengo una idea bien redactada la borro sin piedad. Le doy Shift+Inicio y luego Supr para erradicarla por completo, porque algo me dice que esa idea o es muy estúpida o todavía no está en momento de plasmarse. A veces ir en cronograma de avanzada hace que a uno se le ocurran cosas que van a funcionar en épocas futuras, pero que en presente le pueden costar la cabeza y hasta el prestigio.

Lo acabo de hacer otra vez. Estaba escribiendo del futuro, de cómo este blog a veces agarra un aire tan hippie (jopo) que hasta yo mismo prefiero evitar escribir. Cuando lo vi tan mamerto, decidí sombrear las letras, esta vez con el mouse y borrar de un solo zarpazo cualquier letra que quedó con olor a letrina. Ese sería un trabajo ideal: borrarle las letras a más de uno que las usa para crear bobadas que nunca debieron existir.

Me acuerdo que en 1996 existía un increíble concurso televisivo presentador por el gran Pacheco, llamado 'Quiere Cacao' . En dicho show, Pacheco alternaba con una lora verde de amplia jeringonza que respondía al nombre de Mamola. Ambos se apoyaban en las vanguardistas animaciones que para la época hacían las delicias de chicos y grandes en la televisión colombiana. En 'Quiere Cacao', todos le pedían letras a Pacheco para completar frases y así ganarse el acumulado de hasta 50 millones de pesos, una fortuna si tenemos en cuenta que en esa época el país estaba en un descenso vertiginoso hacia el abismo económico. Pero yo, a los ocho años, solo pensaba en qué me traería el futuro y en lo incompetentes que podían llegar a ser ciertos concursantes.

Son días de letras, de plasmar vivencias y creencias para que cuando se me caigan los brazos pueda recordarlas y sincronizarme de nuevo. Le tengo miedo a olvidar lo que he aprendido, a que un día me las dé de cavernícola y me queme por jugar con fuego enemigo, como si las mil experiencias propias y ajenas no me hubieran enseñado nada. Hoy dejo plasmado delante de ustedes, oh amados caba-ñeros, que han sido diez meses de constantes cambios que seguramente me llevarán en el futuro a recordar que detrás de estas letras agrias y algo agónicas, venía un proceso y una respuesta divina que me mostraría que lo mejor no llega antes de tiempo y que todo sirve para algo.

COLOFÓN: Me sorprende gratamente ver que se incrementó el número de lectores de este hijo querido. No puedo terminar sin saludarlos y aclararles que La Fiebre es un gran chiste interno, pero que como a los hijos, uno los quiere así sean bobos o aficionados a Shakira.

@benditoavila