jueves, 21 de julio de 2011

Sonoman

Este 20-11 (Veinte once) ha sido un año de recuerdos y de eternos flashesback. Muy permitente, teniendo en cuenta que se acerca el cumplimiento de la Profecía Maya y que en 2012 el pánico se apoderará de las calles cuando el mundo se esté acabando. Para mí este veinte once ya ha sido un año apocalíptico que he podido sobrellevar, entonces ya no tengo miedo del fin del mundo porque he rozado cerca de sus límites.

Desde que nació La Fiebre me dije a mí mismo que sería algo perdurable, no una iniciativa hipster de aceptación para parecer cool y dármelas del escritor blogger tuitero. Es más, ya que hablo de recuerdos, recuerdo cuánto me enfadan aquellos personajes de corte mamerto, de mano en la barbilla y tono de voz hippie (o jopo para mí), que creen que escribir, o hacer música, o tomar vino caliente, o hacer cualquier cosa es adaptar un estilo que les queda postizo y comunicar desde su limitada percepción.

"Para ser un buen escritor se necesita una buena taza de café con Jesús, un delicioso cupcake de Vainilla con el Espíritu Santo y en definitiva una galleta tres ojos con Dios, mi favorita, no olvidemos también escribir, escribir, escribir y escribir..."

Tranquilos, amados Caba-ñeros, esta frase no es mía. Nunca me referiría así a la labor de un escritor, ni a un Dios panadero ni mucho menos a un Jesús de arequipe con aroma de mujer. Si lo hiciera, les autorizo a que contraten a Los Paisas para me busquen donde esté, me muelan a nudillo y luego me obliguen a hacer planas con el pie izquierdo que digan: Tony Meléndez tenía razón, mientras de fondo se mezcla La Mega a todo taco con un videoclip de Shakira bailando con Piqué. En fin, esta frase, sacada de forma random de la red me llevó a prometer algo concreto: no enfadarme por las próximas 3 horas.

El caso, hoy estamos de imágenes retro y de temporadas de suavizante. Ya con los humos abajo dejo que me invadan los recuerdos: recuerdos y retrocesos ante circunstancias predecibles, pero también muy emotivas. Hoy examino con algo de nostalgia algunas de mis ideas y percepciones que con el pasar de los días se han fortalecido y hasta destrozado, por qué no.

-Recuerdo que desde pequeño (léase más joven) asocié el fútbol con el sufrimiento, pues al ser formado como hincha de Millonarios y ver que el equipo no es campeón desde el año 1988 (año en el que nací), entendí que había sido culpa de mis padres parirme justo cuando el equipo quedó campeón por última vez. Es por eso que no le entregaré el corazón a ningún equipo hasta que haga méritos para conquistarme (nunca pensé decir algo así, menos sobre el fútbol).

-Recuerdo que cuando era pequeño (léase más joven, insisto) creía que marcando los diez números del teléfono en orden sucesivo iba a poder hablar con Bugs Bunny. Entonces me aprestaba a intentarlo hasta que empezaba "El show de Xuxa" en la cadena uno y me olvidaba de mi búsqueda.

-Recuerdo que siempre odiaba que me cambiaran el nombre. Prefiero que vilmente me echen la madre a que me digan Juan Carlos. Sí soy Carlos, ¿pero Juan? Jamás. También detesto que me digan sardino, amigo, bacán, socio, Juan Carlos, Juanchito y todos sus derivados. Esto me pone más mal que mil frases mamertas y de cristianismo rosa como la de arriba y además juntas.

-Recuerdo que la música siempre fue (y ha sido) importante en mi vida. Desde Maná (las primeras canciones con las que me sentía rebelde) hasta los Vengaboys (las primeras canciones con las que bailé en Cafam Melgar), pasando por Soda Stereo (las primeras canciones que toqué con mi banda Caos), volteando por Kairo (¿?) y terminando en Fruko y sus Tesos (las primeras canciones que oí a gusto compartido con papá).

Lo que sí es claro es que ha habido un artista-músico-líder de opinión-salmista al que he oído desde que tengo uso de razón y que recuerdo por ser casi que la banda sonora de mi vida hasta la fecha: Marcos Witt. Recuerdo que mi hermano de 2 años se estaba muriendo cuando mi mamá oyó hablar de Jesús en un taxi camino a la Clínica Infantil, trajo un casete con la primera canción cristiana que escucharía en mi vida y que estoy seguro detonó cosas poderosas en aquel niño de 7 años.

Mi hermano sobrevivió y mi mamá vio que todo había sido un milagro de aquel Dios que no se conoce por los rosarios ni por las trasnochaderas rezanderas: conocimos a un Jesús de detalles, secretos y amor del cual hoy alardeamos como familia. Para la época, le tenía mucho miedo a Marilyn Manson y al no poder conciliar el sueño libremente. Recuerdo que mi mamá nos enseñaba versículos bíblicos para dormir (que a la fecha recuerdo fielmente) y recuerdo mientras conciliaba el sueño escuchar la misma voz y las mismas letras. Empecé a disfrutar mucho de aquella música, pues mi mamá seguía bombardeándonos con ella hasta cuando nos recogía del Colegio a ver apartamentos en la 147, el lugar donde mis papás planeaban comprar y por fin conseguir nuestro apartamento propio como familia.

Lo curioso de todos estos recuerdos es ver que las épocas cambian y los sonidos se refrescan, pues el casete al que tanto palo le dimos en los viajes a Melgar, la música con la que me curé mi primera y única borrachera y con la que me di cuenta que amaría tocar el bajo ha llegado en formato HD y con sonido remasterizado, para recordarme que así el tiempo pase y tenga más pelos, más experiencia pero no más estatura, el Jesús que me comprometí a seguir hace 9 años (el año en que se cumple la Profecía Maya cumpliré 10 años de cristiano) sigue más vivo y más fuerte que nunca.

Esos son los buenos recuerdos, no los empalagosos que nos trancan, sino los que nos motivan a seguir descubriendo y conociendo los verdaderos objetos de nuestro amor. Gracias a Marcos y a todos los cristianos que me enseñaron a conocer mis dones, me inspiraron a marcar tendencias y me llevaron a marcar una clara diferencia de vida que después de 10 años sigue notándose en mí.



Le pedí a Marcos que cantara estas dos canciones en su Concierto Conmemorativo, solo para recordarme que vendrán tiempos cada vez mejores y que a Dios le encantan las sorpresas.

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