jueves, 2 de junio de 2011

Señor cara de pa-pastor

Tras contestar acaloradas demandas y amenazas de algunos de ustedes, cómodos lectores, he regresado después de limarme las uñas y de dejarme crecer las venas. Era eso o cortármelas, porque quien no está preparado para enfrentar la crítica puede morir si se dedica a profesiones tan falsas como la mía. De hecho, Gustavo Cerati (el real, no el que algunos tildan de vegete-vegetal, decía que Comunicación Social era algo que convocaba gente que no sabía qué carajo hacer con su vida, pero que tenía alguna idea creativa. Así he sido yo, por si acaso.

He llegado con afán a desplayarme en estas letras amigas y a desmentir lo que muchos lectores pueden llegar a pensar: en primer lugar, no escribo mientras uso sombrero y me pongo la mano en la barbilla para ser más intelectual, ni mucho menos lo que plasmo en La Fiebre es fruto de ensoñaciones propias del LSD o de cualquier otra sustancia psicoactiva, como el Prozac que mis detractores parecen no consumir. Así mismo, aclaro rotundamente que no escribo para exorcizar mis demonios usando un lenguaje prosaico que lo que pretende es imitar a Cervantes en su Quijote (guiño guiño). Decir que uno escribe para exorcizar los demonios es el discurso más refrito que existe y naturalmente es tan enfermizo como seguir a Uribe en Twitter. Por eso, prefiero conservar mis maldades e insatisfacciones, pues desde ellas salen estas letras. ¡En sus carotas flacas-gordas-envidiosas, señores!

Ahora sí, después de bajar la cisterna y dejar caer mis heces vocales por el albañal, procedo a seguir hablando de exorcismos y de espiritualidad en la esfera pública, tema que nunca pasará de moda. Esta semana conversé con unos insatisfechos cristianos televidentes que usan Converse y aseguran verse provocados, ridiculizados y burlados por el personaje del Pastor Jiménez de la serie A Mano Limpia, emitido noche a noche. Naturalmente después de escuchar sus demandas (ya soy experto en ellas), procedí a darles la respuesta que escuché de boca de los creadores y libretistas.

El Pastor es ya un recurso de barrio, un personaje que funciona por el simple hecho de construirlo desde la represión y la caricatura de una autoridad espiritual que al pretender negar su naturaleza humana se ve gracioso, me dijo Julio Contreras (a quien le mando un saludo, guiño guiño). Julio quedó lívido cuando le dije que yo era cristiano y que no era que precisamente me ofendiera por el personaje, solo que como el televidente promedio juzga a la televisión como lo real y el cristiano promedio juzga a la televisión como el diablo, muchos seguidores de Jesús podían tildar de exagerado su comportamiento y formas de criar a Ángela, su taimada hija. Julio y Andrés, quien se integraría a la conversación en ese momento, solo añadiría que Diego estaba abajo y debían seguir trabajando, pero que la televisión suele exagerar las cosas y darle el respectivo conflicto a todo lo que se mueva.

Me quedé pensando en eso y en definitiva he logrado concluir que el Pastor Jiménez no está muy alejado de la realidad: si hay cristianos lámparas que no van a trabajar porque se va a acabar el mundo, hay otros más cercanos a mi realidad que venden una religión y profesan la negación del placer como camino hacia la eternidad. Si alguna vez tuviera la oportunidad de hablar delante de autoridades, gente importante y respetada de la televisión (se acerca el día) y me preguntaran sobre las cosas de Dios, les diría que los cristianos no vivimos reprimidos, no vivimos con dilemas morales ni hacemos las cosas para que Dios no nos mate. Les diría que seguir la cruz es una decisión de todos los días y que los cristianos no son como los han pintado, porque esas réplicas de cristiano son solo residuos que quedaron de la brocha del pintor celestial, no el pintor de sueños.

Ya se acerca el día en que sucedan varias cosas importantes: que los cristianos entiendan que son como copos de nieve: solos se derriten pero juntos paran el tráfico; que la televisión y los medios vean con sus propias pantallas y micrófonos que Dios no es como lo pintan ni Jesús como lo dibujan; y además la visita Nº 2000 de este blog. Nunca imaginé que lograría armar tantos tierreros, pero como dice y reza el viejo y popular adagio: Es mejor un mal arreglo que un buen pleito. Que Dios los bendiga, que Dios me bendiga y que bendiga a Andrés Pastrana por armar este cliché, tan parecido a tantos otros que mencionan a Dios.

Pastor Jiménez, siga usted adelante que la realidad de los cristianos necesita una ficción que les sirva como espejo, para mostrarles (o mostrarnos) lo mal que hemos vendido nuestra latente espiritualidad y sentido del amor.

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