lunes, 31 de enero de 2011

Nova Express in Love II (La amenaza)

He estado recordando a William Burroughs más de lo normal. Como siempre he tenido una rara predilección por lo bizarro, por los out-siders que todos señalan de bichos raros y locos, debo abogar por ellos; a quienes no les importa el qué dirán ni mucho menos reparan en críticas de gente de lectura horizontal y superficial. Ahí sí me identifico.

Burroughs es el autor de Nova Express, obra en la que experimenta con las técnicas de cut-up y el fold-in, técnicas que llevan a resultados irregulares y efímeros y que son más interesantes en sus planteamientos que en su producto final. Es un cúmulo de recortes de periódico, libros y demás expresiones de otros autores que sumadas casi al azar producen un contenido innovador. Es agotador leer algo así, es por eso que no entiendo cómo este hijo mío a quien he encomendado mis pensamientos sea frecuentado en demasía como indican las estadísticas. Más de 1000 visitas que ni sé por qué tengo, pero que me llevan a pensar en lo que estoy vendiendo desde mis letras.

Burroughs dijo alguna vez cuando le preguntaban por el amor: La gracia me llegó en forma de gato. Pesimista para muchos, misógino y homosexual para él mismo, pensaba que el amor es mayormente un fraude, una mezcolanza de sexo y sentimentalismo que ha sido sistemáticamente vulgarizada y degradada por el virus del poder. Nunca me he atrevido a pensar lo mismo, pero cuando examino mis retinas a veces encuentro dejos de pensamientos que no son míos, creo yo son los residuos que deja leer a los poetas malditos y a quienes agonizan mientras deletrean su siguiente obra.

He descubierto que para mí el amor es una experiencia estilo Indiana Jones: creo que nunca la experimentaré hasta que calque la recordada acción de Indie cuando se enfrenta al precipicio: lo defino como la popular lanzada al agua y sin mente. ¿Por qué entonces creo hacer catarsis escribiendo y no salgo a comprobarme a mí mismo que realmente puedo disfrutarlo?

Burroughs, preso de las drogas y el alcohol, mató a su mujer cuando trataba de partir con un tiro la manzana que ella tenía sobre la cabeza. Sucedió en México y en sus diarios afirma que equivocó el disparo porque estaba poseído por un espíritu feo. Seguramente se refería a alguna ensoñación producto del viaje mental, pero creo que un escritor que no entrecruce sueños, o fragmentos de relatos en borrador, citas propias y de otros autores, frases de periódicos y revistas, versos de viejas canciones, ideas que aparecen al correr del pensamiento, párrafos de cartas a los amigos carentes de todo contexto personal y demás expresiones, no está preparado para amar.

Lo único que puedo afirmar a ciencia cierta es que en la actualidad estoy donde debo estar, con quien debo estar y donde debo estar. La certeza de cobijarme con la mejor de las sombras me lleva a descansar, porque sin descanso no hay gloria ni avance. He decidido avanzar tras esta reflexión inoficiosa y que a mi modo de ver es un relleno que hice para poder pasar la cuenta de cobro a los coordinadores del blog y así me paguen. Es lo mismo que haría un libretista sin inspiración: entregar algo refrito y que tal parece solo le importa a él, porque el resto del mundo sigue girando mientras él se da una vuelta por el universo.

Este es el final de mi recorrido por la onda amorosa y melancólica, porque sin haber pasado por ella no podría entrar a lo que viene: comedia en el veinte once. Sigo insistiendo que HAY FUEGO EN EL 23, pero por ahora he decidido calentar la garganta y ensayar antes de querer grabar el disco que más venderá.

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