jueves, 30 de septiembre de 2010

Milagros creativos

Nuevamente frente a las teclas. No toco el piano, sé lo básico, lo que cualquier cristiano (literalmente) tendría que saber para en medio de alguna reunión social poder improvisar la melodía del cumpleaños feliz. Estoy frente a las teclas negras y blancas de este teclado. Son negritas de fondo con letricas blancas, son rojitas son como el corazón, son rojitas las patillas del patillero.

Las frutas siempre me demuestran que Dios existe. Como mango y kiwi para comparar sus sabores, los mezclo y los combino para generar abrumantes reacciones en mi boca. Es interesante cuántas veces las frutas hacen que la propia forma de ver el día cambie: una fruta nos puede cambiar la cara con su acidez o su dulzura. En fin, hoy salí sin desayunar porque tenía afán. Tenía una importante cita qué cumplir y a la cual nunca me gusta llegar sobre el tiempo. En la mañana fui a orar a la Iglesia, porque sigo creyendo que Dios existe (aunque algunos cercanos lo duden y me lo hayan hecho saber).

Y sí que valió la pena, porque aunque la madrugada y la halitosis mañanera se convierten en razones de peso para no salir de la cama, siempre hay un buen galardón para quienes vencen (¿o vencemos?) esas excusas. Hace poco escuché un refrán bastante apropiado: Al que le van a dar torta le guardan. Y es cierto, aunque yo lo resumo en otro más callejero: Lo que es pa' uno es pa' uno. Hoy decidí salir a conquistar lo mío y me encontré con más de lo que esperaba. Hoy experimenté un milagro creativo.

De pequeño sufrí de displasia de cadera, una anomalía que se da cuando la cabeza del hueso del fémur y la cavidad de la pelvis donde éste se aloja no encajan de una forma correcta. Esto produce intenso dolor y por supuesto el suplicio de burlas, tropezones y demás risotadas burlonas debido al uso de botas ortopédicas y simuladores de cadera desde el jardín infantil hasta casi tercero de primaria. Esto no me traumatizó ni mucho menos, ya que como pude siempre me las arreglé para hacer valer mi honra y hacerme respetar como lo haría cualquier niño: a golpes y trancazos.

La displasia produjo que mi pierna derecha se acortara 0,6cm. Casi nadie sabía esto hasta hoy, aunque recuerdo muy bien que en unas vacaciones no me dejaron utilizar el tobogán porque era cojo. Obviamente no pude resolver el problema a mi estilo infantil y cruzado, pero sí recordé algo a lo que nunca le presté atención. En realidad no me afectaba, simplemente eran otros sujetos quienes lo notaban y me lo hacían saber con una pregunta parecida: ¿Por qué está cojo?. Yo resolvía el asunto argumentando que la maleta era muy pesada. Lo otro es que mis zapatos del pie izquierdo siempre se han gastado más que el derecho: el talón zurdo siempre fue el primero en enfrentar los tenis rotos, los aterrizajes inesperados, los pasos salseros y demás manifestaciones que los involucraban a ambos.

Cumplí la cita mañanera y de forma inesperada resulté en el sexto piso del nuevo edificio. Nunca imaginé llegar allá, por lo menos no por ahora, pero lo desconcertante fue ver que varias personas que admiro estaban congregadas en torno a lo que yo veía como gaje de la infancia. Ellos me hicieron ver que no tenía por qué resignarme a vivir caminando como Eulalio Arriaga si podía experimentar un milagro creativo, uno de varios. Acepté con la condición de no cerrar los ojos para poder verlo con los mismos, aunque habría preferido cerrarlos para no parecer poco espiritual.

La pierna derecha sufrió una elongación indesperada para mí, pero tangencialmente diseñada por Él. por eso sigo promulgando que Dios existe y es real, porque aunque en la actualidad no todo se vea sólido, él ha prometido seguirme dando mangos con kiwi, dándome la entrada a toboganes vacacionales y lo más importante, seguir contangiando mi ambiente con lo que más sabe hacer por mí: milagros creativos.

martes, 28 de septiembre de 2010

Bancamente

No tener empleo tiene sus ventajas. Ayer pasé la tarde como lo había querido cuando tenía trabajo. En aquellos días soñaba con un descanso prolongado en el que pudiera dedicarme a ver televisión toda la tarde, analizar la evolución de las parrillas colombianas y proponer cambios que se quedarían solamente en mi cabeza. Ayer liberé mis ideas mientras veía qué flojo es ver televisión nacional por las tardes.

Así que como buen colombiano, me fui a la ver televisión internacional. Me encanta ver Sitcoms, y me encanta ver Seinfeld. Vi un capítulo magistral (en realidad me dediqué a ver muchos), pero en uno que me marcó se reflexionaba sobre el tema del desempleo. George Constanza, ese héroe neurótico que tanto se parece a mi papá, encarna mi momento de vida. Si la gente supiera con cuánto esfuerzo el desempleado debe sustentar que ha buscado trabajo, si se le reconociera esto como un trabajo ya merecería vacaciones de desempleado. Y es verdad, porque la gente cree que no estar trabajando es quedarse sin hacer nada. Yo por ejemplo, me dediqué a alimentar a este hijo, el blog, que espero en algún punto tome atenta nota de este proceso de espera.

Uno debe dedicarse a otro tipo de cosas igualmente formativas: leer sobre Piedad Córdoba, cerrar las ventanas para que no se entre el chubasco bogotano, cerciorarse de que la comida y los baños estén (no limpios, simplemente que sigan existiendo), escuchar radio y enviar hojas de vida estratégicamente. Además de comprobar que la propia vida ya ofrece bastante tela para cortar en las páginas de alguna publicación.

El viernes tengo un matrimonio y decido precipitadamente probarme la pinta para la ocasión. Será Lluvia de sobres aunque yo propuse Lluvia de abrazos, porque ya me gasté la plata del regalo. Alguien me dijo que para ser algo simplemente tocaba creérselo, así que salgo de mi casa con la ropa de ejecutivo de cuenta, o de periodista, o de simplemente empleado. Me disfrazo con opulencia y con corbata.

Salgo a pagar las cuotas del crédito del Icetex (persignación y toque de madera al solo combinar esas letras) con los ahorros que me quedan. En el banco me asombra la figura de una cajera, no porque me guste, señor fisgón morbosón que lee esto, sino porque es poco usual que sean los clientes quienes la tratan por nombre propio: Rosita. El gordo de pesada papada hasta le pica el ojo mientras le entrega las cuentas de su nuevo negocio de flores, Rosita simplemente le desea lo mejor y le entrega los papeles debidamente procesados. Rosita no es vieja ni es joven, es cajera.

Rosita no me atiende, me atiende otro cajero. Pero no puedo evitar preguntarle por ella, porque "uno no ve eso en ningún lado: ¿Que los clientes sean quienes la tratan por nombre propio?". El cajero me dice que es porque lleva varios años allí y los vecinos ya la reconocen. Rosita se timbra al ver que hablamos de ella y acerca su cabeza a nuestra ventanilla: "Mucho gusto, soy Rosita". Ella parece un objeto de utilería de la sucursal bancaria, se nota que lleva años porque se mueve como pez en el agua en esa pecera de dinero. Yo la saludo y ella me ofrece un seguro de vida. Ahí entiendo por qué el banco parece una pecera: esas cajitas con su vidriecito esperan que uno muerda el anzuelo.

Solo por hoy valió la pena no tener empleo, porque conocí a Rosita y me di cuenta de cuánto me puedo parecer a Constanza si no empleo mi tiempo en algo de ejercicio físico. Además, espero que en el matrimonio del viernes pase algo que rompa la tibia cotidianidad de no salir de casa.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Nueva Admon. Siga ud

¡Enhorabuena!

Después de divagar por miles de oficios, tareas y ocupaciones laborales, he llegado a la que nunca esperé: desempleado. El prefijo des ya de entrada es despectivo, así que de ahora en adelante asumiré que estoy en un forzoso descanso, fruto de una tórrida vida laboral que ni siquiera ha empezado. Estoy en forzoso descanso mientras recibo el cartón que me otorga el título de Comunicador Social. Todavía no descubro de qué me va a servir.

Decidí plagiar las ideas de los famosos cuando están en forzoso descanso para hacer más amena esta jornada sabática: algunos se dedican a las obras humanitarias, otros más osados montan shows de stand-up comedy (creyendo ignorantemente que se llama así porque están parados) y otros tantos a escribir sus biografías atiborradas de sexo, drogas y reggaetón. Yo decidí abrir un Blog. Amén.

Se abre "La fiebre de las cabañas", en honor a ese trastorno psiquiátrico caracterizado por una percepción híbrida de la realidad y la fantasía. Todo producido por el asilamiento, porque ahora las hojas de vida no se entregan en físico sino todo por correo, entonces para qué salir. Lo curioso es que parte de los síntomas ya los padecía antes de que se me acabara el contrato laboral: ideación persecutoria, hostilidad, intransigencia y actitud beligerante. En realidad no estoy tan mal.

"LFDLC" nace el día en que muere el legendario guerrillero Víctor Suárez (a.k.a Jorge Briceño a.k.a Mono Jojoy). No pretendo hacer ninguna apología de esto, simplemente quiero destacar que me incomodó en sobremanera ver a un grupo de colombianos, de esos que viven al lado de mi casa y sacan a sus perros mientras usan la camiseta de Colombia soy yo (los perros, claro), reír y hasta abrazarse por la muerte del insurgente.

Llego a casa y encuentro comentarios en Facebook de gente cercana, de esos que viven al lado de mi casa y creen que Colombia es Pasión, celebrar el deceso y hasta amenazar a Chávez con frases como "Te llegó la hora, Hugo Rafael". Fue ahí cuando me pregunté: Si la adoración a Dios también es compasión por el otro, ¿Por qué debemos alegrarnos por un asesinato? ¿Bailar y celebrar sobre la tumba de un asesino no nos hace asesinos también? Aunque son muchos los que han lastimado este país, Dios sigue siendo el autor de la vida, quien la quita y la pone, así esto se les olvide.


Kame House, Septiembre 23 de 2010.